De la euforia al aprobado

Biden cumple sus primeros seis meses en la Casa Blanca

El presidente enfila una semana clave en la que debe lograr que se aprueben sus planes de infraestructura y familias para sostener el impulso económico

El presidente de EE UU, Joe Biden, desde la Casa Blanca en Washington
El presidente de EE UU, Joe Biden, desde la Casa Blanca en WashingtonJONATHAN ERNSTREUTERS

Joe Biden cumple seis meses en la Casa Blanca. Toca sentar las bases de una prospección, responder a los interrogantes y tasar las luces y sombras, los logros y los errores, los proyectos truncados y los victoriosos de una presidencia que llegó, principalmente, proclamando que Estados Unidos estaba de regreso. De vuelta a los usos tradicionales en la política nacional y también en el damero internacional. Preguntado al respecto, Eric Gomez, director de estudios de política de defensa de Cato, explica que «Biden ha sido muy consistente en restaurar la diplomacia a un lugar de prominencia en la política exterior de Estados Unidos.

Él y altos funcionarios de su administración se han reunido cara a cara con representantes de muchos países extranjeros, tanto amigos como adversarios. El tono de estas reuniones ha sido muy diferente del tono general en toda la administración Trump, que en general fue mucho más hostil hacia la diplomacia y no le dio mucho valor. Algunos de los primeros éxitos diplomáticos concretos incluyen el reinicio de las conversaciones nucleares con Irán y la extensión del tratado de control de armas nucleares New START entre Estados Unidos y Rusia. Las primeras cumbres con los líderes de Japón y Corea del Sur produjeron declaraciones y acciones que demuestran un mayor acuerdo entre Washington y esos países. La mejora de las herramientas diplomáticas de EE. UU. Debería facilitar que la administración Biden implemente con éxito sus políticas en todo el mundo. Sin embargo, si dichas políticas serán estratégicamente sabias o tontas es una cuestión aparte».

Desde luego los frutos de la política doméstica resultan mucho más discutibles. También aquí el gobierno necesita tiempo, pero en el terreno sanitario la campaña de vacunación, que avanzaba lanzada, ha sufrido una contracción temible.Hasta el punto de que de más de 4 millones administradas de forma diaria el país ha pasado al medio millón. Insuficientes para alcanzar la inmunidad de grupo antes de que acabe el verano, mientras la variante Delta amenaza con colapsar los hospitales, especialmente allí donde las cifras de vacunados siguen siendo muy bajas. La carrera contra el Covid-19 augura de paso el panorama económico de los próximos meses. Un ecosistema vapuleado por la crisis provocada por la pandemia, mientras el gobierno respondía con plan de estímulo económico que supera en varias magnitudes tanto los paquetes de estímulo previos como los planes aprobados en 2008.

El otro frente tiene que ver con la inmigración. Lejos de sofocar la avalancha de inmigrantes en la frontera, el gobierno se ha visto sacudido por la mayor riada de gente que trata de entrar ilegalmente desde 2005. A los esfuerzos de la administración, cogida en el fuego cruzado entre unos republicanos que la tachan de demagoga e ineficiente y unos demócratas del ala izquierda crecientemente decepcionados, hay que añadir el golpe de este fin de semana, cuando el el juez federal Andrew Hanen, dictó que es ilegal el programa DACA, que ofrece asilo a quienes llegaron ilegalmente siendo unos niños. El DACA fue establecido por Barack Obama, maniatado en el Congreso para lograr una reforma legislativa.

Con su dictamen, el magistrado señaló que el entonces presidente violó sus atribuciones ejecutivas y la separación de poderes. Tal y como explica el Wall Street Journal en un editorial, Biden «ha dicho que su administración apelará, pero que no puede confiar en la victoria. La opinión del juez Hanen va al corazón de los argumentos sobre la separación de poderes de la Constitución y parece dirigirse al Tribunal Supremo si no se encuentra una solución legislativa». El periódico neoyorquino estima que si el gobierno quiere alcanzar algún tipo de acuerdo con la oposición respecto a DACA no tendrá más remedio que plegarse a las propuestas republicanas, cambiando «las reglas de asilo para enviar una señal más fuerte de disuasión a los migrantes».

De vuelta a la proyección internacional, al preguntarle al director de estudios de política de defensa de Cato, Eric Gómez, por cómo valora la gestión de las relaciones con China y Rusia, explica que «la Administración Biden ha dicho en repetidas ocasiones que China es su enfoque principal, y gran parte del comportamiento de la administración en sus primeros seis meses refleja eso». Añade que «hay mucha presión política para aumentar el gasto militar para contrarrestar explícitamente a China. El equilibrio militar es una parte normal de las relaciones internacionales, pero con demasiada frecuencia Estados Unidos enfatiza sus herramientas militares o de seguridad de la política exterior sobre todas las demás, lo que a su vez produce una gran estrategia demasiado militarizada».

Como broche final, a menos de dos meses del 20 aniversario del 11-S, sobresale la retirada de Afganistán. «Salir de Afganistán fue la decisión correcta», opina Gomez, «Estados Unidos ha tenido una presencia militar en el país durante casi 20 años y estaba claro que esta presencia no brindaba ningún valor estratégico, era solo un agujero negro para los recursos militares. La presencia de Estados Unidos en Afganistán ha sido un desperdicio, pero eso no significa que sea insostenible. Las tropas estadounidenses podrían haberse quedado indefinidamente, pero ¿cuál sería la justificación estratégica para hacerlo? Tratar de crear un estado liberal y democrático en Afganistán no es algo que goce de popularidad entre el público estadounidense y Estados Unidos ha estado tratando de hacerlo durante dos décadas con poco éxito».

En cuanto a la evidencia de que Afganistán puede terminar, de nuevo, en manos de los talibanes, concede el analista que «Lo que viene a continuación en Afganistán no será agradable ni bueno para muchas de las personas que viven allí. El gobierno y el ejército afganos, a pesar de muchos años de apoyo de Estados Unidos en forma de entrenamiento y suministro de equipo, tienen más posibilidades de colapsar que alcanzar una paz con los talibanes. Muchos comentaristas estadounidenses que apoyaron la guerra intentarán compararla con la caída de Vietnam del Sur.

¿Podría Estados Unidos haber evitado esto quedándose? Posiblemente. Pero las tropas estadounidenses han estado en el país durante veinte años tratando de dejar un gobierno afgano que pudiera protegerse a sí mismo ya su pueblo. Si el gobierno afgano no puede hacer eso después de toda esa asistencia, entonces o fracasó, el ejército estadounidense fracasó, o ambos fracasaron y comprometerse con una presencia militar interminable solo cambiaría el número de generaciones de estadounidenses que participan en una misión condenada al fracaso».

Quizá sea en otro frente, el iraní, donde sí haya frutos más luminosos en lontananza. Al menos eso intenta creer el gobierno Biden, empeñado en resucitar los acuerdos nucleares con Teherán al tiempo que metaboliza algunos de los planteamientos del gobierno Trump. Hay están las conversaciones en Viena, al tiempo que la Casa Blanca busca que la teocracia iraní, ahogada económicamente, garantice que deja de enriquecer uranio a unos niveles que podrían ponerles en la senda de lograr la bomba nuclear.