Honduras

Nostalgia

La Razón
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Lo dice la prensa desde hace unos días: la cosa está mala y no hay más tutía. Echan a cuarenta, dice la vecina; hay malas noticias desde la oficina. La vuelta en septiembre impone respeto, verán cuando pasen los días de asueto. Se monta en Honduras un golpe de Estado, esto que creíamos algo superado; desde que está Obama algunos olvidan que no sólo moscas a golpes derriban. La selección pierde en semifinales ¿nos lleva Del Bosque hacia antiguos males? No sé si habrán notado algo raro. Ante la situación tan poco alegre que vivimos, he experimentado una metamorfosis: mi prosa, normalmente torpona, imprecisa y áspera, ya no fluye con la dificultad de antes; ahora, en cambio, me es más fácil escribir y lo hago otra forma. No escribo en verso común ni según los cánones de la poesía clásica, pero tampoco escribo en prosa. Miren, miren lo que me sale al hablar de la situación: «se funden los polos, la pasta escasea, las colas del paro inundan aceras; la crisis empuja al pájaro en mano y a pasar en casa todito el verano». Y así todo el rato, figúrense, un tormento. Voy al mercado y no me limito a llevarme una bolsa de kiwis, sino que pido «tres peras de agua, cuatro nectarinas, un melón pequeño y paraguayas finas; gambas arroceras, una lenguadina, un poco de mero, ¿le quedan coquinas?» ¿Lo han visto? Todo así. Un infierno. He ido al doctor muy preocupada, temiéndome lo peor: un reblandecimiento del lóbulo cerebral del lenguaje escrito, una regresión al siglo de oro, una identidad psicótica dominada por el deseo de emular al letrista de Mecano. También podía ser algo bueno, me dije; quizás se trate de una pasajera posesión del espíritu de Muñoz Seca, a ver si hay suerte. Pero el médico me ha tranquilizado y me ha dicho que no, que tranquila, que no es eso lo que me pasa. Vd. habla en tanguillo, me ha dicho, y eso tiene una explicación: a Vd lo que le pasa es que, visto el ambiente, añora a alguien que le quite hierro a la realidad por sevillanas. A Vd. lo que en realidad le pasa es que echa de menos a Pepe Da Rosa. Y no le falta razón, la verdad.