Salud mental

Enjaulados o encadenados a un árbol: la terribles “terapias” para niños y adultos con enfermedades mentales

Cientos de miles de personas con depresión o esquizofrenia u otros problemas de salud mental viven en jaulas o encadenados en condiciones inhumanas

Encerrar contra su voluntad a las personas con problemas de salud mental es muy habitual en 60 países
Encerrar contra su voluntad a las personas con problemas de salud mental es muy habitual en 60 paísesHiman Right WatchLa Razón

Cientos de miles de personas que sufren problemas de salud mental son encadenadas en todo el mundo, según denuncia Human Rights Watch en un informe publicado hoy. Hombres, mujeres y niños, algunos de tan solo 10 años, son encadenados o encerrados durante semanas, meses e incluso años en unos 60 países de AsiaÁfricaEuropaOriente Medio y en el continente americano.

El informe de 56 páginas, “Living in Chains: Shackling of People with Psychosocial Disabilities Worldwide” (“Viviendo encadenados: El uso de cadenas en personas con discapacidades psicosociales en todo el mundo”), examina cómo las personas con problemas de salud mental a menudo son encadenadas, en contra de su voluntad, por sus familias en sus propios hogares o en instituciones abarrotadas e insalubres debido al estigma y la ausencia de servicios de salud mental.

Encerrar contra su voluntad a las personas con problemas de salud mental es muy habitual en 60 países
Encerrar contra su voluntad a las personas con problemas de salud mental es muy habitual en 60 paísesHuman Right WatchLa Razón

Muchas se ven obligadas a comer, dormir, orinar y defecar en el mismo espacio diminuto. En las residencias estatales o privadas, así como en los centros de sanación tradicionales o religiosos, en muchas ocasiones se ven obligados a ayunar, tomar medicamentos o brebajes de hierbas, y son víctimas de violencia física y sexual.

El informe incluye investigaciones de campo y testimonios de Afganistán, Burkina Faso, Camboya, China, Ghana, Indonesia, Kenia, Liberia, México, Mozambique, Nigeria, Sierra Leona, Palestina, el estado autoproclamado independiente de Somalilandia, Sudán del Sur y Yemen. “Encadenar a las personas con problemas de salud mental es una práctica brutal generalizada que es un secreto a voces en muchas comunidades”, dijo Kriti Sharma, investigadora sénior de derechos de las personas con discapacidad de Human Rights Watch y autora del informe.

“Las personas pueden pasar años encadenadas a un árbol, encerradas en una jaula o en un cobertizo de ovejas porque las familias pasan apuros para afrontar el problema y los gobiernos no brindan los servicios de salud mental adecuados”, dijo.

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Si bien varios países están prestando mayor atención al tema de la salud mental, los grilletes continúan siendo un tema en gran parte oculto. No hay datos ni esfuerzos internacionales o regionales coordinados para erradicar el uso los grilletes.

En respuesta, Human Rights Watch ha estado trabajando con defensores de la salud mental y organizaciones de derechos humanos y contra la tortura en todo el mundo para lanzar una campaña global  #BreakTheChains para acabar con el encadenamiento de personas con problemas de salud mental, en vísperas del Día Mundial de la Salud Mental el 10 de octubre.

Human Rights Watch entrevistó a más de 350 personas con discapacidades psicosociales, incluidos niños, y 430 familiares, personal que trabaja en instituciones, profesionales de la salud mental, sanadores religiosos, funcionarios gubernamentales y defensores de los derechos de las personas con discapacidad.

Basándose en un estudio de 110 países, Human Rights Watch encontró evidencia de encadenamiento de personas con problemas de salud mental en todos los grupos de edad, etnias, religiones, estratos socioeconómicos y áreas urbanas y rurales en unos 60 países. A nivel mundial, se estima que 792 millones de personas, o 1 de cada 10, incluido 1 de cada 5 niños, padecen una enfermedad mental. Sin embargo, los gobiernos gastan menos del dos por ciento de sus presupuestos de salud en salud mental. Más de dos tercios de los países no reembolsan a las personas los servicios de salud mental en los sistemas nacionales de seguro de salud. Incluso cuando los servicios de salud mental son gratuitos o están subvencionados, la distancia y los costos del transporte son una barrera importante.

