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La plaga de los «Fritzl»

La plaga de los «Fritzl»
La plaga de los «Fritzl»larazon

madrid- «Monstruo», «carcelero» y ahora «Fritzl». Los medios de comunicación han buscado sobrenombres que ayuden a tranquilizar la conciencia colectiva, epítetos que se quedan cortos para referirse a una maldad tal que ni la demencia puede justificar. Ahora bien, ¿estamos ante casos tan excepcionales? Poco después de anunciarse la cadena perpetua para Josef Fritzl por secuestrar durante 24 años a su hija, violarla en miles de ocasiones y haber engendrado siete hijos, se ha podido conocer que la pesadilla de Amstetten no se ceñía a territorio austriaco: en Colombia, Arcedio Álvarez, de 68 años, y ahora conocido como el «monstruo de Mariquita» (nombre de la localidad en la que residía), violó durante cerca de 30 años a su hija, con la que tuvo ocho niños; mientras, en Italia, el turinés Michele Mongelli, de 64 años, abusó sexualmente de su hija durante un cuarto de siglo con la complicidad de otro vástago. Sin diagnóstico «Son casos extremadamente raros y, por contagio de los medios, se destapan ahora cuando permanecían ocultos», comenta el psiquiatra forense José Cabrera. No sólo no estamos ante enfermos mentales «sin ningún trastorno o eximente psiquiátrico». «Gente como Fritzl es inteligente, pero manipuladora, capaz de compaginar una vida personal anómala con una vida social normal». De hecho, «Fritzl tiene una buena formación académica». Y el carcelero «sabe distinguir perfectamente lo justo de lo injusto». «No hay un diagnóstico psiquiátrico. Los especialistas habrán estimado que padece trastorno de la personalidad, pero por decir algo», apunta Cabrera. Álvarez y Mongelli no fueron los primeros «discípulos» de Fritzl: el polaco Krzystof B., de 46 años, está siendo juzgado estos días en Bialystok por explotar sexualmente a su hija durante 24 años, dando como resultado dos hijos-nietos. ¿Existe explicación? «Son personas con un concepto de la propiedad extremo con respecto a la mujer. Es una reminiscencia primitiva: el hombre de Altamira, hace 40.000 años, poseía tantas hembras como podía, incluyendo a sus propias hijas. La situación ha evolucionado, pero algunos se han quedado anclados», comenta el psiquiatra, que estima que estos «monstruos» sólo padecen «impulsividad y cierta agresividad. Son vegetativos: sólo les importa su placer personal». Y en cuanto al arrepentimiento mostrado por Friztl, considera que «es un puro teatro social. Sólo le avergüenza la situación». El mayor cómplice «Más del 80% de los abusos a menores son por parte de allegados, pero el 50% los perpetra la figura paterna. Y el silencio familiar es el mayor cómplice en el 86% de los casos», comenta la psicóloga Margarita García Marqués, fundadora de la Asociación para la Sanación y Prevención de Abusos Sexuales en la Infancia (Aspasi). En los años que lleva tratando a víctimas de abusos (los interesados en contactar con Aspasi pueden hacerlo en el teléfono 91 311 23 76), nunca ha visto un caso como el de Fritzl. Pero no han sido raros los incestos en «niños recluidos»: «Van de casa al colegio y de colegio a casa. No pueden salir del domicilio ni tener amigos. Son como la pareja del padre», afirma. Y el daño que sufren, incalculable: esquizofrenia, bulimia e intentos de suicidio. ¿Cuántos incestos no llegan a salir a la luz? Pepa Horno, coordinadora del departamento de protección de derechos de la infancia de Unicef, señala que algunos estudios detectan más casos en África e Iberoamérica, donde entre el 30 y el 40% de los menores han podido sufrir abusos. Pero la situación «no se debe a razones culturales»: «Son países que no cuentan con sistemas de protección» para prevenir los casos, apunta. Un ejemplo: el «monstruo de Mariquita» podría quedar en libertad por su edad y por no existir la cadena perpetua en Colombia para los abusadores sexuales. En la UE tampoco se puede bajar la guardia: el 20% de los menores sufre abusos. Y, según un informe elaborado por la Universidad de Salamanca, el 23% de los niños y el 17% de las niñas de nuestro país también los padecen. Por contra, en 2007 sólo se denunciaron unos 3.800 casos. Desgraciadamente, quedan muchos «Fritzl» por desenmascarar.