Industria de Moda

Pantoja habla en una revista gay

La Razón
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Puede que al posar y hablar para el número de enero de «Zero» Isabel pretenda quitarle hierro a las siete páginas del pasado «¡Hola!», donde concedió más una exculpación que una entrevista. Su íntima, Chelo García Cortés, ya consagrada como protectora del famoso necesitado de tutela, fue un buen paño de lágrimas para la doliente, apenada y nada creíble Isabel Pantoja. Tarde, mal y trincando, que de eso se trata. Aunque era la crónica de una exclusiva anunciada después de un año de mutismo, cerrazón y actitud desafiante frente al mundo. Aseguran que ahora nada en el mismo trámite, aunque buscando en «Zero» el polo opuesto al boletín oficial del corazón en que Sánchez Junco ha transformado la revista de sus ojos, madre de las siete versiones internacionales que llegan ya a Rusia o Turquía. Es «lo más» en publicaciones dedicadas a exaltar la cara bonita de un mundo cruel, ese del que con sinrazón se queja la folclórica. Como también debe de hacerlo el encarcelado Julián Muñoz, que en año y medio de prisión sólo recibió dos visitas de la presunta pero ya muy cuestionada amante. ¿Qué sentimientos tiene, de qué está hecha, para poder soportar semejante alejamiento cuando tiene autorización para un vis a vis mensual? Ni fabricada con hielo, ella, que tanto coraje vuelca sobre la escena. Estupefactos nos tiene, especialmente al insistir en que «sigo queriendo a Julián». Extraño cariño éste que le permite estar mano sobre mano mientras el otro se consume y la añora tras los muros. Daría para una nueva copla, y más bien suena a desaire «poetizao» por Rafael de León.

 

En la Milla de Oro

Y, mientras hacen apuestas sobre si esta Navidad saldrá Muñoz de la cárcel con permiso temporal, los demás disfrutan al ver la Milla de Oro madrileña convertida en una pasarela social. Ortega y Gasset sirve como escenario de los paseos de Isabel Preysler, que camina grácil por Giorgio Armani –donde Fran Rivera compra Armani Jeans–, o Marisa de Borbón, que ojea en el Rafol's de Montse Fraile. Un lujazo de tienda tal que las enriquecidas piedras duras de Vasari, los anillazos de Pomellato, los coloristas estampados del recién instalado Missoni, los acolchados de Chanel o el chic de Valentino, que el 23 de enero se despide de la alta costura. Llegarán nostálgicos de todo el mundo para llorar con el italiano que tantas españolas tuvo, como Nati Abascal y Rosario Nadal. Mientras, los paparazzi montan guardia permanente en el barrio de Salamanca a la caza y captura para difundir imágenes casi inéditas del famoso que no puede escabullirse como no sea escondido entre bolsas. Un espectáculo de lo más gratuito.