Valladolid
El valor de la ama de casa
Me lo reconocía, en una visita a Valladolid, la ministra de Igualdad, Bibiana Aído. El buen sentido y el esfuerzo de las amas de casa está siendo decisivo para afrontar la crisis. Son peleonas, son audaces. Ellas nos convocan, cada día, a la esperanza. Nos dan lecciones de valentía, de ilusión, de temple. Son ellas las que conciben y levantan, hasta olvidarse de sí mismas, a nuestros hijos. Ellas, las que mitigan cualquier sufrimiento, por extenuante que sea. Nada se entiende sin ellas, que son las que dan vida y más vida. Y, sin embargo, todavía hoy, una mujer puede ser vendida, esclavizada, mutilada, asesinada, sólo por eso: por ser mujer. La igualdad, dejémonos de vainas, es aún una utopía, en pleno siglo XXI. Aquí, en España, sin ir más lejos, entre las paredes del hogar, las mujeres, aunque trabajen fuera, siguen currando diez veces más que sus parejas o hijos. Pero es la mujer, sea brava, sea mansa, la que dignifica el hogar. Por eso, cuando sale la zorra o el pendón, se va todo para el carajo. ¡Qué falsos somos al invocar la igualdad! Sencillamente: no existe. ¡Queda tanto todavía para que la mujer tome, de verdad, las riendas de su destino! Sí, porque el mundo iría mejor si más mujeres mandaran de verdad. Aunque aquí, el que mangonea continúa siendo el hombre. Y el verdadero drama de la mujer es su imposibilidad para dedicarse a un trabajo cada día más exigente y, mientras, atender sus tareas de esposa y madre, en las que -se diga lo que se diga- es insustituible. Naturalmente, la situación se agrava con pensares, sentires y actuaciones machistas que no admiten -así se disimule-, la competencia de la mujer en el terreno profesional y también en el familiar. Conviene recordar, llegados a este punto, que la posibilidad de gestionar mal una familia es tan real como la de gestionar mal una empresa, con la diferencia de que a nuestros hijos no podemos despedirlos para después contratar a otros.
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