Entrevista

María Emma Mejía: “La guerra contra las drogas ha fracasado”

La diplomática y ex ministra colombiana publica sus memorias, “El camino que abrimos”, un retrato personal y colectivo sobre la Colombia de las últimas décadas

La ex canciller y diplomática colombiana María Emma Mejía
La ex canciller y diplomática colombiana María Emma MejíaJesús G. FeriaLa Razon

María Emma Mejía (Medellín, 1953) es una veterana diplomática colombiana cuya carrera quedó marcada por la figura política de Luis Carlos Galán, el candidato liberal que fue asesinado en 1989, un político destinado a cambiar los designios de un país que por entonces estaba atrapado en el circulo infernal del narcotráfico. En esa época, ella soñaba con ser cineasta, pero finalmente dio el salto a la plaza pública para hacer política en las calles de una Medellín asediada por las balas de los sicarios de Pablo Escobar. Lo cuenta la ex ministra en su libro de memorias “El camino que abrimos” (Debate), que presentó recientemente en la Feria del Libro de Madrid.

Mejía fue una pionera en la lucha por los derechos de la mujer colombiana y también una persona valiente que soñó desde el inicio de su carrera con una Colombia más justa y pacífica, ya fuera como embajadora en España, como ministra de Educación y después al frente del Ministerio de Exteriores. Su fulminante trayectoria la llevó a convertirse en la fórmula vicepresidencial de Horacio Serpa en 1998, en las elecciones que perdió contra Andrés Pastrana, quien ya como presidente la nombró miembro de las negociaciones del Caguán con las Farc. En 2000 se lanzó a la alcaldía de Bogotá como independiente, pero perdió contra Antanas Mockus.

Usted tenía pasión por el cine, se había formado en Londres, ¿por qué dio el salto a la política?

Meternos en lo público era la responsabilidad que teníamos en ese momento. El hecho de ser mujer no lo hacía mas fácil, y la política en primera persona tampoco porque entonces se hacía una política de plaza publica, de discursos, de recorrer las calles enfrentada al narcotráfico de Pablo Escobar en las comunas de Medellín. Fue una época compleja sorteada con éxito gracias a que buscamos la reconstrucción del tejido social y no una salida militar para combatir a Escobar, que es lo que se pretendía entonces.

Años más tarde se puso en marcha el Plan Colombia, con convenios militares firmados con EEUU que supusieron la apertura de bases norteamericanas en territorio colombiano. ¿Fue esa una salida militar al conflicto colombiano?

No lo fue inicialmente así. Cuando fracasaron los diálogos del Caguán, donde yo fui negociadora por el gobierno nacional, se planteó el Plan Colombia como una especie de Plan Marshall. La idea de los presidentes Clinton y Pastrana era impulsar un desarrollo social en las comunas urbanas y en el ámbito rural. Fue muy innovador porque hicimos una especie de sustitución de cultivos en entornos urbanos. Trabajamos en las comunas de Medellín con profesores y con escuelas para devolverle la alternativa a los jóvenes, a los quedaron vivos, porque hubo un ejército entero de sicarios de Escobar que murió en esa guerra. Eso luego se militarizó, y fortaleció a unas fuerzas armadas que en su momento combatieron a la guerrilla más fuerte que quedaba en América Latina.

¿Hace un balance positivo de aquel periodo entonces?

El Estado colombiano había estado muy ausente en esas zonas rurales de Colombia hasta el inicio del proceso de paz. Con el Plan Colombia, en el año 2000, se intentó devolver la presencia del Estado a las comunidades rurales, y no hubiéramos podido hacerlo sin una presencia militar fuerte que permitió después tener una presencia social muy importante.

¿La guerra de Pablo Escobar doblegó al estado colombiano?, ¿convirtió al país en un infierno?