Ante la falta de servicios de salud mental adecuados y la falta de conciencia, muchas familias sienten que no tienen otra opción que encadenar a sus familiares. A menudo les preocupa que la persona se escape o se lastime a sí misma o a otras personas.

Encerrar contra su voluntad a las personas con problemas de salud mental es muy habitual en 60 países
Encerrar contra su voluntad a las personas con problemas de salud mental es muy habitual en 60 paísesHuman Right WatchLa Razón

El encadenamiento lo practican típicamente familias que creen que las condiciones de salud mental son el resultado de espíritus malignos o de haber pecado. Las personas a menudo consultan primero a sanadores religiosos o tradicionales y solo recurren a los servicios de salud mental como último recurso.

Mura, un hombre de 56 años de Bali, Indonesia, fue llevado a 103 curanderos religiosos y cuando ninguno funcionó, lo encerraron en una habitación durante varios años. En muchos países, las familias llevan a los parientes, incluidos niños de apenas 10 años, a centros tradicionales o de curación religiosa donde los esposan para castigarlos o restringir sus movimientos. Las personas encadenadas viven en condiciones extremadamente degradantes.

También se les obliga habitualmente a tomar medicamentos o se les somete a “tratamientos” alternativos como brebajes de hierbas “mágicas”, ayunos, masajes vigorosos por parte de curanderos tradicionales, recitación coránica en el oído, himnos del Evangelio y baños especiales. El encadenamiento afecta la salud física y mental.

Una persona que está encadenada puede verse afectada por estrés postraumático, desnutrición, infecciones, daño nervioso, atrofia muscular y problemas cardiovasculares. Los grilletes también obligan a las personas a vivir en condiciones muy restrictivas que reducen su capacidad para mantenerse de pie o moverse. Algunas personas incluso son encadenadas a otra persona, lo que las obliga a ir al baño y dormir juntas.

Un hombre de Kenia que actualmente vive encadenado dijo: “Así no es como se supone que debe ser un ser humano. Un ser humano debería ser libre”. “En muchas de estas instituciones, el nivel de higiene personal es inhumano porque a las personas no se les permite bañarse o cambiarse de ropa y viven en un radio de dos metros”, explicó Sharma. “Se niega la dignidad”.

Sin un acceso adecuado a saneamiento, jabón o incluso atención médica básica, las personas que están encadenadas corren un mayor riesgo de contraer Covid-19. Y en los países donde la pandemia de Covid-19 ha interrumpido el acceso a los servicios de salud mental, las personas con problemas de salud mental pueden correr un mayor riesgo de ser encadenadas.

Los gobiernos nacionales deben actuar con urgencia para prohibir el encadenamiento, reducir el estigma y desarrollar servicios comunitarios de salud mental asequibles, accesibles y de calidad. Los gobiernos deben ordenar de inmediato inspecciones y un monitoreo continuo de las residencias estatales y privadas y tomar las medidas adecuadas contra los centros abusivos, dijo Human Rights Watch. “Es terrible que cientos de miles de personas en todo el mundo vivan encadenadas, aisladas, maltratadas y solas”, dijo Sharma. “Los gobiernos deberían dejar de esconder este problema bajo la alfombra y tomar medidas reales ahora”.

Terribles experiencias

“He estado encadenado durante cinco años. La cadena es muy pesada. Es incómoda; me pone triste. Estoy en una habitación pequeña con siete hombres. No me permiten llevar ropa, solo ropa interior. Como papilla por la mañana y, si tengo suerte, algo de pan por la noche, pero no todas las noches”, comenta Paul, un hombre con una enfermedad de salud mental en Kisumu, (Kenia).

