Historia

Berlín

El éxito del Woodstock de la mente

Hay-On-Wye, un pueblo galés, acoge el festival de Literatura más exitoso del mundo / En dos décadas, se ha convertido en un gigante con sedes en cuatro continentes

El éxito del Woodstock de la mente
El éxito del Woodstock de la mentelarazon

Hay cosas que sólo ocurren en el Hay Festival. Por ejemplo, bajar al desayuno del «bed and breakfast» y que se sienten en tu mesa el director de «The Guardian», el historiador Timothy Garton Ash y una de las novelistas más populares del país, Victoria Hislop. Todos sorben café, devoran huevos revueltos y comentan los últimos pecadillos de los diputados de Westminster. Y, tras acumular fuerzas, pasean hacia la pradera que acoge uno de los principales festivales literarios del mundo, que cerró este domingo la edición más exitosa de sus 22 años de historia.

Bill Clinton lo describió como el «Woodstock de la mente» y no exageraba. A lo largo de diez días, unos 120.000 visitantes han pasado por este diminuto pueblo de la frontera anglo-galesa para disfrutar de más de 400 actividades, entre charlas, debates y conciertos. La lista de estrellas invitadas es inagotable: de Desmond Tutu a Sarah Waters, pasando por Jane Birkin, Alan Bennet, Tony Curtis, Eric Hobsbawn o los hermanos Chapman. Y todo ello aderezado por un público tan erudito como entusiasta, capaz de descolocar al intelectual más curtido con sus incisivas preguntas.


La primera ciudad del libro

En el origen remoto de este fenómeno está Richard Booth. Hace medio siglo, este hombre de excentricidad típicamente británica se mudó a Hay para abrir una tienda de libros de segunda mano. Quienes le auguraron un porvenir de digna mediocridad no tuvieron en cuenta su talento para la autopromoción. Así, en 1977 se proclamó monarca del reino de Hay-on-Wye, la primera ciudad de los libros del mundo. Y, a partir de entonces, este pueblo de poco más mil almas se convirtió en la meca de «frikis» bibliófilos como él, hasta acumular una cuarentena de librerías de segunda mano en cuatro calles.

El siguiente ladrillo del auge lo puso Peter Florence en 1987, cuando invirtió los beneficios de una velada de poker en montar un festival literario. De nuevo, pocos creían que los escritores más prestigiosos aceptarían desplazarse a un lugar tan remoto, pero se equivocaban: en la segunda edición, convenció a Arthur Miller para que fuera la estrella. Y, poco a poco, el evento fue cogiendo envergadura: en estas dos décadas han pasado por aquí los oradores más prestigiosos, de Al Gore a Doris Lessing, pasando por Stephen Hawking, Gore Vidal, Paul McCartney, Ian McEwan o Gordon Brown.

Luego llegó la expansión global. Desde 2006, Hay se ha convertido en una multinacional con dos sedes en España (Segovia y Granada) y una tercera en Cartagena de Indias (Colombia). Así, ya es uno de los festivales más potentes del mundo, con más de 200.000 entradas vendidas en 2008. Además, a lo largo de este año los organizadores probarán suerte en Líbano y Kenia. Toda una revolución desde sus modestos orígenes que, según sus críticos, ha llevado a una excesiva mercantilización del certamen.

Sin embargo, el ADN del festival sigue marcado por la pasión por los libros. Si no, resulta difícil explicar que casi dos mil personas se apiñen en una carpa a las diez de la mañana para dar un recibimiento propio de una estrella del rock a Niall Ferguson, uno de los historiadores más prestigiosos del país. O que apabullen a preguntas a Simon Blackburn, profesor de filosofía de Cambridge, tras una sesuda charla sobre el ateísmo en los escritos de David Hume.

De hecho, el programa de esta edición fue de los más exigentes que se recuerdan. El eje central fueron los años que acaban en nueve. Para Florence, «cada década del último siglo ha culminado con cambios sísmicos» como el crack de Wall Street, el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, la caída del Muro de Berlín o el actual cataclismo económico. «Todas estas revoluciones retumban en el mundo actual», asegura Florence. «Lo que hacemos en Hay es invertir a fondo en una divisa que nunca se devalúa: las ideas», añade.