Jaén

El eterno debate sobre el cachete «por tu bien»

A MARÍA LE HAN PERDONADO la pena de alejamiento que le impuso un juez por dar un bofetón a su hijo. Pero cada mañana se levanta con el miedo de que le separen de él. ¿Puede una madre dar un cachete a su niño?

El eterno debate sobre el cachete «por tu bien»
El eterno debate sobre el cachete «por tu bien»larazon

La trastada de David (una más), empeñado en no hacer los deberes. Su osadía de lanzarle una zapatilla a su madre. La huida enrabietada al cuarto de baño. Un portazo. La impotencia de María Dolores, que corre detrás de su hijo. Una mano que vuela, colleja al canto. Zas. Hasta aquí, la intrahistoria que se escribe entre las cuatro paredes de tantos y tantos hogares. A continuación, el drama de la familia Moreno Saliente. De José Domingo, albañil, y de María Dolores, ama de casa. Sordos los dos. El niño que se golpea con la nariz en el lavabo. Sangre. Un profesor que, al día siguiente, ve los restos del golpe: «Te vienes conmigo al médico». Un parte de lesiones: hematomas en el cuello. Y derechitos al juzgado. Mucho tiempo después, el juicio. Un magistrado que interpreta la ley al pie de la letra: 67 días de cárcel para la madre y un año de alejamiento de su hijo... dos años después de la agresión. ¿Por qué? El niño pide que no echen de casa a mamá; hace mucho tiempo que la ha perdonado. También lo hace el Gobierno, que el pasado martes, apenas 76 días después de que se comunicara la sentencia, aprueba el indulto. Dolores no tendrá que hacer las maletas. La depresión de María El tortazo, la colleja, el sopapo de María Dolores Saliente a su hijo David una tarde de octubre de 2006, en su casa de Pozo Alcón (Jaén), se ha convertido, quién se lo iba a decir, en el símbolo de ese debate nacional que ni las leyes ni los jueces han conseguido apagar: ¿es lícito dar un bofetón a un hijo? ¿Es una colleja una versión, en minúscula, de malos tratos? Por desgracia, en la casa de María el único debate que hay sobre la mesa es cómo encontrar fuerzas para repintar las paredes y acabar con ese incómodo olor a humedad que dura ya demasiado. Desde que a la madre le dieron aquel susto de muerte, desde que se llevó el berrinche de su vida (¡voy a estar un año sin ver a mi hijo!), ha entrado en un estado de letargo -depresión lo llamaría un psicólogo-, que le impide ocuparse de las tareas más urgentes de su hogar. Pintar es una de ellas. La otra hacerse a la idea, en el silencio casi sepulcral que la acompaña en todas las horas de su existencia, de que la amenaza ya ha pasado de largo. Que puede coger, de una vez por todas, la brocha y el cubo. «Está muy nerviosa. Piensa que van a entrar un día por la puerta y se van a llevar a su hijo», relata al otro lado del teléfono María Josefa García, su vecina de enfrente en la calle Barranco de Pozo Alcón. Y también su hombro durante todo este tiempo. «El otro día vino una asistente social, y la pobre no se quita de la cabeza la idea de que pueden decirle que no es una buena madre por tener la casa sin pintar. Pero no encuentra las fuerzas. Necesita una ``mijica de ayuda¿¿ psicológica. Ya». Aunque María no se haya hecho a la idea, el peso de la ley es sólo una sombra que ha pasado de largo. Pero queda el resto. Su madre enferma de alzhéimer, de la que tiene que cuidar. Su marido, recién operado y aún de baja. El pequeño David, siempre tan inquieto. Y unos ingresos económicos que no llegan a los mil euros. Sin ser sordomudos completos, tanto María Dolores como José Domingo necesitan de los gestos y de los vecinos para poderse comunicar con el mundo. No le ocurre así a su hijo David, de 12 años, y a su otro hermano, de seis, que no padecen esta discapacidad. «Tienen el apoyo de todo el pueblo», presume su vecina María Josefa. En Pozo Alcón, realmente, no hay debate que valga. 