″Me siento triste, encerrado en esta celda. Quiero mirar afuera, ir a trabajar, plantar arroz en los arrozales. Por favor abra la puerta. Por favor abra la puerta. No le ponga un candado", suplica Made, un hombre con una discapacidad psicosocial encerrado en una celda especialmente diseñada en unas tierras de su padre desde hace dos años en Bali (Indonesia).

″Tenía miedo de que alguien me atacara durante las noches, y que no pudiera defenderme por estar encadenado", lamenta Felipe, un hombre con problemas de salud mental que estaba encadenado con un candado, desnudo en un hospital psiquiátrico en Puebla, (México).

“Hago mis necesidades en bolsas de nailon, hasta que se las llevan por la noche. La última vez que me bañé fue hace días. Aquí me dan de comer una vez al día. No tengo libertad para caminar donde quiera. Por la noche duermo en la casa. Estoy en un lugar diferente al de los hombres. Odio las cadenas”, indica Mudinat, una mujer con discapacidad psicosocial encadenada en una iglesia en Abeokuta, (Nigeria).

″Durante toda mi infancia, mi tía estuvo encerrada en un cobertizo de madera y me prohibieron tener contacto con ella. Mi familia creía que su condición de salud mental estigmatizaría a toda la familia. Tenía muchas ganas de ayudar a mi tía, pero no pude. Fue desgarrador", explicaba Ying (pseudónimo), joven que creció en la provincia de Goungdong (China).

“La gente del barrio dice que estoy loca [maluca o n’lhanyi]. Me llevaron a un centro de sanación tradicional donde me cortaron las muñecas para meter la medicina, y a otro donde un brujo curandero me hizo tomar baños con sangre de pollo”, recuerda Fiera, de 42 años, una mujer con una discapacidad psicosocial y que vive en Maputo (Mozambique).

″Es desgarrador que dos de mis primos que tienen problemas de salud mental hayan estado encerrados juntos en una habitación durante muchos años. Mi tía ha hecho todo lo posible por apoyarlos, pero lucha contra el estigma y la falta de servicios sólidos de salud mental en Omán. Es hora de que los gobiernos den un paso al frente para que las familias no tengan que arreglárselas solas", comenta Ridha, familiar con parientes encadenados en Omán.

″Me encadenaron, me golpearon y me dieron incienso del diablo. Sienten que estás poseído y te ponen líquido por la nariz para expulsar al diablo", afirma Benjamin, de 40 años y defensor de la salud mental que estaba encadenado en una iglesia en Monteserrado (Liberia).

″Las familias las atan [a las personas con problemas de salud mental] con regularidad. Lo sabemos por las señales físicas en sus cuerpos. Tienen cicatrices", reconoce un funcionario mexicano de la Fiscalía de Protección de las Personas con Discapacidad.

El caso de Nigeria

Miles de personas con problemas de salud mental en Nigeria están encadenadas y encerradas en varias instalaciones donde enfrentan terribles abusos, dijo hoy Human Rights Watch.

La detención, el encadenamiento y el tratamiento violento están generalizados en muchos entornos, incluidos los hospitales estatales, los centros de rehabilitación, los centros de curación tradicionales y las instalaciones religiosas tanto cristianas como islámicas. “Las personas con problemas de salud mental deben recibir apoyo y recibir servicios efectivos en sus comunidades, no encadenarlas ni abusar de ellas”, dijo Emina Ćerimović , investigadora principal de derechos de las personas con discapacidad de Human Rights Watch. “Las personas con problemas de salud mental se encuentran encadenadas en varios lugares de Nigeria, sometidas a años de dificultades y abusos inimaginables”.

El presidente Muhammadu Buhari dijo en octubre de 2019 de los centros de rehabilitación islámicos que no toleraría la existencia de cámaras de tortura y abusos físicos de los presos en nombre de la rehabilitación. Pero el gobierno aún tiene que reconocer que este abuso también está muy extendido en las instalaciones administradas por el gobierno.

