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«Estar ocioso es la única revolución del siglo XXI»

«No podéis servir a Dios y a Mamón», nos recuerda Mateo (6.24). Para el periodista y ensayista Antonio Baños, nuestro moderno culto a Mamón (dios bíblico de la riqueza) ha derrocado al humanismo gracias a la economía, que «se pretende ciencia cuando es religión llena de dogmas». Repleto de humor y cultura, «La economía no existe» (Los libros del lince) es un libelo imprescindible en el que Baños revela cómo el capitalismo nos ha convertido a todos al catecismo del dólar: «In gold we trust».

«Estar ocioso es la única revolución del siglo XXI»
«Estar ocioso es la única revolución del siglo XXI»larazon

-¿Qué es la economía?

-Una «ficción legitimadora», una mitología hecha de narraciones y metáforas que nos explican por qué debemos trabajar cada vez más horas y cobrar menos, por qué debemos competir en lugar de cooperar o por qué la felicidad va ligada al crédito.

-Pero la economía es neutral: ha existido siempre.

-En realidad, es puro esoterismo y nació con el Estado-nación y el método científico. El padre de la economía fue Adam Smith, que era profesor de ciencias morales, aunque irónicamente siempre ha existido un esfuerzo por separar la economía de la moral.

-Pues dice el consenso que la economía es una ciencia.

-De ciencia tiene las hechuras y, de la religión, su función de control y cohesión social. Sin los cuentos de la economía nos sería imposible irnos a dormir tranquilos.

-Cuentos necesarios para la vida...

-Son necesarios el comercio, la producción, el trabajo y la distribución de bienes. Que todo esto esté regido por unas supuestas «leyes científicas» es harina de otro costal.

-Si la economía es religión, ¿cuáles son sus tabúes?

-La economía, como cualquier relato mítico, es en sí misma un conjunto de tabúes. Quizá el más sangrante y aún sagrado para la humanidad es el del crecimiento a toda costa.

-La economía va aviada. ¿Se hunde el capitalismo?

-El capitalismo nunca podrá fracasar porque no tiene ningún objetivo final. Decía Deleuze que el fin único del capitalismo es ganar tiempo. Es un sistema totalizador cuyo triunfo es la eliminación de toda diferencia. El capitalismo se rige por la mutación y eso es lo que está haciendo ahora: mutar para sobrevivirse.

-¿Sabe algún economista qué pasa con la crisis?

-Tengo la horrorosa sospecha de que todos lo saben. Son como los antiguos chamanes: si todo va bien es gracias a la magia, por lo que es mejor no tocar nada. Si todo va mal, también es cosa de magia, así que es mejor no tocar nada. Por eso no se atreven a proponer soluciones, que pasan por modificar las reglas, y los economistas viven de proclamar las bondades de las mismas.

-Suena usted a keynesiano.

-Keynes era un señor que sabía latín. Hoy en día es muy difícil encontrar una figura de esa talla porque ningún economista se ha educado en el humanismo. Se consideran a sí mismos «técnicos». Y sólo con técnica no se cambia el mundo.

-Ahora se habla de «desaceleración» y de ocio.

-Permanecer ocioso es la única acción genuinamente revolucionaria en el siglo XXI. El mito del trabajo ha llegado a ser tan alienante que incluso la frase «es un profesional» se utiliza para definir moralmente a una persona. Estar ocioso es subversivo y sale barato.

-Sería muy difícil dejar de ser consumidores.

-Porque ya no somos ciudadanos, sino consumidores. Las protestas más feroces del hombre de hoy vienen cuando le pierden la maleta.

-¿Qué dice su madre de sus ideas?

-No entiende cómo he escrito un libro sobre economía si nunca he tenido ni un duro. Está preocupada por si algún día tengo que ir a pedir un crédito y me reconocen.