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Feliz Antinavidad

La Razón
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Ay, la Navidad, con su paz, su amistad y su buena voluntad. Ejem. ¿Paz? ¿Amistad? ¿Buena voluntad? Si la cosa consiste en cambiarse de ropa sin parar, lanzarse a los consabidos cócteles a decir obviedades, comprar docenas de cosas inútiles a contrarreloj y todo con una sonrisa zapateresca más tiesa que la mojama. Un pino es un pino es un pino, una bombilla es una bombilla es una bombilla, un belén es un belén es un belén.

Pero ojo al parche con los regalos. Que según la ong Ecologistas en Acción, cuando ya has logrado acordarte de la talla de pijama de tu hermano, el número de guante de tu madre y el color de corbata de tu marido, llevas tres cuartos de hora en una cola y estás en la caja a punto de pagar, tienes que declamar en voz alta y clara: «La ropa de mis regalos ha de ser de fibras naturales y respetar los derechos humanos». Y si los sufridores que tienes a tus espaldas se alborotan, que les zurzan. Porque, además, todos estáis incumpliendo el primer mandamiento de la Semana Anticonsumo (diríase Anti-Navidad) iniciada este lunes, que es: «Regalaré cultura, cultura y nada más que cultura». Así que suelta la ropilla y corre a la FNAC.

Y cuando ya tengas toda la parafernalia cultural antitóxica envuelta con sus lazos y perifollos y estés a punto de comerte el primer langostino, que bien ganado te lo tienes, no se te ocurra hincarle el diente al bicho sin recitar la siguiente cantinela: «El langostino procedente de la pesca provoca un gran despilfarro de otras especies marinas y si es de piscifactoría su cría suele destrozar los manglares. Lo juro por Greenpeace».

Y arrea, que viene la curva. Ya queda menos para la cuesta de enero.