3.000 de los 5.500 vecinos firmaron a favor de que se conceda el indulto. El azote y el diálogo ¿Es lícito darle un cachete a un hijo? Cada vez que le plantean esta pregunta -y van ya unas cuantas veces-, el Defensor del Menor de Madrid, Arturo Canalda, recurre a un ejemplo que todos entienden. «Si ves que tu niño de cuatro o cinco años está a punto de meter los dedos en un enchufe, ¿qué se supone que debes hacer? ¿Dialogar con él? ¿Decirle que es peligroso? En lo que le has explicado la Ley de Ohm y le aclaras que la intensidad en amperios es igual a la diferencia de potencial en voltios partido por la resistencia en ohmios, el chico se te ha electrocutado. Lo que haces es darle un azote en el culo para que aprenda. ¿Es eso pegar a un niño? No, eso es evitar un problema». Dicho esto, Canalda traza una frontera, como Defensor del Menor y como padre de seis hijos: «Esto no significa que los problemas haya que resolverlos a bofetadas. El padre que tenga la necesidad de hacerlo tiene un problema y debe solicitar ayuda. A los niños no se les pega». ¿Nunca? Según el Gobierno y la mayoría de los diputados, no. A finales de 2007, el Congreso aprobó (con los reparos de PP, PNV y CiU) suprimir del Código Civil la posibilidad de «corregir razonable y moderadamente» a los niños. El ponente y máximo impulsor de la bautizada «enmienda anticachete», el socialista Mario Bedera, cree que la única pretensión de la reforma era eliminar el último resquicio legal que amparara el castigo físico a los niños. Lo de si se puede o no dar un cachete es otra historia. «Yo tengo una hija de 9 años y claro que alguna vez le he tenido que dar un cachete -admite-. Pero ése no es el debate». «Mis padres me pegaban» Los ciudadanos no lo tienen tan claro. Según el CIS, casi seis de cada diez españoles suscriben la afirmación de que «a veces es imprescindible pegar a un hijo para educarlo». Es lo que, explicado en román paladino, se ha convertido en una suerte de precepto para muchos: «A mí mis padres me daban bofetones y no he quedado traumatizado. Me ha servido para respetarlos». En la asociación de defensa de los derechos del niño Prodeni han escuchado muchas veces esta declaración de intenciones. «Es el argumento de la impotencia -responde su portavoz, José Luis Calvo-. Al igual que los maestros ya no pegan a los alumnos, también el bofetón en casa se acabará erradicando». El senador Bedera pone otro ejemplo: «Ahora nadie discute que, en ninguna circunstancia, se puede pegar a una mujer. Con el cachete paternal pasará lo mismo». En este sentido, muchos perciben ya un cambio de mentalidad. María José Martínez Bonillo, directora pedagógica del colegio bilingüe Granada College, lo hace basándose en la experiencia del día a día: «A estas alturas todos sabemos que pegar a un hijo sólo sirve para que esa persona que está enfadada se desfogue, y sólo genera más agresividad». Y aquí llegamos a uno de los terrenos neutrales del debate en los que hay más consenso: a la larga, levantar la mano a los hijos no tiene efectos beneficiosos. Ni para la madre ni para el menor. Más allá, se entiende, de la teoría de los dedos y del enchufe. Y en muchas ocasiones es peor el remedio que la enfermedad. Al cuarto a reflexionar Jesús Ramírez, psicólogo infantil y juvenil, reconoce que sus dos hijos se han llevado alguna vez un cachete («¡esto no es maltrato, bajo ningún concepto!»), aunque defiende que como método educacional, como recurso fácil, el bofetón «por tu bien» tiene poco que aportar. Vamos, que los padres de mano suelta y zapatilla volandera van por el camino equivocado. «Tiene la ventaja de la inmediatez, para que el padre o la madre suelten la energía negativa que llevan dentro, pero el castigo siempre es contraproducente -explica-. Es mejor educar al niño por la técnica del premio». Premio, diálogo, estímulo... y al cuarto a reflexionar. Meros fuegos de artificio, según muchos padres, propios de los psicólogos. Ramírez llama a las cosas por su nombre: «No conozco a ningún padre que no le haya dado alguna vez un cachete a su hijo. Pero ése no es el problema. Lo malo es cuando se educa con la mano». A María Saliente, desde luego, aquel sopapo no le ha servido más que para darle disgustos. Su hijo, David, siempre tan travieso, tiene claro cuáles son sus prioridades. «``El David¿¿ se da cuenta de todo, por supuesto -explica su vecina María Josefa-. Ha ido por el pueblo diciendo: ``¡A mi madre no van a meterla en la cárcel¿¿!».