Entre agosto de 2018 y septiembre de 2019, Human Rights Watch visitó 28 instalaciones que presuntamente prestan atención de salud mental en 8 estados y el Territorio de la Capital Federal, incluidos hospitales psiquiátricos federales, hospitales estatales generales, centros de rehabilitación de propiedad estatal, centros de rehabilitación islámicos, centros de curación tradicionales, e iglesias cristianas. Human Rights Watch entrevistó a 124 personas, incluidas 49 víctimas encadenadas y sus familias, personal de diversas instalaciones, profesionales de la salud mental y funcionarios gubernamentales. Los nombres de las víctimas se han cambiado para proteger su seguridad.

Los problemas profundamente arraigados en los sistemas de salud y bienestar de Nigeria dejan a la mayoría de los nigerianos sin la posibilidad de recibir atención de salud mental adecuada o apoyo en sus comunidades. El estigma y la incomprensión sobre las afecciones de salud mental, incluida la percepción errónea de que son causadas por espíritus malignos o fuerzas sobrenaturales, a menudo llevan a los familiares a llevar a sus seres queridos a lugares de curación religiosos o tradicionales.

Human Rights Watch descubrió que las personas con afecciones de salud mental reales o percibidas, incluidos los niños, son ingresadas en instalaciones sin su consentimiento, generalmente por familiares. En algunos casos, la policía arresta a personas con problemas de salud mental reales o percibidos y los envía a centros de rehabilitación administrados por el gobierno.

Una vez allí, muchos son encadenados con cadenas de hierro, alrededor de uno o ambos tobillos, a objetos pesados o a otros detenidos, en algunos casos durante meses o años. No pueden irse, a menudo se encuentran confinados en condiciones de hacinamiento y antihigiénicas y, a veces, se ven obligados a dormir, comer y defecar dentro del mismo lugar confinado. Muchos sufren abusos físicos y emocionales y se ven obligados a someterse a tratamientos.

Una monja a cargo durante una visita de Human Rights Watch a un centro de rehabilitación estatal en el sureste de Nigeria dijo que encadenan a las personas a sus camas “para que no se escapen”. La monja defendió encadenar a una mujer que tenía VIH “para evitar que se pasee con los hombres”. Human Rights Watch encontró a otra mujer en la misma institución encadenada desnuda a su cama.

El personal, excepto un guardia mayor, salía a las 6:30 pm todos los días, dejando a los residentes, incluidos niños de hasta 13 años, sin nadie que los ayudara. La instalación no tiene electricidad, por lo que las personas están encadenadas a sus camas en la oscuridad total. La monja dijo que “los pacientes reciben linternas para usar por la noche”.

En un centro de curación tradicional cerca de Abuja, la capital de Nigeria, Human Rights Watch conoció a una mujer que estaba sujeta al tronco de un árbol con un anillo de hierro. La habían sujetado así durante tres semanas con la parte superior del cuerpo desnuda. No podía moverse, por lo que se vio obligada a comer, orinar y defecar donde estaba sentada.

El encadenamiento puede causar lesiones graves y angustia psicológica. Una mujer de 35 años encadenada durante 10 meses en un centro de rehabilitación islámico en Kano, al norte de Nigeria, dijo: "Todo en este (encadenamiento) es difícil. Sientes que quieres suicidarte ... independientemente de cómo te sentías antes de venir aquí, empeorarás ".

Los adultos y los niños de algunos centros de rehabilitación islámicos informaron haber sido azotados, provocando profundas heridas. Las personas en los centros de curación e iglesias cristianas describieron que se les negaba la comida durante un máximo de tres días seguidos, lo que el personal describía como “ayuno” con fines de “tratamiento”.

En muchos de los centros de rehabilitación tradicionales y religiosos visitados, el personal obligó a las personas con problemas de salud mental, incluidos los niños, a comer o beber hierbas, en algunos casos con el personal inmovilizando a las personas para hacerlas tragar.

En los hospitales psiquiátricos y los centros de rehabilitación administrados por el gobierno, el personal administró medicamentos por la fuerza, mientras que parte del personal admitió haber administrado terapia electroconvulsiva (TEC) a los pacientes sin su consentimiento.

