Nueva York

«La ciudad a la que siempre se regresa» por Esther Jaén

«La ciudad a la que siempre se regresa» por Esther Jaén
«La ciudad a la que siempre se regresa» por Esther Jaénlarazon

Viajera impenitente, dudo entre varios destinos exóticos al preguntarme por el viaje de mi vida. Pero sólo hay un lugar donde siempre regreso, en cualquier época del año, pese a sus temperaturas extremas; con sus rascacielos inabarcables, sus calles atestadas de gente y su rica mezcla de todos los colores, razas y credos, sus neones, sus olores y su indudable magnetismo: Nueva York, donde siempre se regresa, porque siempre te ofrece algo nuevo y sorprendente. Toneladas de asfalto y hormigón envuelven al viajero que pisa por primera vez la gran manzana, hasta hacerle sentir continuamente dentro del decorado de una película. No es extraño, porque en Nueva York se ruedan hasta 600 películas al año. La primera vez que pisé Manhattan, seguí boquiabierta el ritual del turista a tiempo completo: subí al Empire State, visité la estatua de la libertad, pateé la Quinta Avenida, Central Park, los magníficos museos, sus tiendas en permanentes rebajas... Todo era nuevo: los neoyorkinos, sorprendentemente amables; los restaurantes, con múltiples ofertas culinarias y cocinas exóticas del mundo, convierten en mito lo de la comida basura, francamente fácil de esquivar. Me fui con la sensación de que me quedaban infinidad de cosas por hacer allí. Desde entonces han pasado 17 años y sigo descubriendo Nueva York y su oferta ilimitada: cultural, comercial, deportiva, gastronómica, arquitectónica e incluso antropológica.