Nápoles

Todo el barroco napolitano

El impresionante vestuario es uno de los elementos clave de la puesta en escena de esta ópera
El impresionante vestuario es uno de los elementos clave de la puesta en escena de esta óperalarazon

«Partenope»De Leonardo Vinci (con intermedios cómicos de Domenico Sarro). Voces: Sonia Prina, Maria Grazia Schiavo, Maria Ercolano, Stefano Ferrari. Dir. musical: A. Florio. Orquesta Barroca de la Cappella della Pietà de' Turchini. Dir. escénica: G. Tambascio. Auditorio Ciudad de León, 17-III-2009.Dentro de las actividades impulsadas por el Ministerio de Cultura a través del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música (Inaem) en colaboración con el Ayuntamiento de León, como preparación para el futuro Centro de las Artes Escénicas y las Músicas Históricas, el punto culminante lo ha constituido la recuperación de la ópera seria «Partenope», ofrecida el pasado martes en el Auditorio Ciudad de León (aunque hubo un preestreno el sábado en el Teatro Bérgidum de Ponferrada). Nacido entre 1690 y 1696 en Strongoli, en la región de Calabria, y muerto en 1730, el compositor Leonardo Vinci (curioso tocayo del célebre artista del Renacimiento) forma, junto a Scarlatti y Leonardo Leo, el triunvirato de nombres más representativo de la riquísima escuela barroca napolitana, y su obra más conocida es «Li Zite ‘n galera», la ópera bufa más antigua cuya partitura se conserva completa. El libreto de la obra –que no se representaba desde hacía más de 280 años– fue dedicado por Silvio Stampiglia a la virreina de Nápoles, la duquesa española de Medinaceli, y es una loa a la fundadora de la ciudad, descendiente, según la leyenda, de una sirena que, tras ser engañada por Ulises, encontró refugio en el mar Tirreno. Delirante fantasíaLa versión operística está llena de enredos amorosos, sobre los cuales el siempre imaginativo Gustavo Tambascio ha creado un espectáculo magnífico. La escenografía en «trompe-l-oeil» de Ricardo Sánchez Cuerda, el vestuario de una delirante fantasía de Jesús Ruiz y la coreografía de Yolanda Granado contribuyen a un barroquismo que juega con ironía con su propia y excesiva gestualidad, apoyada en un sentido del ritmo teatral que no decae a lo largo de la larga representación gracias también a la inclusión de danzas y acrobacias, sin duda, muy del gusto de la época (hasta se oyó un fandango de José de Nebra descubierto en Nápoles por Antonio Florio, muy bien encajado e interpretado con bastante gracia). Los cantantes se integraron de lleno en el concepto y brilló ante todo la contralto Sonia Prina, quien dejó muy claro quién era la reina, pero también Maria Ercolano (que tiene el mayor número de arias) como el amante que no puede descubrirse y Maria Grazia Schiavo en el desafiante virtuosismo de Rosmira. Todos los papeles son de gran dificultad, y muchos números de enorme belleza, que fue incluso apreciada por Haendel hasta el punto de incluir varias de ellas en sus «pasticcios» londinenses). En los intermedios cómicos –de Domenico Sarro– es donde el director se ha permitido más licencias, para lo que ha contado con un cómplice absoluto como Pino de Vittorio (muy bien secundado por el barítono Marco Moncloa), que se conoce todos los textos y sub-textos napolitanos de antes y después y no le importa llevarlos a un delirio que anuncia ya el esperpento y la astracanada. La parte orquestal reveló el extraordinario trabajo de la Cappella Della Pietà de' Turchini. Esta producción se verá el 26 de junio en Nápoles antes de seguir un periplo por Venecia, La Coruña, Santander y Jerez.