En algunos casos, las familias llevaron a sus hijos, incluidos los adultos jóvenes, a centros de rehabilitación religiosos y tradicionales por consumo de drogas real o percibido o comportamiento “desviado”, como faltar a la escuela, fumar tabaco o marihuana o robar a sus padres. Algunos niños en las instalaciones, algunos de tan solo 10 años, han sido abandonados por sus familias.

Nigeria ratificó la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad (CRPD) en 2007. Tiene la obligación de garantizar la igualdad de derechos para las personas con discapacidad, incluido el derecho a la libertad y no ser objeto de tortura, malos tratos y tratos forzados. Si bien la Constitución de Nigeria prohíbe la tortura y otros tratos inhumanos o degradantes, el gobierno no ha prohibido el encadenamiento. En un informe de 2015, el relator especial de las Naciones Unidas sobre la tortura dijo que encadenar “inequívocamente equivale a tortura”.

El gobierno nigeriano debe prohibir el encadenamiento e investigar urgentemente el encadenamiento en los centros de rehabilitación estatales, hospitales psiquiátricos y centros de curación tradicionales y religiosos en los 36 estados y el Territorio de la Capital Federal. El gobierno también debe priorizar el desarrollo de servicios de salud mental comunitarios de calidad, accesibles y asequibles.

“El presidente Buhari denunció el encadenamiento como tortura”, dijo Ćerimović. "Pero no es suficiente asaltar estos centros y cerrarlos. Las personas rescatadas de estas condiciones desesperadas y otros nigerianos que experimentan angustia psicológica deben tener acceso a un apoyo psicosocial y servicios de salud mental adecuados ".

Salud mental en Nigeria

Una condición de salud mental se refiere a una variedad de experiencias que afectan el estado de ánimo, el pensamiento y el comportamiento de una persona. Esto incluye depresión, ansiedad, esquizofrenia y condición bipolar. Puede afectar a cualquier persona, independientemente de su edad, género, raza, etnia, religión, espiritualidad, orientación sexual o cualquier otro origen. La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que una condición de salud mental afectará a una de cada cuatro personas en todo el mundo en algún momento de sus vidas.

Nigeria tiene menos de 300 psiquiatras para una población estimada de más de 200 millones. Varios profesionales de la salud mental dijeron a Human Rights Watch que los servicios de salud mental de calidad solo están disponibles para los ciudadanos más ricos que puedan pagarlos. La falta de atención de salud mental de calidad y su costo prohibitivo a menudo lleva a las personas a consultar a curanderos tradicionales o religiosos.

La Ley de Locura de Nigeria de 1958 permite la detención de personas con problemas de salud mental en instituciones de salud mental, incluso sin proporcionar tratamiento médico o terapéutico. Las personas pasan años en instituciones, a veces décadas, porque Nigeria carece de los servicios adecuados para apoyarlas en la comunidad. En todas las instalaciones que visitó Human Rights Watch, excepto una, no se permitió a las personas salir ni impugnar su detención.

Detención ilegal

En 27 de las 28 instalaciones que visitó Human Rights Watch, todos los residentes habían sido detenidos ilegalmente. No ingresaron voluntariamente a las instalaciones y no podían salir si así lo deseaban. Víctor, un cristiano de 29 años recluido en un centro de rehabilitación islámico en Kano desde junio de 2018, dijo: “Escuché que estaría aquí solo por dos semanas al principio cuando me trajeron aquí, luego eso cambió a un mes, luego a dos meses. Ahora voy a mi tercer mes aquí. Otras personas aquí dicen que les dijeron lo mismo y terminaron quedándose aquí durante años”.

Akanni, una mujer de 22 años que tuvo una crisis de salud mental tras la muerte de su madre y que había estado detenida en una iglesia en Abeokuta durante cinco meses en el momento de una entrevista en marzo de 2019, dijo: "Cuando mi padre trajo yo, no sabía que me dejaría aquí. No estaba feliz, pero no tengo elección ".

