Pekín

Los primeros grandes problemas para un país que crece al 7% y tiene la mayor reserva de divisas

La Razón
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El Gobierno chino fue uno de los primeros en anticiparse a la crisis. Tanto es así que el primer paquete de rescate ya ha puesto en circulación en torno a 600.000 millones de dólares, dinero destinado a infraestructuras, créditos blandos para empresas, proyectos «verdes», seguros sociales y a ayudas al sector agrícola, entre otras muchas cosas. Una de las apuestas más originales de Pekín es devolver al campo el protagonismo de antaño: ya que no hay mercados que absorban todos los productos «made in China», el Gobierno pretende recolocar la mano de obra restante en los sembrados y arrozales, para evitar que, al menos, nadie pase hambre. El desembolso más importante redundará, en todo caso, en la gran obsesión de las últimas tres décadas chinas: las obras públicas. El ambicioso plan incluye faraónicos trenes de alta velocidad de norte a sur del país, infinitas autopistas, así como la mayor inversión en ferrocarriles y carreteras que ha visto el mundo desde la efectuada por Estados Unidos a principios del siglo XX. Todo acompañado de importantes inversiones en Defensa, una partida poco transparente y en la que desde hace varios años nadie sabe a ciencia cierta cuánto se está incrementando el gasto. Finalmente, el Partido Comunista pretende renovar la vieja promesa de crear una mínima red de asistencia sanitaria pública. El plan de rescate– ha adelantado el Gobierno– podría ir engordando a medida que avanza la crisis. Cualquier esfuerzo es poco para que no se seque el «milagro económico», la única pata sobre la que se sostiene el totalitarismo chino. En su particular batalla contra la crisis, China cuenta con un as en la manga: la mayor reserva de divisas de mundo (2 billones de dólares). Tras tres décadas de ahorro, el gigante no necesita endeudarse para financiar un gasto público que, según los expertos locales, debería incrementar en torno a tres puntos el PIB de 2009. China está sufriendo la crisis más de lo que se pensó en un primer momento. A pesar de que su sistema bancario apenas quedó salpicado por el derrumbe financiero, su extrema dependencia ante las exportaciones y la inversión de Occidente está arrastrando a la ruina a miles de compañías y consorcios. Fábricas con capital local están echando el cierre y las multinacionales efectúan despidos masivos. Frente al optimismo de las cifras oficiales, la Academia China de Ciencias Sociales asegura que el desempleo rondaría ya el 9,4% y unos 20 millones de obreros han tenido que volver ya al campo. Pekín revisa a la baja periódicamente sus previsiones macroeconómicas, que pronostican un 2009 en el que el PIB crecerá por debajo del 7%.