Igualdad
El reino LGTBI que se independizó de Australia para fundar su propio país y ser reconocido
El colectivo tomó una de las islas del Mar de Coral y logró plantarle cara al Parlamento australiano, que acabó aceptando los derechos de los homosexuales
Al noroeste de Australia, en las inmediaciones del Pacífico, un territorio está compuesto por un grupo de pequeñas islas y arrecifes coralinos deshabilitados y tropicales en l mar del Coral. De posesión australiana, decidió independizarse hace más de 15 años para fundar su propio reino, porque querían ser independientes y, además, una tierra para gays, lesbianas y demás personas dentro del colectivo LGTBI.
El Reino Gay y Lésbico del Mar de Coral fue una micronación que se separó de Australia para que se reconocieran los derechos de los homosexuales. En el año 2004, el Parlamento australiano convalidó una ley en el que negaba derechos a los matrimonios homosexuales, ya que el que país no reconocía las uniones de personas del mismo sexo. Las parejas del colectivo carecerían de derechos sucesorios, en caso de emergencias médicas, no podrían decidir sobre la vida de su pareja y no podrían adoptar hijos, entre muchos otros límites. Una situación que no tiene que ver con la actualidad, pero, para aquel entonces, las personas LGTBI decidieron sublevarse, creando un país para ellos y en el que, todos los derechos que Australia les negaba, ellos los tendrían.
Un grupo de activistas homosexuales tomó el arrecife de Cato, que es una de las islas que componen la zona, y declaró el nacimiento de ese particular Estado. La necesidad de que los derechos de las minorías fueran reconocidos, los cuales Australia había negado en las últimas décadas, fue suficiente para tomar la iniciativa. Las islas eran consideradas como Territorio de Ultramar, y no integraban estrictamente Australia, sino que pertenecían al Commonwealth, asociación voluntaria de países que compartían lazos históricos y culturales (legado del Imperio Británico), suficiente para que no se vieran a sus fundadores como insurgentes.
Una isla diminuta de tres kilómetros cuadrados, y uno de los pocos lugares a los que se podía acceder. Tenían su propia moneda (el dólar rosa), su propio himno (I Am What I Am, de Gloria Gaynor, interpretada en la década de los 80) y su propia bandera (la bandera arcoíris del colectivo LGTBI). Su principal actividad económica era el turismo, donde gays, lesbianas, bisexuales o transexuales de todo el mundo acudían a conocerla. Pero la respuesta oficial de Australia nunca llegó.
La máxima autoridad del Reino era un emperador, nombrado como Dale Parker Anderson, un activista que junto a otros viajó a la isla para hacer su simbólico acto de posesión en un barco que bautizaron como Gayflower. El gobierno australiano los ignoraba, creían que estaban fundando algo “utópico” y nadie los reconoció como país. Un legislador conservador exigía que la bandera arcoíris fuera quitada porque era la bandera “de un estado beligerante”. Y por ello, les declararon la guerra.
Sin ayudas, sin reconocimiento y con pérdida de fuerza tras unos primeros años en los que parecía prosperar, esta nación se disolvió en noviembre de 2017. Aquel año, sus fundadores consideraron que su misión había terminado, y que al menos le hicieron ver a Australia que los derechos de los homosexuales también eran importantes. 13 años en los que plantaron cara a todo un país para que el colectivo LGTBI dejara de ser discriminado por el gobierno australiano.
En diciembre de 2017, el Parlamento de Australia aprobó la legislación -tras meses de debate y manifestaciones públicas- en la que reconocía el matrimonio entre personas del mismo sexo. La decisión fue aprobada por la mayoría de los diputados, aunque algunos también votaron en contra. Asimismo, la Iglesia Unida de Australia modificó su liturgia para permitir la unión de parejas del mismo sexo a mediados del 2018, y además, algunas comunidades judías empezaron a realizar bodas homosexuales.
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