A veces, las familias pagan a los curanderos para que detengan a sus parientes en casa y los lleven a un centro. Shums, un hombre de 27 años que dijo que tenía depresión, fue secuestrado mientras trabajaba en su granja a principios de 2019: “Dos hombres se me acercaron y me preguntaron si podían hablar conmigo. Cumplí y comencé a caminar con ellos. Saltaron sobre mí, me esposaron y pusieron grilletes en mis pies. Luego me trajeron aquí [un centro de rehabilitación islámico en Kano]”.

Encadenamiento

En 27 de las 28 instalaciones visitadas, el personal encadenó o encadenó a adultos y niños. El niño más joven encadenado era un niño de 10 años y el mayor era un hombre de 86 años que también tenía una discapacidad visual. Por lo general, el personal sujeta una cadena a ambos o uno de los tobillos de una persona y la conecta a un objeto pesado o inamovible, como una cama, un árbol o el motor de un automóvil. En algunos casos, los grilletes consistían en un brazalete de hierro alrededor de ambos tobillos, lo que dificultaba que la persona se moviera. Algunas personas están encadenadas durante unos días seguidos como castigo, o durante semanas o meses para evitar que se muden o se vayan.

Shums, un hombre de 27 años con depresión, fue encadenado por la pierna a la pierna de otro hombre en un centro de rehabilitación islámico en el norte de Nigeria. "Somos así todo el tiempo. Incluso cuando tenemos que ir al baño o dormir ", dijo Shums. Otros dos hombres también estaban encadenados juntos. El curandero del centro dijo que un hombre tenía pensamientos suicidas, “Así que lo encadené a otra persona responsable, para evitar que se suicidara”.

En un centro de rehabilitación propiedad del gobierno en el norte de Nigeria, Human Rights Watch vio a decenas de hombres y mujeres encadenados. Muchos estaban encadenados por un tobillo a una pieza de hierro soldada al piso de concreto. La mayoría había vivido allí durante años, algunos hasta 15 años.

El personal de un hospital psiquiátrico en el norte de Nigeria insistió en que el encadenamiento no ocurría en las instalaciones, pero un investigador descubrió una sala donde las personas tenían grilletes de hierro alrededor de los tobillos.

A pesar de las reiteradas solicitudes, a Human Rights Watch no se le permitió reunirse ni hablar con personas recluidas en hospitales psiquiátricos federales en Kaduna, Lagos y Abeokuta. Dos psiquiatras, una enfermera psiquiátrica y un activista de salud mental dijeron que los grilletes ocurren en los hospitales psiquiátricos federales de Nigeria. Un médico que trabaja en un hospital psiquiátrico en el sur de Nigeria dijo: “Tenemos que usar cadenas en algunos casos”. Un psiquiatra de un hospital de Lagos dijo que el personal usa esposas.

Las cadenas fuertemente atadas provocan heridas dolorosas y sufrimiento emocional. Zain, quien estaba encadenado en un centro de curación tradicional en Abeokuta, dijo: “Estuve encadenado durante tres meses hasta ayer, con muchas heridas de las cadenas que apenas están comenzando a sanar”. Adedamola, una mujer de unos 40 años que estuvo recluida en una iglesia en Ibadan, suroeste de Nigeria, durante dos años, dijo que las cadenas a menudo lesionaban los tobillos.

Condiciones insalubres

Las personas encadenadas se ven obligadas a vivir en condiciones insalubres. Muchos deben comer, orinar, defecar y dormir en el mismo lugar, generalmente dentro del mismo lugar donde están confinados.

El personal suele proporcionar un balde o una bolsa de plástico para orinar y defecar, generalmente a la vista de los demás. Akanni, quien estuvo encadenado en un cobertizo en una iglesia cristiana con un hombre sin parentesco por hasta tres días seguidos, dijo: “Me dejaron un cuenco para orinar y defecar. Tuve que hacerlo frente al hombre”.

Las personas detenidas en algunos centros de rehabilitación islámicos que visitó Human Rights Watch generalmente tenían acceso a los baños durante el día, pero no por la noche. Khalil, un joven encadenado en un centro en el norte de Nigeria después de que su familia lo acusó de robo y uso de drogas, dijo:

Si siente que necesita usar el baño, despierta a alguien cercano y le pregunta si tiene alguna bolsa de plástico. Si quiere orinar, use la botella que usamos para el agua [potable].