Lo hizo realmente. Nosotros llegamos al gobierno en el año 90, unos días después de que César Gaviria asumiera la presidencia, y nos tocó asumir la campaña del difunto Luis Carlos Galán. Tuvimos que tomar rápidamente decisiones: qué hacer con Escobar, con los extraditables, con la muerte de tantos secuestrados, de la propia Diana Turbay que yo cuento en mi libro, con esa dicotomía de guerra fallida que es la guerra contra el narcotráfico. Desde que empecé mi vida de servicio público he vivido esta guerra fallida, y me pregunto hasta cuándo vamos a seguir con una estrategia que no nos va a permitir superar la problemática de las drogas ni la problemática social que se derivan en el campo y en la ciudad. Ahora estamos viendo una primera aproximación de EEUU e inclusive del Congreso estadounidense para romper con el prohibicionismo. Nadie está hablando de legalización pero sí de una mirada nueva de prevención y de salud pública; hay un cambio de tercio que puede ser interesante.

¿Qué supuso para usted y su generación de dirigentes jóvenes la figura de Luis Carlos Galán?

Para mí es la personalidad pública más importante de Colombia de las últimas décadas y eso que hemos tenido figuras de gran valía. Galán tenía una cualidad y es que entendía la política exterior y sus desafíos. Le preocupaba mucho la relación con Venezuela y resulta que ahora llevamos tres años sin relaciones con Venezuela, que es nuestro país hermano, somos siameses. Y mire como estamos ahora, con tanquetas en la frontera, con una migración desbordada y con unas dificultades que no parecen mejorar. Galán hubiera ejercido un liderazgo regional y un ética pública dando una batalla contra la corrupción que hubiera sido muy necesaria para nuestro país.

¿Cree que Colombia y Venezuela tienen opciones de resolver sus diferencias?

Para mí es fundamental acercarnos a Venezuela, sé que es muy difícil para el actual gobierno. Colombia debería intentar buscar soluciones entre la oposición, tan dividida, y el gobierno de Maduro, que está totalmente dividido. Espero que las elecciones traigan una búsqueda más proactiva sobre la relación con Venezuela.

¿En algún momento temía ser víctima de un secuestro o de un atentado?

Yo siempre pensé que me podía pasar algo en Medellín y que hubiera sido más Pablo Escobar que el paramilitarismo. Fui negociadora del gobierno en el Caguán con la guerrilla de las FARC y después con el ELN, pero no me sentí amenazada por ellos; sin embargo, con Pablo Escobar sí, hubo siempre una amenaza directa que solo se rompió cuando él dijo: “dejen a la monita tranquila”; él veía que en las comunas hacíamos un trabajo en favor de los jóvenes, y que de alguna manera hubo una protección de esos sectores populares, que yo espero que haya servido.

En Colombia asesinan a decenas de líderes sindicales y activistas sociales cada año. ¿Está funcionando el proceso de paz?

Colombia, desde sus orígenes como república, ha tenido procesos de violencia. Y esa violencia persiste, pero estoy convencida de que a pesar de la presencia del narcotráfico, de las disidencias de las guerrillas y de que somos ese país violento, el proceso de paz es el camino correcto. Si uno va a las veredas en el campo es emocionante ver como estamos armando ciudadanía rural y urbana. Pero sí, es muy doloroso ver tantos nombres reconocidos asesinados cuando han estado batallando tan duramente. Es como cuando Escobar mataba a jóvenes en las comunas. Ahora matan a líderes sociales en los parques naturales. No va a ser fácil esta batalla, que también se está dando en otras partes del mundo. Hay que tener una actitud muy severa y espero que tanto en la campaña presidencial como en el Congreso se alcance un pacto social para acabar con esta situación. En Colombia faltan compromisos y pactos nacionales amplios, como en la época de Galán, y eso cuesta muchas vidas y mucho dolor.

¿Cómo ve las elecciones del próximo año?

Es un hecho que vamos a tener nuevos liderazgos, porque no hay relección. Veo un centro muy fuerte, pero también hay extremos de derecha y de izquierda.

¿América Latina está más dividida que nunca?

Hoy no hay mecanismos de integración a nivel regional y la polarización no va a facilitar el cambio de esta tendencia. Hay una disfunción regional dramática como no había visto nunca y que no era característica de América Latina. La situación es crítica porque América Latina no cuenta nada en el mundo. No funciona ninguna plataforma regional. Quién lo va a arreglar, ¿serán líderes, gobiernos, plataformas políticas? No se ven en el horizonte.