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Las tinieblas

La Razón
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He leído el formidable artículo de Gabriel Albiac «Siempre en tinieblas». La tragedia del África negra, de imposible alivio. En el Congo, como en Ruanda, los hutus y los tutsis. Su única razón de ser, despedazarse los unos a los otros, buscar el exterminio, la desaparición del clan adversario. Sin ser hutus, los nazis y los estalinistas intentaron lo mismo, con la nación hebrea y los rusos no sometidos. Esa perversidad del clan está también en los nacionalismos, pero en África se convierte en la única razón de ser. Y mientras sobrevivan un hutu y un tutsi, el odio seguirá establecido en aquel continente prodigioso, que no ha demostrado merecer la descolonización. En Sudáfrica, la nación más rica y desarrollada de África, también el odio está presente. El «hoxsha», descendiente de los esclavos que holandeses e ingleses llevaron hasta allí para trabajar en las minas, odia al blanco. Y el zulú, odia al «hoxsha», al que considera indigno de vivir y gobernar a «los hijos de Dios», que son ellos. Un zulú, cuando se refiere a un nativo de otra raza, lo hace con desprecio: «Esos negros». Tengo en la memoria el esquema sudafricano que nos resumió a un grupo de periodistas españoles el príncipe zulú, Buthelesi, en su horrible palacio de Ulundi, en la provincia de Natal. «Sudáfrica es una nación blanca. Excepto unas pequeñas colonias de bosquimanos que vivían en los bosques de la zona del Cabo de Buena Esperanza, Sudáfrica era una nación sin habitantes cuando fue colonizada por los portugueses, holandeses y posteriormente los ingleses. Hasta que llegaron a Zululandia, lo que hoy se dice Natal. Ahí nos enfrentamos, acabamos con sus ejércitos y alcanzamos finalmente un acuerdo de mutuo respeto y colaboración. Pero los blancos, responsables de las riquezas de esta nación, son también los culpables de sus miserias. Nos llenaron Sudáfrica de negros de otros países, que son los que ahora nos pretenden gobernar, Y eso, los zulúes, no lo vamos a tolerar. Con los blancos, todo. Con los ``hoxhas¿¿, nada. Ellos nos quieren matar y nosotros nos defenderemos matándoles a ellos. Díganlo en España y en Europa. Mientras haya un ``hoxsha¿¿ en el Gobierno, habrá un zulú para derrocarlo». Las palabras sintéticas y frías de Buthelesi nos dejaron perplejos. Con una naturalidad pasmosa, Buthelesi nos regaló el discurso más racista oído por mí hasta entonces. No quiso entrar en el debate elemental del negro contra el blanco y viceversa, porque los zulúes no son negros, sino hijos elegidos por Dios. Los negros son los demás. Por ello, entre el zulú y el blanco, sea «boer» holandés o descendiente de ingleses, conforman un mismo bloque contra los demás sudafricanos, hijos de los negros esclavos y de los inmigrantes. Y me entristeció pensar que esa nación prodigiosa jamás perdería su cosecha de odio, que se siembra día tras día, más desde el racismo de los negros que de la superioridad ficticia de los blancos. «El día que los blancos dejen el poder a los negros, Sudáfrica será una hoguera de muerte, rencor, destrucción y venganza». Buthelesi estudió en Oxford. «Entre negro o inglés, prefiero ser inglés, nunca negro». Pues eso, Gabriel. Siempre en tinieblas. El horror. Es África.