Testigo directo
Nadie sabe qué pensar en el Donbás
Las continuas amenazas de invasión junto con la tensión de las últimas semanas empieza a hacer mella en la población
Huele a guerra en el frente del Donbás. Literalmente. Es un aroma intenso a neumático quemado y pólvora prendida que viene y va según los soplos de viento, impregnando hasta el hígado las emociones de los combatientes de uno y otro lado. Pero no es este fuerte olor el que preocupa a un joven militar ucraniano, que ha preferido no dar su nombre a este periódico. Según opina, sentado en una pequeña banqueta de su puesto de control y calado hasta los huesos por las fuertes lluvias de la mañana, “estas últimas semanas se está produciendo una falta de una información veraz a la que acceder, desde que numerosos medios de información basan sus textos en las declaraciones oficiales que más convengan a sus intereses”. Con un gesto grave, asegura “que los medios de información (rusos u occidentales) hayan relegado el acceso a la información de primera mano, prefiriendo en su lugar dar como válidas las informaciones de los políticos al cargo, está costando caro a los ucranianos”. Sinceramente, nadie sabe qué creer a estas alturas del guion.
Los comunicados lanzados por Estados Unidos avisando de una nueva invasión empiezan a sonar al cuento de Pedro y el lobo. Las promesas de Rusia de que no atacará a su vecino no encajan con la acumulación de efectivos en la frontera ucraniana, que ya va por la escalofriante cuenta de casi 190.000 hombres, según comunican diversos medios internacionales. Los separatistas de Donetsk y Lugansk acusan al Gobierno ucranio de intensificar los ataques y suben decenas de vídeos en sus redes sociales, vídeos que muestran bombardeos nocturnos en Donetsk, vídeos cuya veracidad es difícil de aclarar. El Ejército ucraniano acusa a su vez a los separatistas de que son ellos los culpables del recrudecimiento del conflicto. Fuentes cercanas al Kremlin señalan que Ucrania ha concentrado casi 60.000 efectivos equipados con lanzacohetes Grad en las regiones de Donetsk y Lugansk. Los acuerdos de Minsk parecen haberse roto irremediablemente. Nadie sabe si la guerra empezará de un momento a otro en términos militares, pero lo que sí está claro es que la guerra de la (des)información comenzó hace semanas.
“Es muy sencillo: los ciudadanos no confían en los periodistas, los periodistas no confían en los políticos y los políticos no confían en nadie”. Así de escueto lo explica Lerka, propietaria de un pequeño hostal en uno de los pueblos cercanos a la línea de contacto de Lugansk. Y cada vez son más los ucranianos que desconfían de las intenciones Joe Biden. Que el hijo del mandatario estadounidense esté relacionado con la mayor compañía de gas en Ucrania no es nada nuevo, que el mundo no se divide tan fácilmente en buenos y malos tampoco es novedad, pero Lerka no llega a comprender por qué los medios occidentales continúan anunciando a bombo y platillo la “inminente invasión rusa”, después de que el presidente Zelenski haya repetido hasta la saciedad que esta estrategia solo consigue aumentar el pánico entre la población ucraniana, además de desestabilizar aún más el país y de amputar su malograda economía. Lerka dice que “hasta hace dos semanas estaba convencida de que los rusos serían los primeros en atacar” pero que los mensajes de Estados Unidos le hacen pensar a ella y su familia que “Joe Biden está preparando el terreno para la guerra a la manera americana”. “En Iraq utilizaron la excusa de las armas de destrucción masiva y ahora quieren culpar a Putin”, argumenta elevando el tono de voz, un poco más alterada a cada minuto que transcurre en la conversación. Considera que, si esta situación de falsas premoniciones se prolonga mucho más, la opinión pública ucraniana siempre puede volver a inclinarse del lado ruso.
Los observadores esperan con interés el resultado de esta guerra informativa. ¿Creerán los rusos y los ucranianos los próximos acontecimientos narrados por la dialéctica de sus gobiernos, como por ejemplo los supuestos ataques de falsa bandera? ¿O, por el contrario, la desconfianza en los medios de información prevendrá precisamente una escalada en el conflicto?
Cinco militares ucranianos supuestamente abatidos en territorio ruso
Moscú anunció este lunes que había abatido a cinco militares ucranianos “que habían cruzado la frontera rusa para planear actos de sabotaje”. Información que ha sido negada por Kiev y que se une a la montaña de incredulidad que casi asfixia la opinión pública ucraniana. “¿Qué actos de sabotaje con ninguna utilidad van a hacer cinco soldados en Rusia?”, pregunta con una sonrisa burlona Alexander, un estudiante de grado de la Universidad de Járkov. Comenta antes de seguir su camino que “simplemente, es ridículo”. Es porque detrás de cada declaración, de cada aviso de invasión, de cada ataque, de cada palabra pronunciada por los altos mandos implicados en el conflicto, nunca se aportan pruebas o evidencias que sustenten dichas informaciones. Cuando Estados Unidos anuncia una invasión inminente, se limita a citar a “los servicios de inteligencia”, mientras que nadie ha visto una prueba física que muestre que cinco soldados ucranianos fueron efectivamente abatidos en Rusia. No hay pruebas, solo palabras. Y los ucranianos, agotados, enfadados porque su voz sea excluida a un segundo plano frente a los gigantes de Rusia y Estados Unidos, los ucranianos que digo, molestos, incrédulos, los primeros afectados, se irán hoy a la cama esperando que les invadan... otra vez. O quizá no. No lo saben. Nadie parece querer decírselo.
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