Fugado

Jürgen Coning, el militar antivacunas que quiere matar al “Fernando Simón” belga

Bélgica busca desde hace una semana al soldado que desapareció tras robar un arsenal de su cuartel

Miembros del personal del ejército belga cerca de la entrada del Parque Nacional Hoge Kempen mientras buscan capturar al belga Jurgen Conings
Miembros del personal del ejército belga cerca de la entrada del Parque Nacional Hoge Kempen mientras buscan capturar al belga Jurgen ConingsJOHANNA GERONREUTERS

Bélgica se encuentra en alerta desde hace una semana debido a un solo hombre. Jürgen Conings desapareció el lunes pasado tras amenazar con “matar gente”. Una intención que ha movilizado un gran operativo de búsqueda porque no se trata de un ciudadano cualquiera: Jürgen es un militar de 46 años, de extrema derecha, y está fuertemente armado.

Una combinación que ha desatado la alarma y ocupado todos los titulares, si bien un ex comisario de la policía federal matizaba en un diario belga que “Jürgen Conings no es Rambo. Hay que neutralizarlo, pero no va a soltar una bomba atómica sobre el país”. No es Rambo, no, pero su metro ochenta, sus tatuajes y su cabeza rapada imponen tanto como sus amenazas. Casi tanto como preocupa el hecho de que aún no se le haya encontrado a pesar de que desde el lunes se lleve a cabo una “caza al hombre” que pretende atacar a representantes del Estado belga, personalidades públicas y al principal virólogo del país. Unos 250 policías se concentran en el parque natural Hoge Kempen, cerca de la frontera con Países Bajos, donde se encontró el coche de Conings y donde se sospecha que se esconde. La Interpol se ha unido a la búsqueda desde ayer.

Fotografía de Jürgen Conings en su perfil de Facebook
Fotografía de Jürgen Conings en su perfil de FacebookLa Razón

¿Pero cómo es posible que un militar se haya convertido en una amenaza para el país? La carrera en el Ejército de este hombre transcurrió “sin problemas” como tirador y francotirador desde 1992, es decir, desde que tenía 18 años. Estuvo incluso desplegado en operaciones en el extranjero (Kosovo, Irak y Afganistán) antes de unirse a la policía militar. Pero en 2019 empezó a ser objeto de seguimiento por unas declaraciones racistas realizadas en redes. Sus compañeros muestran preocupación por sus discursos de extrema derecha, sus comentarios racistas, pero también por comportamientos violentos. Paradójicamente las sanciones disciplinarias que le impusieron fueron las que le abrieron las puertas al depósito de armas de su cuartel. Porque en junio de 2020 fue transferido a una función de apoyo de los instructores a cargo de la preparación para las misiones en el extranjero. Tenía acceso a armas y municiones para ponerlas a disposición de los soldados entrenados. Es decir, que podría tener armamento para emprender una pequeña guerra él solo: lanzacohetes, un subfusil, una pistola, y un chaleco antibalas.

Un entrenador personal

Durante el confinamiento se presentó en una de sus páginas de Facebook como un entrenador cualificado, según el diario “La Libre Bélgique”, publicando vídeos de entrenamientos militares para ponerse en forma. Poco se sabe de su vida privada: que vive en pareja, que tiene dos hijos y que sus padres murieron ambos cuando él se encontraba en una de sus misiones en el extranjero, hecho que le afectó mucho emocionalmente. Observado desde hace dos años, sancionado, incluido en la lista de una treintena de miembros del Ejército belga vigilado por sus “simpatías” con la extrema derecha, nadie entiende ahora cómo es posible que la jerarquía militar no haya detectado una amenaza así. Una amenaza cuyo objetivo principal parece ser el virólogo flamenco Marc Van Ranst, la “bestia negra” de los antimascarillas y personas contrarias a las restricciones impuestas por la pandemia.