Ministerio de Justicia

Y la justicia local

La Razón
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Si los españoles estuviéramos sobrados de jueces y saciados de Justicia, si los juicios no se aplazaran eternamente y los delitos no prescribieran y los delincuentes no tuvieran la oportunidad de volver a delinquir gracias a ese desastre nacional que es la acumulación de millares de expedientes en nuestros juzgados, se entenderían los Garzones que abrazan causas lejanas. Pero no podemos querer arreglar el Tíbet cuando no hemos resuelto los tirones de bolsos a las ancianas de Lavapiés. Por esa razón, por lo mal que anda la Justicia local, es oportuno el recorte a la Justicia Universal votado el miércoles en el Congreso de Diputados. Oportuno, pero insuficiente pues no pone límites espaciales ni temporales. Todavía es posible sentar a Julio César en el banquillo porque el muy fascista saludaba a la romana. Como el único límite impuesto es que haya un español metido en el ajo de cada injusticia planetaria que se desea judicializar, se ha abierto la veda a la caza del paisano perdido. Cualquier juez de la Audiencia Nacional que quiera convertirse en estrella no tiene más que localizar a un compatriota despistado en un follón de las antípodas para hincarle el diente. Todavía es posible que la agenda de un juez se parezca a los tebeos de Tintín: Garzón en el Tíbet , Garzón en la Patagonia, Garzón en la Luna... Lo dicho, aún podemos juzgar a Julio César por facha. Siempre que hubiera un esclavo nacido en Tarraco o en Emérita Augusta en el momento del delito.