Literatura

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«Good»

La Razón
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Reconozco que siento una cierta desconfianza hacia las obras de ficción relacionadas con el Holocausto. Salvo algunas excepciones notables, lo menos cercano a la realidad suele ser lo que obtiene un mayor éxito popular. Por ejemplo, «La vida es bella» es una comedia italiana agradable y simpática, pero no reproduce ni lejanamente lo que fue la Shoah. A decir verdad, resulta totalmente inverosímil. Algo parecido sucede con «El niño del pijama de rayas». Su final me resultó totalmente previsible desde, por lo menos, la mitad del libro y no terminé de creerme ni a los personajes ni la conclusión. Tiene mérito – más de lo que creen algunos – que una obra se convierta en best-seller, pero en el caso de «El niño…» no se puede atribuir ni por aproximación a que refleje con exactitud el Holocausto. Quizá por eso he quedado muy bien impresionado con «Good», una nueva película que acaba de llegar a nuestras pantallas. Quizá porque ni cae en lo heroico ni hace concesiones al ternurismo, no está despertando pasiones. Sin embargo, creo que es uno de los retratos más exactos de lo que sucedió con millones de alemanes bajo el Gobierno de Hitler. El protagonista de Good no es ni un nacional-socialista furioso, ni un resentido, ni un personaje retorcido en su maldad. A decir verdad, es un hombre común y corriente, profesor de literatura en la universidad y sujeto a debilidades humanas como el fracaso matrimonial o el intento de rehacer la vida. Incluso escribe una novela en la que aborda el tema de la eutanasia desde una perspectiva favorable, como una forma de progreso para una sociedad que no desea ver sufrir a la gente. Deseando tan sólo sobrevivir en una época difícil, el profesor se va deslizando lenta, pero inexorablemente hacia el abismo. De entrada, acepta que sus compañeros judíos sean excluidos de la universidad porque él conservará su puesto. Luego no verá mal que sus ideas sobre la eutanasia se utilicen para una película de propaganda –un hecho real, por cierto– en la que se justifica el asesinato recurriendo a la compasión. Ocasionalmente, intenta ayudar a un judío amigo suyo e incluso lamenta su desgracia, pero ese malestar ni lo redimirá ni servirá de nada. Poco a poco, sin entusiasmo, pero sin resistencia, se ha entregado al mal y ya resulta imposible dar marcha atrás. Así sucedió con millones de alemanes durante el III Reich. También es el caso de miles de vascos que no movieron un dedo frente al Gobierno del PNV o las acciones ETA; o el de los catalanes que no dijeron nada al ver cómo miles de profesores debían abandonar Cataluña a causa de la inmersión lingüística o el de miles de socialistas que sienten repugnancia ante la defensa del aborto de Aído o el respaldo dado al doctor Montes. La inmensa mayoría no hubiera apretado un gatillo o impuesto la expulsión del castellano de las aulas o sedado a un enfermo hasta producir su muerte. Incluso interiormente, es posible que hayan pensado que esas conductas eran excesivas y las lamentaran. Pero no las resistieron y así el Mal siguió avanzando. Como en el III Reich. Ése y no otro es el mensaje de Good, el de que el Mal triunfa no tanto por los malos como por los indiferentes y los buenos que no obstaculizan su avance.