Santiago de Chile
Barajas al borde del colapso
Si uno se pone enfermo después del día de Nochevieja cuando tenía que haber ido a trabajar corre el riesgo de que le cuelguen el sambenito de «sospechoso». Ayer, un tercio de los controladores aéreos que deberían haber estado trabajando en Barajas presentaron ayer la baja por enfermedad, lo que provocó retrasos de varias horas en la mayoría de los vuelos. La falta de personal en la torre de control obligó a operar sólo en dos de las cuatro pistas con las que cuenta el aeropuerto madrileño.
Fuentes de AENA explicaron que siete de los 23 controladores que tenían que prestar servicio en el turno diurno de ayer no acudieron a sus puestos y debido a las fiestas de Navidad no ha sido posible encontrar sustitutos.
Para agilizar las operaciones, AENA decidió operar únicamente en las dos pistas izquierdas del aeropuerto: la 33L-15R y la 36L-18R. La misma fuente aseguró a este periódico que no tenían «conocimiento» de que se tratara de «una huelga» ni que existiera «ningún tipo de conflicto» entre los controladores aéreos. «Sólo tengo conocimiento de las siete bajas», insistía.
Sin embargo, fuentes aeroportuarias indicaron a Efe que se esperaba que durante la primera semana del año hubiera falta de personal en la torre de control de Barajas debido a un conflicto laboral. Un grupo de controladores habría decidido iniciar una serie de movilizaciones para presionar en la negociación de sus reivindicaciones y habrían dejado de «hacer la prórroga de jornada laboral» que acordaron los representantes de la Unión Sindical de Controladores Aéreos (USCA) y el Ministerio de Fomento en julio de 2007.
De hecho, varias compañías aéreas informaban ayer a sus clientes de que la causa de los retrasos se debía a «una huelga en la torre de control».
Mientras el organismo público aseguró que el retraso medio de los vuelos a las 20:30 horas era de 48 minutos, en el aeropuerto había ayer gente esperando desde hacía «varias horas» y algunas compañías cancelaron varios de sus vuelos internacionales para hoy. Era el caso de Julia, una arqueóloga que hoy debería estar trabajando en Panamá. Su vuelo tenía que haber salido a las doce del mediodía pero después de «tenernos dos horas dentro del avión» les obligaron a abandonar la aeronave «sin decirnos nada».
En el caso de Juan, estuvo esperando más de nueve horas la llegada de su mujer procedente de Jerez de la Frontera. O el de tres chicos que dudaban poder llegar hoy a sus puestos de trabajo, en la Antártida, ya que «sospechaban» que su vuelo a Santiago de Chile iba a ser cancelado.
✕
Accede a tu cuenta para comentar