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Carmen Franco enfadada con su hijo

Le ha disgustado que Francis cobrase por ir a «¿Dónde estás, corazón?»

Carmen Franco, enfadada con su hijo
Carmen Franco, enfadada con su hijolarazon

Fue una presencia tan impactante que aún colea. A falta de alicientes que llevarse al cotilleo, la aparición televisiva de Francis Franco sirve como entretenimiento en estos días. Con un debut polémico cabía esperar algo así, incluso la división de opiniones ante su asistencia a «¿Dónde estás, corazón?» con el fin de proclamar su inocencia, algo que también se está cuestionando. La clave está en los vídeos del circuito interno de Renfe, que, según comentan, podría haber adoptado medidas drásticas para que el incidente no se engrandezca. Aunque, a decir verdad, abundan las quejas acerca del Ave Madrid-Barcelona, con un servicio más deficiente que cuando comenzó: las azafatas ya parecen displicentes, bajó la comida en clase preferente y apenas distribuyen periódicos.

Temor al rechazo

Es lo de siempre en este país nuestro, lamentan algunos, igual que el presunto agravio a Francis Franco por parte de varios empleados. Los vídeos darán la prueba concluyente para descubrir quién es el malo aquí. Y, si Francis se puso en manos de Cantizano sin consultar con su gente porque temía el rechazo, éste se ha producido: su hermana Carmen –que cada día está más robusta y rebosante de tanta cocina santanderina– desaprobó de plano tal aparición, ella, que creó escuela en el mundo del trinque y los reportajes. Una ficción que ahora realiza en solitario porque José Campos se niega a prestar su imagen. ¿O será porque no comparten las ganancias? El tema se debatía la otra noche en el campeonato benéfico de mus del hotel Mirasierra, hasta donde se acercaron Natalia Figueroa, Sánchez Ocaña y Paola Dominguín. El orondo marido de Carmen se alzó con el premio y justificó la ausencia de su aún guapa esposa «porque prepara otro viaje de aventuras». Su amor no une, distancia.
La duquesa de Franco no vio el directo de su hijo, pero lo hizo dos días después en casa de una amiga que aún la llama «Nenuca» y que le prestó el vídeo. Se encogió de hombros, pero reconoció que no le gustaba que hubiera pasado por taquilla. «No tiene necesidad», censuró con un escepticismo que ya es su forma de vida. Es incapaz de descalificar a sus hijos, y menos aún al mayor, a quien delega parte del control de sus empresas. Su hija, sin embargo, estaba molesta por dos motivos: el cobro y la súbita resurrección de un Francis sorprendente en su desparpajo, labia, buenísima educación y lenguaje, algo ya poco frecuente en los medios de comunicación.
Carmen querría acapararlo todo, pero cuando habla se queda a mitad de camino de su hermano mayor. Ya hay otro motivo para distanciarse, como si la batalla por los títulos nobiliarios de la familia no bastase.