Víctor, el hombre encadenado en Kano, dijo: “La higiene es un gran problema aquí. Cuando una persona se enferma, se contagia rápidamente a otras personas. Se niegan a dar medicamentos cuando es necesario porque dicen que nos engancharemos o dicen que la policía los arrestará por conseguirlos”.

Otro hombre explicó que más de 60 personas dormían en su habitación: "Más de 100 personas usan 1 baño, la higiene es muy mala. Cuando estamos enfermos y pedimos medicamentos, no llega hasta que estamos casi muertos ".

Una mujer de unos 30 años que estaba encadenada a un motor de automóvil en un cobertizo junto con dos hombres en la casa de un curandero tradicional en Abeokuta, al suroeste de Nigeria, dijo: "Voy al baño en este lugar [donde estoy encadenado] en bolsas de plástico hasta se lo quitan por la noche ".

Las personas también tenían que orinar y defecar sobre sí mismas en otras dos instalaciones curativas tradicionales que visitó Human Rights Watch. Una mujer de 20 años dijo: "Me ataron y me mantuvieron dentro de la habitación de atrás durante tres días. Defequé y oriné sobre mí mismo mientras estaba en la habitación ".

El centro de rehabilitación administrado por el gobierno en el sureste de Nigeria tenía baños que funcionaban. Sin embargo, el personal negó a los encadenados el acceso a los baños y, en cambio, les dejó un balde junto a sus camas.

En tres instalaciones, el personal no permitió que las personas se bañaran con regularidad. Un curandero tradicional de Abuja dijo: "Cuando la gente está encerrada… a veces no se bañan durante meses hasta que se sienten mejor…. Simplemente les echamos agua con hierbas sin acercarnos mucho a ellos ".

Human Rights Watch también descubrió que a las personas con discapacidades psicosociales e intelectuales se les negaba la comida en algunos centros de curación cristianos. Akanni, la mujer de 22 años que había estado detenida en una iglesia en Abeokuta durante cinco meses, dijo:

Cuando llegué aquí por primera vez, me ataron con cadenas durante tres días seguidos para poder ayunar. Durante los tres días no tuve comida ni agua. No fue mi elección, pero el pastor dijo que era bueno para mí. A veces, si dicen que debo ayunar y beber agua o comer, ellos (el personal de la iglesia) me encadenan. El encadenamiento es un castigo. Me han encadenado tantas veces que no puedo contar.

Otra mujer de 27 años detenida en la misma iglesia afirmó: “Cuando llegué aquí, comencé a gritar. Me llevaron a la sala de oración, donde me encadenaron y me obligaron a ayunar durante siete días. Después de los primeros siete días me soltaron un poco y luego me encadenaron nuevamente durante siete días". El personal de la iglesia y otras dos iglesias en el sur confirmaron la práctica.

Violencia extrema

Las personas en los centros de rehabilitación islámicos dijeron que el personal los azotó. Khalil, quien estuvo encadenado durante seis meses en un centro de este tipo en el norte de Nigeria, mostró a los investigadores cicatrices en su brazo izquierdo que, según dijo, eran por latigazos.

Un curandero islámico en el norte de Nigeria explicó que “si está tratando a alguien que se encuentra mentalmente enfermo y actúa de una manera que le está causando molestias, tendrá que tratarlo. Algunos de ellos pueden estar hablando solos o sufrir de falta de sueño…. Para algunos de ellos, dormir lo suficiente ayudará. Para otros, necesitamos azotarlos - una vez, dos ... hasta siete veces”.

Una docena de personas en ese centro mostraron a los investigadores cicatrices en los brazos, el pecho y la espalda que, según dijeron, se debían a las flagelaciones del personal.

