Coronavirus
EE UU suma cerca de 8.300 muertes y más de 305.000 infectados
De todos los estados, Nueva York es el territorio estadounidense más azotado por la pandemia, el cual registra más de 3.500 muertes y más de 113.000 afectados
Poco a poco EE UU asume lo peor de la pandemia. Pero a pesar del dolor y el caos la Casa Blanca sigue sin decretar la Defense Production Act, la ley de 1950 aprobada en plena guerra de Corea que permitiría movilizar los esfuerzos económicos del país con el objetivo de combatir la enfermedad.
El coronavirus ya ha causado cerca de 8.300 muertes y ha infectado a más de 305.000 personas en el país, según los últimos datos del Centro de Ciencia e Ingeniería de Sistemas de la Universidad Johns Hopkins. Y entre todos, el estado de Nueva York es el territorio más azotado, con un total de 113.704contagios, tras un nuevo récord de casos diarios, y un total de 3.565 muertos, según ha informado el gobernador Andrew Cuomo.
Y pese a este panorama preapocalíptico, Trump se resiste a profundizar en las medidas. Chuck Schumer, líder de la minoría demócrata en el Congreso, le ha urgido para que lance el decreto. En su opinión el país, ahogado por la guerra fratricida entre estados en la lucha para aprovisionarse de suministros médicos, no logrará una respuesta coordinada a menos que el mando se militarice y el presidente pueda obligar a las fábricas a producir ventiladores, mascarillas, guantes y etc.
«Estamos en tiempos de guerra», ha dicho el senador, «y necesitamos este líder militar, con mando y control, y con el respaldo total del presidente, para que este horrible, horrible flagelo termine antes, con menos enfermedades y menos muertes». En realidad no está en absoluto claro que la Defense Production Act pueda acabar con la epidemia y sus devastadores efectos. Pero sí que el país necesita desesperadamente de un mando único.
De momento, y ante la imposibilidad de recibir nuevas ayudas del gobierno federal, los gobernadores de los estados buscan recursos donde pueden. Aunque todavía más acuciante parece la saturación de las UCIs, al máximo de su capacidad, y la falta de personal médico. Entre otras cosas porque la falta de las protecciones necesarias, con las reservas de material en caída libre, ha propiciado el contagio de numerosos profesionales de la salud.
Entretanto China donará más de 1.000 ventiladores a Nueva York, que tiene las existencias prácticamente arrasadas. Y la situación dista de ser mejor en lugares como Nueva Orleans, que el viernes pasado registró 32 muertos por cada 100.000 habitantes. En total la ciudad a orillas del Mississippi ya suma 153 muertos y 3.966 positivos. Se teme que el reciente carnaval, el legendario Mardi Gras, haya funcionado como inmensa espoleta de transmisión, a imagen y semejanza que lo hicieron otras grandes concentraciones de público en otros países.
En el caso de Nueva York juega en contra su tradicional cercanía con China, con la que mantiene una suerte de puente aéreo que nunca cesa, y su cualidad como gran centro receptor de millones de turistas e inmigrantes.
Dada la magnitud del desastre y la necesidad de no aflojar y, por qué no, de asumir aquellas políticas que parecen haber funcionado en otros lugares, el Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades ha revertido sus políticas y ya recomienda que la población use mascarillas cuando salga a la calle. A falta de mascarillas, agotadas en casi todos los comercios, se anima a que los ciudadanos fabriquen las suyas en casa.
Cualquier cosa con tal de lograr aplanar la mortífera curva. Hace apenas un mes EE UU. tenía 70 casos de coronavirus, la mayoría importados del resto del mundo. Hoy son ya 290.606 infectados y más de 7.000 muertos. De esos Nueva York es, de lejos, el estado más golpeado, con esos 113.704 positivos y 3.565 fallecidos, sin contar otros 1.249 muertos que todavía no han sido asignados.
La situación es tan dramática que las funerarias tardan más de siete días en poder dar salida a los cuerpos, se han instalado decenas de morgues móviles y el estado ha relajado los requerimientos legales a fin de que los técnicos de pompas fúnebres de fuera de la Gran Manzana puedan ayudar a sus colegas. Una de las quejas más recurrentes es el empeño de algunas funerarias por seguir vendiendo ataúdes demasiado lujosos: tardan más en quemarse y la ciudad necesita incinerar cuerpos a un ritmo muy superior del que permiten sus cuatro crematorios, completamente saturados y donde los operarios trabajan sin pausa 24 horas al día, 7 días a la semana.
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