Opinión
Chivos expiatorios del sultán Erdogan
Erdogan busca distraer a la población de los grandes problemas
La actitud de Erdogan se parece cada día más a la de un animal asustado, que bufa y se hace grande intentando espantar a enemigos reales o inventados. En los últimos años, el presidente con aspiraciones de sultán se ha embarcado en una serie de aventuras para devolver a Turquía a su sitio de honor en el mundo. Siria, Armenia o Libia son ejemplos de intervenciones exteriores diseñadas para recalibrar la posición de Ankara en un orden global cambiante. Y es que en sendas arengas a sus tropas en Azerbaiyán hace unos meses, Erdogan les instaba a recuperar el glorioso pasado de los turcos.
Erdogan, que está protagonizando uno de los episodios más claros de deriva autoritaria, no se encuentra en una posición cómoda. Sus políticas no responden como le gustaría, y a pesar de haber nombrado a tres diferentes gobernadores del Banco Central en los últimos 2 años, la economía turca se resiste a obedecer las órdenes de Ankara. La inflación galopante del 20% y una continua y dolorosa devaluación lastran los planes para volver a aquel glorioso pasado que tanto añora. Aunque pensándolo mejor, quizás la economía se haya tomado al pie de la letra aquello del retorno al pasado y haya decidido volver a los tiempos del Imperio Otomano, cuando este fue conocido como el enfermo de Europa.
Las acciones del presidente esta semana, declarando persona non grata a diez embajadores occidentales, denotan un claro interés por continuar distrayendo a la población de los graves problemas que acucian al país. Las correrías internacionales no son suficientes, y cuando a la gente le falta lo más básico tiende a protestar. Erdogan tiene la respuesta: la culpa de la inflación no es una política económica errática y equivocada, es de los poderes extranjeros que buscan levantar al pueblo contra su líder en un intento de evitar que Turquía recupere su pasada gloria.
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