Amina, que sufrió una crisis nerviosa después de la muerte de su madre y fue llevada a varios curanderos islámicos y a un hospital psiquiátrico, dijo que fue atada con cuerdas, golpeada y escupida en un centro de rehabilitación en Kaduna y luego abusada por un curandero tradicional en Abuja quien vino a su casa: “Me dijo que me desnudara, que es parte del proceso de curación, y luego comenzó a tocar mi cuerpo”, dijo Amina. "Explícame, ¿cómo es eso parte de un proceso de curación? ¿Cómo es eso islámico? El personal de un hospital psiquiátrico en Abuja también ató a Amina a una cama y le inyectaron medicamentos a la fuerza. "Me oriné sobre mí mismo. Estaba en mi período y me seguían sedar ". Akanni dijo que el personal la había abofeteado.

Los centros de curación tradicionales y basados en la fe podrían tener como objetivo atender a personas que no tenían a dónde acudir en busca de apoyo y ayuda debido a una crisis de salud mental o porque habían sido abandonadas. Muchos curanderos tradicionales y religiosos entrevistados parecían preocuparse genuinamente por la gente de sus centros. Sin embargo, el encadenamiento priva a las personas con problemas de salud mental de sus derechos más fundamentales a la dignidad y el trato humano. La violencia física y el abuso sexual dañan aún más el bienestar físico, sexual, emocional, mental y social de un individuo y pueden equivaler a tortura y otros tratos o castigos crueles, inhumanos o degradantes.

Tratamiento forzado

En los hospitales psiquiátricos y los centros de rehabilitación administrados por el gobierno, el personal dijo que las personas reciben medicamentos orales e inyectables sin su consentimiento. En dos hospitales psiquiátricos visitados, los pacientes recibieron terapia electroconvulsiva sin su consentimiento.

En muchos centros tradicionales y religiosos visitados, los curanderos obligaban a las personas con problemas de salud mental a recibir tratamientos con hierbas y otros tratamientos no médicos. Un curandero tradicional en Ibadan dijo que cuatro personas sujetarían a una persona para que pudiera administrarle hierbas.

Otro curandero tradicional en Ibadan dijo: "Tenemos que obligarlos a tomar las hierbas que los curarán. A veces tenemos personas fuertes, muchachos fuertes, que los sujetan para que podamos ponerles cadenas y darles hierbas ".

Un pastor cristiano en Ibadan describió el uso de cadenas como una amenaza para hacer que la gente ingiera hierbas. Frente a la casa de un curandero tradicional en Abuja, los investigadores vieron a varias mujeres sujetando a una niña de 12 años y haciéndole cortes en la espalda con una cuchilla. Luego untaron hierbas molidas en los cortes. El sanador lo justificó diciendo que la niña le había estado robando a su madre y que tenían que dejar que la sangre maligna saliera de ella.

Sin avances

El 17 de junio y el 12 de septiembre de 2019, respectivamente, Human Rights Watch envió cartas al gobierno federal en Abuja solicitando reunirse con funcionarios del Ministerio Federal de Salud y el Ministerio Federal de Asuntos de la Mujer y Desarrollo Social para discutir los hallazgos, pero no recibió ninguna respuesta. respuesta. Los dos ministerios federales tampoco han respondido a una carta del 24 de octubre en la que se exponen preocupaciones sobre el encadenamiento y el abuso.

Desde que Human Rights Watch comenzó a investigar el encadenamiento en Nigeria en agosto de 2018, se han cerrado varias instalaciones. En septiembre de 2019, la policía cerró un centro de rehabilitación islámico en Kaduna que Human Rights Watch había visitado en marzo. Otro centro de rehabilitación islámico en Kano fue cerrado preventivamente en octubre.

Si bien el cierre de las instalaciones abusivas es un paso positivo, el gobierno debe garantizar que brinda apoyo psicosocial y de salud mental adecuado en la comunidad a las personas que han sido liberadas. De lo contrario, el cierre de estos centros no hace nada para abordar los movimientos desesperados de las familias para buscar centros tradicionales y basados en la fe para seres queridos con problemas de salud mental debido a la falta de alternativas que respeten los derechos.