Rusia
“Navalni no es el líder reconocido por la oposición. Occidente debe tener cuidado al apoyarlo”
“Aleksandr Solzhenitsyn también fue un símbolo para la libertad, pero nunca un político serio”, asegura Robert English, experto en política rusa de la Universidad del Sur de California
Alexei Navalni ha lanzado un sorprendente desafío a Vladimir Putin. Empezando con su decisión de regresar a Rusia sabiendo que se enfrentaba a una detención segura, después su llamamiento a sus aliados de emprender manifestaciones en todo el país y lo último su filtración del lujoso estilo de vida de Putin mientras la población sufre la recesión y la pandemia se convierte en una declaración de guerra al Kremlin. Después de sobrevivir a un intento de asesinato, parece resignado al martirio y puede haber decidido que su pérdida de la libertad, tal vez incluso la vida, podría ser su máxima contribución a la causa de la lucha contra la corrupción.
Hay algo muy del estilo ruso en el drama y la grandiosidad del gesto de Navalni, como Aleksandr Solzhenitsyn en su época. La causa de Navalni, de luchar contra la corrupción y a favor de la democracia, es entendible. Pero no es un caballero sobre un caballo blanco, más bien es una figura compleja que ha adoptado también puntos de vista nacionalistas, patriarcales y antiislámicos en un país que es 20% musulmán.
No es el “líder reconocido” de la oposición, no tiene experiencia en el gobierno y Occidente debe tener cuidado al apoyarlo, al igual que sucede con Juan Guaidó en Venezuela. Solzhenitsyn también fue un símbolo importante para la libertad, pero nunca un político serio.
Sin embargo, Navalni es un tipo audaz y valiente que lo arriesga todo por exponer la codicia y la corrupción de la élite gobernante. Occidente no puede ignorar su campaña, pero tampoco puede aceptar instrucciones de él para sancionar y aislar al régimen de Putin. Simplemente hay demasiados problemas económicos y políticos vitales que exigen la cooperación de Rusia con Occidente.
No podemos saber hacia dónde se dirige este movimiento. Todo dependerá del alcance del apoyo que Navalni pueda obtener de una población rusa exhausta y desanimada.
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