Fuengirola
Banderas despide a su padre rodeado de amigos
La postura de la alcaldesa de Marbella parece encomiable, ya que está dispuesta a mantener, contra viento y marea, la casa de Antonio Banderas, situada en la playa de Los Monteros, donde pasé tantos veranos. Igual que en tantas otras zonas de la Costa del Sol, desde Cádiz a Granada, no ofrece arenales blancos que den ganas de tomar el sol. Y lo digo yo, que durante casi veinte años me requemé por aquellos lares, hoy desmadrados por la urbanización y la Operación Malaya. Pero es lo que hay, y Gil y Gil dio un aire diferente al disimular lo que no había. Es un poco el caso de Ángeles Muñoz, que quiere preservar el verano, casi en puertas, o al menos la Semana Santa.
Banderas eligió Marbella en lugar de asentarse en Fuengirola, donde vive ahora su viuda madre. Su padre, José Domínguez, falleció el sábado después de una larga enfermedad. El actor, muy afectado, no se separó ni un momento de doña Ana en el cementero Virgen del Carmen de Marbella y con ellos estuvo su esposa, Melanie Griffith.
El actor escogió su Andalucía natal como lugar de vacaciones en lugar de irse de instalarse en las playas del Caribe, a ese Hawai tan cercano, a California o a cualquier otro paraíso del relax. Prefirió el permanente olor a pescaíto frito, las viznagas, el jamón serrano y que su hija se criara en un ambiente españolísimo.
Pero nuestro actor más internacional no hizo buena compra: nada menos que un terreno con leyenda negra que Gil y Gil había ofrecido a Antonio Herrero. El genio irreemplazable de las mañanas radiofónicas rechazó la oferta. Era tentadora, pero sabía que tenía trampa, porque vulneraba la Ley de Costas. Gil se lo brindó luego a una menos legal Encarna Sánchez, experta en trapisondas. Ella construyó lo que hoy es «La gaviota» al costado de la residencia del barón de Gotor, justo donde llegaba el aroma a fritanga de Los Sardinales. Es un oasis en la locura de Marbella reanimado con la presencia estival de los Banderas. Si tiran «La gaviota» cabe esperar que Antonio y Melanie no vuelvan y priven a la ciudad de su principal reclamo.
Sean Connery nunca volvió
Aquello ya no es lo que fue, ni viven don Jaime de Mora, Soraya, Alfonso de Hohenlohe ni demás personajes que animaron la «jet». Hoy se han encastillado, como los Lapique, los García, Isidoro Álvarez y Curro Romero. Subsisten desde unos tiempos en los que Deborah Kerr y Peter Viertel contemplaron cómo una calle atravesaba su chalet, mientras que Sean Connery hizo las maletas después de ver su jardín, ideado por Conchita Montes, masacrado por la ampliación del Paseo Marítimo. Nunca volvieron y Marbella perdió imagen internacional.
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