Irlanda del Norte

Edwin Poots, un creacionista para liderar el DUP

El nuevo líder del partido unionista promete aumentar la oposición al Protocolo de Irlanda

El nuevo líder del DUP, Edwin Poots, levanta el pulgar tras resultar vencedor, ayer
El nuevo líder del DUP, Edwin Poots, levanta el pulgar tras resultar vencedor, ayerPeter MorrisonAP

Edwin Poots -con un discurso en contra del aborto y las uniones homosexuales- fue elegido ayer el nuevo líder del Partido Unionista Democrático (DUP) con la promesa de remodelar la formación más grande de Irlanda del Norte y aumentar la oposición al Protocolo de Irlanda, la solución recogida en el acuerdo del Brexit para evitar frontera dura con la República de Irlanda.

El responsable de Agricultura en el Gobierno de Belfast ganó las primarias celebradas después de que Arlene Foster dimitiera el mes pasado como líder y ministra principal norirlandesa. Poots, del ala más radical de las filas protestantes, venció a Jeffrey Donaldson, con una visión más moderada, para tomar ahora las riendas de la formación. Aunque avanzó que no ocupará el puesto de ministro principal de Irlanda del Norte. En los próximos días elegirá a alguien de su confianza mientras que él se concentra en aliviar la guerra civil del partido. Es la primera vez en los 50 años de historia del DUP que se han presentado distintos candidatos al puesto.

En circunstancias normales, la elección de un nuevo dirigente unionista habría pasado más desapercibida. Y, sin embargo, las divisiones en las que está inmersa la formación son ahora de vital importancia para entender la gran inestabilidad política que se vive en la provincia británica a raíz de los nuevos controles impuestos tras el divorcio europeo.

En los últimos años, el DUP ha pecado de vanidoso. O quizá de ingenuo. Su primer gran error fue hacer campaña por un Brexit duro creyendo que eso no cambiaría las cosas. Y luego su equivocación fue creer al premier Boris Johnson cuando éste prometió que jamás crearía una división entre Irlanda del Norte y el resto del Reino Unido.

Cuando los británicos decidieron apostar por la salida de la UE, el gran reto que se planteó en las largas e intensas negociaciones entre Londres y Bruselas fue cómo respetar el Acuerdo de Viernes Santo de 1998 que selló la paz entre católicos y protestantes. El acuerdo establece que no puede haber frontera dura entre la República de Irlanda y la provincia británica.

Inicialmente, el premier prometió a los unionistas que nunca aceptaría un acuerdo con Bruselas que supusiera colocar barreras entre Gran Bretaña (Escocia, Inglaterra y Gales) e Irlanda del Norte. Pero finalmente esta fue la fórmula que terminó cerrando luego con la UE (Protocolo de Irlanda), al negarse a dejar al Reino Unido en la unión aduanera para poder cerrar acuerdos comerciales con otros países. La frontera, por tanto, se ha “movido” ahora al mar de Irlanda. Y los unionistas se sienten traicionados.

La ya ex líder Arlene Foster terminó convirtiéndose en una cabeza de turco. Lo que forzó su dimisión fue su abstención en una votación para prohibir las terapias de “curación homosexual”. Estas prácticas siguen siendo habituales en la provincia británica, donde las bodas entre personas del mismo sexo no han sido legales hasta enero de 2020. La decisión de Foster no gustó al sector más tradicionalista de las filas unionistas en un momento en el que la formación está desangrándose ante el auge de otro partido más radical.

Como ocurriera con el PP ante el auge de Vox o con los `tories´ ante el auge del UKIP, el DUP están endureciendo ahora su discurso por la creciente popularidad del Traditional Unionist Voice (TUV). El partido, capitaneada por Jim Allister, se creó en 2007. Pero es ahora cuando está tomando gran protagonismo ante la profunda crisis política.

Las elecciones en Irlanda del Norte están previstas para el próximo año. Pero podrían adelantarse si el nuevo líder del DUP se niega ahora a promulgar la Ley de la Lengua Irlandesa, lo que colapsaría el gobierno de coalición con los católicos del Sinn Fein, lo que agravaría más la crisis en la provincia británica, donde la violencia ha vuelto a las calles de Belfast para protestar por los nuevos controles post Brexit.

La situación solo empeorará una vez que todas las medidas entren en vigor. Hasta ahora, los diversos controles están limitados por períodos de gracia que el Gobierno de Johnson ha extendido unilateralmente enfrentándose así a Bruselas. En principio, el Protocolo de Irlanda de implementarse ya en su totalidad en octubre.