Nicolás Maduro

Un Guaidó reforzado, listo para la batalla final

El presidente interino sale fortalecido como líder indiscutible tras la gira internacional. «Lo que viene ahora va a sorprender», aseguran desde su entorno

Donald Trump, Juan Guaido
Donald Trump recibe a Juan Guaido en la Casa BlancaEvan VucciAP

La indicación en los círculos de militantes y activistas es estar preparados ante el inminente regreso de Juan Guaidó a Caracas. «Pendientes que en cualquier momento llega el presidente», reza un mensaje enviado a los teléfonos de quienes son convocados habitualmente para respaldar al líder opositor que es reconocido por la Asamblea Nacional del país, y otros casi 60 países, como legítimo «presidente encargado» de Venezuela.

El parlamentario lleva varias semanas fuera del país, del que salió desafiando una restricción migratoria impuesta por el régimen de Nicolás Maduro, visitando Davos, Bruselas, París, Londres, Madrid, Ottawa, Miami y Washington. En todas sus paradas se reunió con presidentes y primeros ministros tanto europeos como norteamericanos. Además, sostuvo encuentos con agencias internacionales de gran importancia para una transición en Venezuela, como la USAID que ha destinado fondos a la ayuda humanitaria que requiere el país petrolero.

Pero Guaidó debe regresar, hacer efectivos todos esos apoyos que lo han confirmado a todas luces como la cabeza de una alternativa con posibilidades de desplazar al chavismo gobernante del poder. Una realidad que, especialmente luego del inédito espaldarazo de Donald Trump y toda la institucionalidad de Estados Unidos, ha comenzado a ser reconocida incluso por opositores que hasta el cierre de 2019 mostraban sus diferencias con Guaidó.

Allí se cuenta, por ejempo, el ex alcalde Antonio Ledezma, ahora exiliado en España. El veterano político insiste en que un régimen como el chavista solo puede ser derrotado con el uso de la fuerza, pero dio cuenta del respaldo de Washington al presidente del parlamento. En diciembre decía que Guaidó debía dar «un giro». Ahora habla de «fe», y de «esperanza renovada» al pedir que «todos estemos» con Guaidó. El asunto se repite en actores de opinión, analistas y hasta medios de comunicación comprometidos con líneas «radicales».

María Corina Machado, no obstante, mantiene la cautela. La ex diputada ratifica que solo con opciones de fuerza se puede desalojar a Maduro y exige no caer «en trampas electorales», incluso desafiando las posturas asumidas por la Casa Blanca, la UE y el Grupo de Lima sobre la necesidad de una salida negociada que conduzca a unas votaciones.

El ex candidato presidencial Henrique Capriles, por su parte, encabeza una intensa agenda de reuniones con sectores sociales, ante los cuales expone la necesidad de asumir el escenario electoral próximo, las parlamentarias que tocan a finales de este año, como un hito para reagrupar fuerzas. Lo hace afirmando que la ruta intentada en 2019 –el interinato de Guaidó– se ha desgastado.

Forma parte, claro, de una discusión en pleno desarrollo incluso en lospartidos opositores mayoritarios: participar o no en unas elecciones que no contarán con todas las garantías democráticas. Hablamos de organizaciones que formalmente están ilegalizadas, con dirigentes presos y exiliados y con la mayoría de un parlamento que, puertas adentro del país, no tiene mayor poder de acción.

Todo eso deberá ser atendido por Guaidó a su regreso. El politólogo Ricardo Sucre cree que el respaldo internacional ha impulsado la imagen del opositor y lo ha confirmado como el líder indiscutible. Pero destaca que internamente la oposición no tiene fuerza: sus convocatorias públicas se han desinflado, y el poder institucional es mínimo frente a un gobierno sentado sobre las armas y el contol burocrático del país. «Guaidó debe volver con magnanimidad, evitar el triunfalismo, reunirse con los factores que estaban alejados. Tiene que utilizar ese mensaje confirmad de que él es efectivamente el jefe de la oposición», y buscar recalentar la calle.

Los dejados atrás

Hay otra oposición. Una que acusa a los factores de Guaidó de sectarismo y de permitir la injerencia extranjera. Una que se mantiene haciendo acuerdos políticos con el chavismo en una Mesa de Diálogo Nacional. Una que está conformada por partidos minoritarios que ya no disputan la legitimidad de Maduro frente al Estado ni claman por su expulsión del poder.

Esa fue la que se reunió con el canciller ruso Serguéi Lavrov y hasta le sugirió formar parte de los países que aporten sus conocimientos para unas elecciones parlamentarias en Venezuela, a pesar del pésimo registro democrático de Moscú en materia electoral.

Desde los partidos cercanos a Guaidó han decidido que ya no hay puentes que tender con esos grupos. «Han dado un giro en el discurso lamentable, manejan los mismos códigos del madurismo», dice un dirigente de Primero Justicia al recalcar que Henri Falcón, uno de los dirigentes de esa «otra oposición» denunció que Maduro había robado las elecciones de 2018.

«Allí no hay nada que hacer. Nuestra agenda es avanzar con ese respaldo internacional y ejerciendo presión para que el gobierno se abra, para lograr una transición», confirma otro diputado opositor del llamado G4 (grupo de cuatro partidos mayoritarios de la oposición).

En la acera de enfrente, un Nicolás Maduro que vio a su rival ser aplaudido y saludado por los líderes mundiales, mientras él mismo solo puede ser recibido por Vladimir Putin (viajará a Moscú dentro de algunas semanas) y poco más, además con su avión presidencial ahora sancionado por Estados Unidos e imposibilitado de ser abastecido por empresas que tengan actividad en ese país.

Colombia e Iván Duque

Su discurso es a ratos duro, a ratos conciliador. Ha pedido a Iván Duque dialogar para normalizar relaciones –Colombia no lo reconoce como presidente legítimo– y al propio Trump; mientras protege en Caracas a una senadora colombiana que acusa a Duque de querer asesinarla, y vuelve a encarcelar a directivos de Citgo con nacionalidad estadounidense (que habían sido liberados después de gestiones indirectas).

Y nadie descarta todavía que Guaidó pueda estar en la mira de una detención. Washington ha advertido que tal acción sería respondida, sin decir cómo. Mientas, en la oposición se preparan no solo para una recepción en el principal aeropuerto internacional del país (por donde regresó de su primera gira internacional en 2019) sino para convocatorias de calle en las que el líder pueda “aparecer de la nada, como lo hizo cuando llegó a Bogotá. Lo que viene va a sorprender”, dice un integrante del “gobierno interino”.