10º aniversario

Diez años del naufragio del Costa Concordia, la tragedia que conmocionó al mundo

Un rescate a contrarreloj, un capitán condenado que había abandonado su propio barco y 32 personas que murieron frente a la costa de la italiana isla de Giglio

Eran las 21:30 horas de un 13 de enero del año 2012. El Crucero Costa Concordia, uno de los más grandes del mundo, llevaba a bordo 4.229 personas, entre pasajeros y tripulantes.De 290 metros de largo y 61 de alto, contaba con 1.500 camarotes, cinco restaurantes, 13 bares, teatros o casinos, así como discotecas, piletas de natación, jacuzzis e incluso un circuito de running o un simulador de Fórmula 1, entre otras comodidades y demás atracciones.

Navegando por las costas italianas, sucedía todas las cosas que podían ocurrir en un crucero, como es lógico. Excepto su trágico final. Un fuerte golpe sacudió la embarcación, hizo que se apagaran las luces y un gran estruendo generó segundos de incertidumbre en el que los miembros de la tripulación trataron de comportarse de la forma más calmada posible, pero el pánico cundía y muchos de ellos no podían mantener la compostura. Y es que el barco se estaba inclinando, lo que provocaría un naufragio que dejó 32 muertos y más de cien resultaron heridos.

Paradójicamente, el suceso ocurrió cuando estaba a punto de cumplirse un siglo de la tragedia del Titanic, el trasatlántico británico que se hundió tras golpearse con un iceberg durante su viaje inaugural desde Southampton a Nueva York. En este caso del navío italiano, el capitán, Francesco Schettino, hizo que la embarcación pasara muy cerca de la Isla de Giglio, en pleno mar Tirreno al suroeste de la región de la Toscana, lo que provocó que el Costa Concordia chocara contra una gran piedra. La colisión con las rocas abrió una vía en el casco, lo suficientemente franca para que el agua provocara el peor de los finales.

La evacuación fue catastrófica. En primer lugar, Schettino incumplió una norma muy importante: abandonar su propio barco antes que cientos de pasajeros. Él debió haber sido el último, pero no esperó al resto. Varios delitos incumplidos por el Código Penal del país transalpino por los que después sería juzgado casi tres años después. En su defensa, llegó a decir que debido a la inclinación del barco, cayó “accidentalmente” sobre uno de los botes en el momento en que era descendido. Por supuesto, nadie le creyó. Se dijo que el maitre general del crucero había ido a hablar antes con el capitán para pedirle que el crucero se acercara a la costa de Isla de Giglio, modificando la ruta y desviando el barco de su curso original, porque era su tierra natal y quería que sus familiares y sus amigos de la infancia lo vieran, una especie de homenaje a sí mismo del cual Schettino no duraría en aceptar. También había llevado a bordo a su amante, una joven moldava que ni siquiera figuraba en la lista de pasajeros.

Por otra parte, en los botes salvavidas no había control ninguno, y nadie se preocupó de organizar una salida que estuviera un tanto ordenada. Casi el doble de personas de las indicadas se metían en cada bote por el miedo al hundimiento. Un vídeo que apareció mostraba que no se tomaban decisiones ni nadie daba órdenes, sino que solo había confusión, resignación y parálisis previas a la tragedia. Otra de las cosas que más se recuerdan del episodio es la conversación del capitán con Gregorio De Falco, el Comandante de la Capitanía de Livorno, quien no comprendía por qué había abandonado el barco antes de tiempo mientras justificaba que “el barco estaba inclinado y no se podía subir” y se excusaba de que estaba “coordinando el rescate desde una lancha, fuera de la embarcación”.

De Falco se convertiría en el héroe de un rescate a contrarreloj y Francesco Schettino en el villano. El capitán fue condenado a 16 años de prisión en la cárcel de Rebbibia, en Roma. De no ser por sus numerosas negligencias, probablemente se hubieran salvado muchas vidas. Desde su celda, estudia periodismo y derecho. Mientras esperaba el juicio antes de su condena, había publicado “Las Verdades Sumergidas”, en el cual contaba su versión y que se convirtió en un best seller inmediato y en solo dos semanas había vendido más de 20.000 ejemplares. El Costa Concordia quedó en el lugar durante dos años y posteriormente sería desguazado, mientras que la compañía propietaria del buque sufrió importantes pérdidas económicas.