Maitane Alonso, investigadora y estudiante de Medicina

Las mujeres en la ciencia, la gran asignatura pendiente

Solo el 28,5% de las estudiantes españolas se matriculan en carreras científicas. Apenas un 30% de los investigadores de todo el mundo son mujeres

A Julia Ariza en el colegio de su pueblo, Colmenar Viejo, mientras los chicos daban Matemáticas a ella y a sus compañeras las metían en costura. Julia, además de buena costurera, quiso seguir estudiando. Algunos profesores le ayudaron a convencer a María, su madre y viuda desde los 37 años, al frente de una tienda de comestibles, de que su hija «valía». Consiguió entrar en el instituto y comenzó a destacar en las asignaturas hueso como la Física. El último año, Julia, la pequeña de tres hermanos, propuso en casa ir a la Universidad. María había ahorrado para que el varón y mayor, pudiera continuar sus estudios. Era uno de los sueños comunes que tenía con su marido: conseguir que por primera vez en sus respectivas familias, alguno de los chicos fuera universitario. Sin embargo, el mayor no había querido seguir ese camino y María ya se lo había quitado de la cabeza. Hasta que la insistencia de Julia y su potencial volvieron a abrir el debate. Y es que Julia no sólo quería ser la primera universitaria de la familia, quería ser ingeniera. Su pasión por la programación y su futuro pasaban por la recién estrenada Facultad de Ingeniería Informática de la Politécnica. Tras días y días de convicción y momentos en los que la balanza se decantaba más por la negativa a estudiar, finalmente logró su cometido. «En primero, sí que éramos varias mujeres, éramos la nota discordante con otras ingenierías. Sin embargo, en quinto, en el año 1979, las que finalmente acabamos la carrera y nos graduamos se podían contar con los dedos de las manos. Se casaban, dejaban de ir a clase... fueron desapareciendo», recuerda a sus 67 años, confirmando que se convirtió en la primera universitaria e ingeniera de la familia.

Los 50 años que separan a Julia de Sara Ballesteros son todo un viaje hacia el progreso de la educación. La madrileña de 17 años y en el último curso en el colegio Maristas Chamberí, es la pura evidencia de que el panorama educativo ha mejorado con creces. La joven tiene claro que quiere estudiar Bioquímica y ser investigadora médica por lo que ha elegido el bachillerato de la rama Biosanitaria. En tercero y cuarto de la ESO participó en un programa sobre mujeres en la Ciencia (STEM Talent Girl), y al visitar varios laboratorios decidió que era eso lo que ella quería hacer. «Es verdad que en los libros siempre vemos más ejemplos de hombres y ver a tantas científicas que habían conseguido todo lo que se proponían y que había salida, me abrió los ojos: también lo puedo hacer yo».

Sus referentes son Rosalind Franklin, que descubrió la doble hélice del ADN, y la española Margarita Salas. Tanto sus padres como sus profesores siempre la han animado a seguir con sus aspiraciones, «espero que cuando llegue al terreno de la investigación no me pongan trabas ni tener problemas por ser mujer», augura la joven.

Sara Ballesteros, alumna del colegio Maristas de Chamberí
Sara Ballesteros, alumna del colegio Maristas de Chamberí©Gonzalo Pérez MataLa Razón

A pesar de que las nuevas generaciones vienen pisando fuerte, la Ciencia sigue salpicada por los perjuicios y es la gran asignatura pendiente en la igualdad. Apenas el 30% de las estudiantes de todo el mundo escogen estudios superiores dentro del campo de las STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). En España, la cifra total es muy similar, sólo alcanza el 28,5%. Y eso que en la última década, el porcentaje de universitarias en España ha sido superior al de los hombres. En 2019, el 55,6% de todas las nuevas matrículas fueron de mujeres, según datos del Ministerio de Educación. Sin embargo, las carreras elegidas siguen gozando de ciertos estereotipos.

Así, en los grados de Educación se inscribieron un 77,9% de alumnas frente a apenas un 22,1%. Mientras que en Informática, sólo el 13,4% fueron chicas.

«Hay muchas más carreras aparte de ser profesoras o cuidadoras de bebés. La Ciencia también es divertida. Se trata de pasión y trabajo, no sólo de ser hombre o mujer. Hay que luchar por ello», anima Ballesteros a las niñas de Primaria. De hecho, en su clase «somos 19 chicas y cinco chicos, yo creo que porque está relacionado con la Medicina y la Enfermería. Pero en la otra clase, en el bachillerato tecnológico, es al revés, quizá porque en Matemáticas o en Ingeniería no se ve tanto la figura de la mujer», reflexiona esta estudiante de sobresaliente.

El problema más grave llega después, a pesar de que durante su juventud abandonan menos que los jóvenes (un 13% frente a un 21,4%), con el paso de los años las mujeres se van cayendo del mercado laboral y del campo de la investigación. La proporción de investigadoras en España se ha mantenido por debajo del 39% en la última década. Asimismo, en nuestro país, las tasas de paro femenino son superiores en todos los niveles educativos y todas las edades.

