Carreteras
La calor
En julio, a las aves no les falta comida. Y si no la encuentran entre los autóctonos siempre hay turistas por las terrazas
No es en mayo como cuenta el hermoso romance cuando hace «la calor», la calor de verdad cuando la hace en Madrid es en el mes de julio. Más que en agosto, más bochornazo y con noches muy cortas que no acaban de despegarse del sudor. En agosto alargan y hasta en un descuido te meten un relente en los riñones.Encima, la ciudad sigue llena de gente y de coches y este año con lo de la crisis aún serán menos los que marchen, que todos los años se dice que se van, que nos vamos, menos, pero la gente se sigue yendo. Ya lo creo. En cuanto puede. El calor resulta agobiante para los humanos, pero los pájaros saben bien donde refrescarse. Conocen los puntos de agua y ellos no distinguen entre público y privado. Cualquier fuente les vale. Se aprovecha una boca de riego o una piscina. En julio, además, no les falta comida. Y si no la encuentran entre los autóctonos siempre hay turistas por las terrazas. Es el momento de máxima concentración de aves porque en estos momentos las poblaciones, con todas las crías ya volanderas, se encuentran en sus máximos. Las escuadrillas de vencejos alcanzan su momento álgido y sus chillidos son el sonido más exacto del verano y de la canícula. Pero les sorprenderá que haya ya algún emigrante estival pensando en darse la vuelta. Es el caso de los cucos adultos, cumplida ya su misión de «ocupas» regresan a sus territorios africanos.Los gatos siguen poniéndose las botas, pero menos. Los volantones ya no son tan inocentes.
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