Líbano

La injusta situación de las empleadas domésticas atrapadas en Líbano

Sus empleadoras las han echado a la calle y no pueden regresar a sus países de origen

Ethiopian domestic workers wearing masks sit together with their belongings in front of the Ethiopian consulate in Hazmiyeh
Ethiopian domestic workers wearing masks sit together with their belongings in front of the Ethiopian consulate in Hazmiyeh, Lebanon, June 8, 2020. REUTERS/Mohamed AzakirMOHAMED AZAKIRReuters

Weny ha vuelto otro día más al Consulado de Etiopía, sin éxito de ser atendida. Como cada día, un tumulto de trabajadoras domésticas etíopes se agolpa a las puertas de la legación diplomática porque piden ser repatriadas. La crisis económica que ahoga a los libaneses ha llevado a algo insólito en el país del Cedro que es prescindir de los servicios de las trabajadoras domésticas, porque no hay dinero para mantenerlas.

Esta situación se repite desde hace más de un mes, cuando el Consulado anunció el 20 de mayo que comenzaba el proceso de “repatriación voluntaria” para las trabajadoras migrantes etíopes. Sin embargo, hasta ahora la embajada no se ha hecho cargo de ellas.

Las empleadas domésticas hacen fila en el consulado etíope en Hazmiyeh, Líbano
Las empleadas domésticas hacen fila en el consulado etíope en Hazmiyeh, LíbanoMOHAMED AZAKIRReuters

Después de cinco años trabajando, la empleadora de Weny dejo de pagarla y le entregó un billete de avión de ida, con fecha del 9 de abril, para volver a Etiopía. Pero el aeropuerto de Beirut cerró a finales de marzo y desde entonces lleva esperando, sin trabajo ni dinero.

Necesito que la embajada me ponga en la lista para el próximo vuelo de repatriación porque no voy a poder marcharme si no. Pero no me atienden. Así llevo cuatro meses. Estoy desesperada”, exclama a LA RAZÓN. A Weny la ha acogido una compañera estos meses y comparte un minúsculo habitáculo con otras tres migrantes en su misma situación.

El espectáculo fuera de la embajada es desolador. Mujeres con la mirada perdida, aguardando al raso con sus únicas pertenencias en bolsas o maletas. Muchas de ellas han huido de la casa donde estaban siendo explotadas, y sin pasaporte, por que su empleadora se lo había confiscado. Otras, directamente, han sido echadas a la calle por no poder pagarlas.

En medio del guirigay, un coche se acerca. El conductor sale del coche, abre el maletero, saca unos bártulos y luego abre la puerta trasera y baja una mujer etíope hecha un paño de lagrimas.

Míranos nos tiran como a bolsas de basura”, lamenta otra joven etíope con trenzas de colores.

Echadas a la calle, algunas de estas mujeres, sin un lugar donde cobijarse, se han visto obligadas a dormir a la intemperie. Gracias a la solidaridad de algunos vecinos de la zona y de las asociaciones caritativas están recibiendo ayuda alimentaria, agua y productos higiénicos.

Cada mirada huidiza esconde una historia de abusos y discriminación racial. Las trabajadoras domésticas migrantes en Líbano están atrapadas por la “Kafala, un sistema de contratación para los migrantes que es inherentemente abusivo, ya que corren riesgo de sufrir explotación laboral, trabajos forzados y todo tipo de abusos sin que puedan ser denunciados.

Trabajadoras etíopes en el consulado en Hazmiyeh, Líbano
Trabajadoras etíopes en el consulado en Hazmiyeh, LíbanoMOHAMED AZAKIRReuters

Yetem no lo ha tenido fácil, su empleadora solo le permitió salir al balcón de su casa y estuvo más de tres años encerrada hasta que se deshicieron de ella. “He vivido todo tipo de abusos. Me han encerrado en casa o me han pegado. Pero tengo un hijo en Etiopia al que estaba ayudando con este trabajo. Ahora voy a volver y no tengo nada. Qué puedo ofrecer a mi hijo sin trabajo en Etiopía”, implora Yetem, que está durmiendo en la calle.

Está tan extendido entre las sociedades árabes el uso del contrato Kafala, -calificado por las organizaciones de derechos humanos de esclavitud del siglo XXI- que, en este caso, el Ministerio de Trabajo libanés no contempla incluir a las trabajadoras domesticas en el código de trabajo. Esto permite que las empleadoras tengan carta blanca para la explotación, que va desde pagarles salarios de entre 100 a 300 dólares por trabajar todo el día y encargarse de todas las labores del hogar, de cuidar a los hijos de sus empleadores y sacar al perro a pasear.

Las trabajadoras domésticas migrantes vinieron aquí para ayudar a nuestras familias y a las suyas. Son seres humanos que sufren, víctimas de un sistema desigual. No deberían ser privadas de sus derechos básicos, incluido su derecho a volver a casa“, lamenta a LA RAZÓN Rony, que pertenece a un grupo de voluntarios que ayuda a estas mujeres migrantes.

Conseguimos llevar a 38 de las etíopes que estaban durmiendo en la calle a un hotel. Ahora Caritas se ha hecho cargo de ellas, pero siguen llegando más todos los días”, advierte Rony.

250.000 empleadas del hogar migrantes

Se calcula que en Líbano hay unas 250.000 trabajadoras domesticas migrantes, y las etíopes ocupan el segundo lugar en número. Son traídas a través de agencias de contratación para nutrir de empleadas de hogar a los libaneses. Bassam Zalzali lleva más de 15 años en el negocio de las trabajadoras domesticas y es dueño de una agencia de contratación.

Zalzali asegura que “nunca antes habíamos vivido algo así. Incluso en la Guerra Civil siguieron manteniendo a las trabajadoras domésticas en las casas. Ahora no les pueden pagar y las tiran a la calle. No aguantan más aquí, ya no hay trabajo para las empleadas de hogar. Todas se quieren marchar del Líbano”.

El presunto suicidio de una trabajadora domestica etíope en el valle de la Bekaa ha vuelto a hacer saltar la polémica en Líbano sobre el arcaico sistema Kafala.