Régimen talibán
El drama de los boxeadores afganos exiliados en Serbia
El equipo nacional de boxeo se niega a volver al terror del Emirato Islámico talibán por miedo a las represalias
No quieren volver. Les bastan los golpes que reciben en el cuadrilátero. El equipo nacional de Afganistán de boxeo aguarda en Serbia la concesión de asilo desde que participara a comienzos del mes pasado en los campeonatos del mundo amateurs de la Federación Internacional de este deporte celebrados en Belgrado. Los jóvenes compitieron formando parte del equipo de refugiados de la Asociación Internacional de este deporte.
Los once púgiles de la selección nacional, incluido el campeón de peso ligero, y dos responsables técnicos del equipo, bloqueados, penan de hotel en hotel aguardando noticias. No quieren regresar al Afganistán de los talibanes. Han pedido asilo y ayuda humanitaria a distintas embajadas. En varias representaciones de países de la UE se han rechazado ya sus solicitudes.
«Todo cambió en Afganistán con la llegada del régimen talibán», afirma el secretario general de la Federación de Boxeo del país centro asiático, Waheedullah Hameedi, a la agencia AP. «Ha sido difícil poder asistir a unos campeonatos del mundo durante el nuevo régimen y gobierno», reconoce. Para los fundamentalistas el boxeo es una actividad «haram» –ilícita–, por lo que estos jóvenes temen que, antes o después, dejarán forzosamente de practicar su pasión.
No en vano, poco después de alcanzar el poder el pasado 15 de agosto, los nuevos mandos talibanes cerraron sus instalaciones y gimnasios. «La situación en Afganistán es muy mala», resume, lacónico, Hameedi, cuyo progenitor fue también secretario general de la Federación afgana además de asesinado en 2019. Según confiesa a AP, fue después de la celebración de los campeonatos de boxeo de Asia en Dubái, el pasado mes de mayo, cuando tuvo la idea de sacar a los chicos de Afganistán. Primero obtuvieron visados para desplazarse a Irán, desde donde consiguieron los permisos para poder entrar en Serbia. Pero sus visados están ya caducados.
«Cuando llegaron los talibanes (...) dejamos de poder practicar el boxeo», cuenta a AFP Hasibullah Malikzadah, de 19 años, en un hotel de Belgrado. El joven teme que los fundamentalistas adopten represalias contra su familia por sus relaciones con el gobierno anterior y relata que sus hermanos participaron en la resistencia en el valle de Panshir. «Si los talibanes nos encuentran, nos matarán», asegura. «Yo quiero ser un buen campeón», lamenta el joven afgano.
«Esperamos poder recibir los visados cuanto antes. Y podamos partir fácilmente a un país seguro donde tengamos un futuro garantizado», confía Hameedi. La historia de estos jóvenes se parece a la de miles de personas que desde Oriente Medio atraviesan en los últimos meses tierras balcánicas con el afán de alcanzar la Europa rica.
Entrenaron de manera clandestina para poder cumplir su sueño de salir y competir fuera. Saben que sus planes se verán truncados al regresar. El boxeo, en fin, ya estuvo prohibido en el primer Emirato. No están dispuestos a correr el riesgo. No creen en los cantos de sirena de las nuevas autoridades talibanes. Y no pierden la esperanza de que algún país les ayude.
Como el equipo nacional de boxeo, cientos de miles de afganos huyeron a partir del momento en que la retirada de las fuerzas estadounidenses era irreversible y la llegada de los talibanes a Kabul imparable. No quieren vivir, porque conocen lo que fue el primer régimen talibán (de 1996 hasta 2001), en su autocrático Emirato y en una catastrófica situación humanitaria como la actual.
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