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Defensa
La transformación del orden internacional no es solo una cuestión de política exterior: también es un desafío de seguridad nacional. Así lo entienden las Fuerzas Armadas españolas, que han delineado tres escenarios geoestratégicos probables para los próximos cinco o diez años.
En el marco del Foro de la Nueva Defensa y el Espacio, celebrado recientemente en Madrid, el jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), almirante general Teodoro Esteban López Calderón, presentó estas hipótesis que parten de un eje común: la prolongación de la inestabilidad global y el surgimiento de nuevos equilibrios de poder.
El primer escenario contemplado por el JEMAD es la continuidad de la situación actual, marcada por un conflicto estancado en Ucrania sin una resolución definitiva. Esta “paz en falso” implicaría una guerra congelada, con un alto el fuego no vinculante que dejaría abiertas las causas profundas del conflicto.
En este contexto, el apoyo occidental a Kiev seguiría siendo clave: "Si se debilita la presión económica sobre Rusia o disminuye la asistencia militar a Ucrania, Moscú podría imponerse y modificar el equilibrio regional", advirtió López Calderón. A pesar de las sanciones y los costes bélicos, la economía rusa sobrevive gracias a sus exportaciones energéticas, manteniéndose como actor relevante.
Además, este escenario mantendría la inestabilidad crónica en Oriente Próximo, con Irán avanzando en su programa nuclear, y sin solución al conflicto palestino. El JEMAD señaló que la región seguirá siendo "una zona de repercusión global", lo que refuerza la necesidad de atención estratégica constante.
El segundo escenario es una nueva Guerra Fría, caracterizada por una división clara del mundo en dos bloques liderados por Estados Unidos y China. En este marco, Europa se alinearía estrechamente con Washington, mientras que Rusia actuaría como potencia satélite de Pekín.
Este modelo recuerda al equilibrio bipolar del siglo XX, aunque con dinámicas actualizadas. López Calderón destaca los signos actuales de alineamiento entre Rusia y China, como los acuerdos bilaterales y la asistencia indirecta de material de doble uso por parte de Pekín, esencial para el mantenimiento de la industria militar rusa.
La Unión Europea, aunque cohesionada cultural e históricamente con Estados Unidos, perdería margen de maniobra si no refuerza su autonomía. En paralelo, la alianza entre Rusia y China se vería favorecida por la creciente rivalidad tecnológica entre Occidente y Oriente, lo que consolidaría un mundo dividido no solo militarmente, sino también en términos industriales y digitales.
El tercer escenario es el más rupturista: la aparición de tres grandes superpotencias independientes (Estados Unidos, China y Rusia) cada una con su área de influencia diferenciada. Esta situación solo sería viable si Rusia logra una victoria clara sobre Ucrania, lo que le permitiría desmarcarse de su dependencia estratégica de China.
En ese hipotético futuro, Moscú estrecharía lazos con otros socios como Irán y Corea del Norte, buscando rearmarse y recuperarse económicamente, al tiempo que diversifica sus alianzas para reducir su subordinación a Pekín.
Por su parte, China intensificaría su presencia en la región Indopacífica, consolidando su control sobre territorios disputados como Taiwán y ejerciendo presión en el mar de China Meridional. La influencia china también se haría sentir sobre naciones como Filipinas, Vietnam e incluso Japón, en un marco de asertividad regional y operaciones híbridas.
Independientemente del escenario que se materialice, el denominador común es una Europa debilitada si no refuerza su papel autónomo en defensa y seguridad. López Calderón fue claro: "Las grandes organizaciones, como la OTAN y la Unión Europea, perderán parte de su relevancia si no se adaptan a estos nuevos escenarios".
Por ello, urge aumentar la inversión en defensa, con el objetivo de alcanzar una disuasión efectiva. El JEMAD destacó que España, con el 2,1% del PIB destinado a defensa, puede cumplir con sus compromisos internacionales. No obstante, también subrayó la necesidad de fortalecer el vínculo transatlántico sin renunciar a una mayor independencia estratégica dentro del continente.
El énfasis está puesto en la cohesión interna de la UE, clave para responder unida ante las amenazas, ya sean híbridas, convencionales o geopolíticas. Como recordó López Calderón, el futuro orden mundial no está escrito, pero su configuración dependerá del desenlace en Ucrania, las relaciones entre las potencias y la capacidad de Europa para defender sus intereses sin tutelajes externos.
Las Fuerzas Armadas no solo prevén escenarios militares, sino que plantean una reflexión profunda sobre el papel que España y Europa deben desempeñar en un mundo cada vez más imprevisible, tenso y competitivo. Un mundo en el que la disuasión, la autonomía y la cooperación serán claves para preservar la paz y la estabilidad.
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