Buenos Aires
Pasión y vanguardia de Miguel de Molina
Se expone por primera vez en Madrid el legado de una de las grandes voces de la copla, que murió en Argentina tras haber sido forzado al exilio.
Cuando la copla cantaba sólo en femenino, Miguel de Molina (Málaga 1908- Buenos Aires 1993) se apoyó en el quicio de la mancebía (efectivamente, sirvió en un prostíbulo, donde descubrió su escaso interés sexual por las trabajadoras del local) y empezó a derrochar su arte por zambras y tablaos, hasta que Madrid y Valencia le abrieron las puertas de sus teatros. Para la leyenda quedarán sus exilios forzosos (por haber militado en el bando republicano y a causa de su homosexualidad) y una vida azarosa a la que le cuadraba tan bien aquella letra que tantas veces entonó: «El día que nací yo, que planeta reinaría. Por donde quiera que voy que mala estrella me guía»; pero desde ayer y hasta el próximo 17 de mayo su fundación y la Comunidad de Madrid reivindican a un artista de vanguardia en la muestra «Arte y provocación» que ocupa ya el complejo cultural El Águila. Amigo de Lorca y Manolete «Fue innovador desde el diseño a la escenografía, todo lo que llevaban sus espectáculos eran pura vanguardia y modernidad», asegura Manuel de Gotor, comisario de la muestra. Esa iconografía nunca pudo llegar a sus experiencias cinematográficas en España (los mediometrajes «Luna de sangre» y «Manolo Reyes», de 1944) a causa de la censura. Ya en Buenos Aires protagonizó «Ésta es mi vida», que si bien no mostraba sus verdaderos detalles biográficos, reflejaba su principal pasión: «Y en verdad esta es mi vida, porque llevo el teatro en el alma con la misma alegría que llevo en los labios una canción», como puede leerse en la pared que la bienvenida al visitante de la muestra. Gracias a la abundante correspondencia que se ha conservado sabemos de su buena relación con Jacinto Benavente, que Lorca retocó algunas de sus letras... También observamos en la amplia colección de autógrafos palabras cariñosas como las de María Félix, Manolete, Agustín Lara o la misma Eva Duarte de Perón, Evita, a quien le debió su segunda y definitiva vuelta a Argentina, como nos explica Alejandro Salade, sobrino del intérprete y presidente de su fundación: «En el 42 se exilió a Argentina, donde supo labrarse la expectación suficiente para lograr un éxito clamoroso. En el 45 fue expulsado por orden de la embajada española. Después fue a México, donde también triunfó, pero tuvo que marcharse porque estaba en medio de las disputas del sindicato de actores dominado por Cantinflas y Negrete. Gracias a una carta que envió a Eva Perón pudo establecerse de nuevo en Argentina, donde murió. Sólo volvió a España en el 57, donde actuó en las Fallas y Madrid (en Florida Park y el Albéniz)». Hasta 1992 no volvió a tener buenas noticias de España, cuando le concedieron la Cruz de Isabel La Católica. Entonces escribió: «Cuando me dieron la noticia, no pude por menos que recordar aquella paliza de 1939 en la Castellana, las persecuciones, la prohibición de trabajar, el secuestro de mis películas, el exilio. ¡Haberme robado los mejores años de mi vida...! Como tantas cosas, aquella condecoración también había llegado demasiado tarde». Esta exposición es otro gesto para rescatar la memoria de un hombre marcado por la heterodoxia, que también ha sufrido el desprecio de un género condenado hasta hace poco al olvido como la copla. El homenaje definitivo con la repatriación de sus restos a España no se producirá, a pesar de que la Diputación de Málaga había comprado un masuleo para que descansara definitivamente en España. El gesto de la Diputación se hizo sin haber contado con la opinión de su familia. Su hermana se opuso hace unos meses y ayer su sobrino recalcaba que «recuperar la Memoria Histórica no es repatriar cadáveres, sino dar a conocer su obra». Y subrayó que «la familia es la que tiene la decisión y creemos que su lugar está en la ciudad que le dio libertad. Está enterrado donde quería: en el panteón de actores de La Chacarita.
✕
Accede a tu cuenta para comentar