A nivel global, la ciencia parece aún cosa de hombres. Según la Unesco, menos del 30% de los investigadores en todo el mundo son mujeres. Maitane Alonso quiere romper esa brecha. Esta bilbaína de 20 años está en tercero de Medicina y desde los 15 años es investigadora. Alonso reconoce que el principal obstáculo que se ha encontrado ella ha sido la educación.

Maitane Alonso, investigadora
Maitane Alonso, investigadora©Gonzalo Pérez MataLa Razón

Un premio a la sostenibilidad

«Desde que somos pequeños nos enseñan a dejar de hacer preguntas, sin demandar el porqué de las cosas, a hacer todo de la misma manera». Cuando ella comenzó a investigar, en plena adolescencia, sólo escuchaba comentarios negativos tipo «no va a funcionar, sólo vas a perder el tiempo... Así es como se apaga la curiosidad en los niños». Hizo caso omiso y gracias al apoyo de su familia, que siempre ha creído en ella, se dedicó en cuerpo y alma a investigar sobre los desechos de la comida tras inspirarse en una de las copiosas barbacoas de su padre.

«En la actualidad tiramos el 30% de la producción de alimentos. Es escalofriante sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de sufrimiento por hambre que hay y por cuestiones de sostenibilidad». Su innovador proyecto comenzó a ganar premios en ferias de Ciencias hasta que su máquina de conservación de alimentos viajó hasta Phoenix, Arizona, En 2019 logró alzarse con el segundo premio en Microbiología por el que el MIT le pondrá su nombre a un asteroide y con el premio a la Sostenibilidad de la Arizona State University ni más ni menos que en el certamen más importante del mundo organizado por la Society for Science and the Public.

Para ella la clave no es que todo el mundo se dedique a la investigación o a las carreras científicas sino «encontrar lo que te apasiona y dedicarte a ello. Es muy difícil elegir qué quieres ser en una edad en la que ni siquiera sabes quién eres. Hacen falta más herramientas para descubrirlo».

Alonso no duda en contar su historia para que sirva de insipración a las futuras generaciones y esta semana ha participado en un acto de la campaña “No More Matildas” en la sede del Parlamento Europeo en España. «Es surrealista despertarte cada día y comprobar que estás cumpliendo el sueño que tenías de pequeña y ver que hay gente que cree en ello. A todas las niñas que se hacen preguntas y a las que todavía no se las hacen: nunca perdáis la ilusión. Detrás de un proyecto únicamente hay esfuerzo, constancia, pero sobre todo pasión. Y a pesar de los tropiezos y de que la primera reacción siempre sea un «no», tenéis que luchar por ello».

Preocupación en la Unión Europea

Preocupada por los datos, Susana Solís, ingeniera industrial y eurodiputada por Renew Europe (Ciudadanos), va a llevar ante el pleno del Parlamento Europeo un informe al respecto. «Los números no son aceptables», indica. En su informe, Solís propone que «se debe empezar por la educación primaria, es ahí cuando no hay diferenciación entre niñas y niños. Ellas tienen mejores notas en este tipo de materias, pero según pasan los años, empiezan a tener inseguridades, creen que no son tan brillantes y van abandonando».

Por tanto, para la europarlamentaria, es clave que los profesores sepan motivar, despierten sus vocaciones, sin comprometer la libertad, y que haya roles femeninos en los que poder mirarse. Para Solís, la campaña «No More Matildas», que evidencia la injusticia de qué hubiera ocurrido si los principales investigadores como Einstein o Schrödinger hubieran nacido mujer, es fundamental. Es prioritario “que en los libros de texto se vean reflejadas».

Asimismo, la eurodiputada cree que es básico enseñar el aspecto social de la tecnología, pues «muchas veces las mujeres nos sentimos más atraídas por estudios sociales» y tenemos que tener claro que la tecnología y la ciencia nos pueden ayudar a resolver estos retos.

Solís también destaca que las mujeres se enfrentan a numerosas trabas a nivel profesional. «El porcentaje decrece a medida que subimos en las categorías profesionales. Hacen falta avances en la conciliación, bajas de maternidad igualitarias, horarios flexibles... para que una vez que una mujer elige este tipo de profesiones, su carrera no se vea truncada». La eurodiputada asturiana expone que los obstáculos a los que ella misma se enfrentó fueron «la falta de referentes a la hora de estudiar y elegir». Pero una vez que los estereotipos no le han influido, «creo que un factor clave es la maternidad, pues coincide, y esa es mi experiencia personal, tu mejor etapa profesional con la edad a la que puedes ser madre. La sociedad y las empresas no te lo ponen nada fácil y muchas mujeres acaban abandonando. Hay un techo de cristal», concluye la eurodiputada.