Frontera
El juego del buscaminas en Donetsk y Lugansk
Desde mediados de esta semana se han recrudecido los combates en el frente del Donbás, donde Kiev y los separatistas se acusan de la ruptura del alto el fuego
La rutina del frente de Donbás se ha mantenido más o menos igual de implacable desde 2014. Tras una serie de fuertes enfrentamientos entre los separatistas y el ejército ucraniano, la línea del frente se estancó y se mantuvo casi igual hasta 2022, con altos el fuego sazonados con ráfagas de ametralladora y bombardeos de mortero. Los vecinos que todavía no huyeron de localidades como Luganska han soportado desde hace ocho larguísimos años el lento goteo de la guerra. A 18 de febrero de 2022, Luganska parece abandonada. Los negocios con carteles de neón están cerrados con tablones, el barro de la primavera temprana atranca los neumáticos de los pocos vehículos que se atreven a recorrer sus callejas mortales. En determinados puntos de la localidad, casi empotrados contra los edificios, diversos controles militares impiden el paso a los civiles. Pasear Luganska se ha convertido en jugar al buscaminas. Hablar del Donbás hace tiempo que también es un buscaminas diplomático. Al otro lado de esos controles nada te garantiza que no te vayan a saludar con salvas.
La localidad saltó a las portadas internacionales esta semana, tras anunciar las autoridades ucranianas que un proyectil de mortero disparado por los separatistas había impactado en una guardería. Los separatistas acusaron a su vez al ejército ucraniano de disparar el proyectil, en un rifirrafe de acusaciones que recuerdan a los hermanos culpándose tras romper un jarrón de su tatarabuela de Ecuador. Estas acusaciones vinieron acompañadas de noticias acerca del recrudecimiento de los combates en el frente de Ucrania, otra vez, donde uno y otro lado se acusaban mutuamente de haber comenzado. La agencia Reuters aseguró el viernes que “600 explosiones han sido grabadas en la mañana de hoy, 100 más que el jueves por la mañana”, y los observadores se debaten entre la preocupación por esta escalada en Donbás y la esperanza de que solo se trate de un pequeño repunte motivado por las tensiones diplomáticas de las últimas dos semanas.
Los acuerdos de Minsk
Todavía es pronto para saber en qué resultaran los controvertidos acuerdos que tanto Ucrania como la Federación Rusa interpretan a su manera. Una de las partes de los acuerdos cuyo cumplimiento corre hoy un mayor peligro es, precisamente, la relacionada con los asuntos que conciernen a las repúblicas autoproclamadas de Donetsk y Lugansk. El reciente anuncio de que la Duma emitió una petición formal para que Vladimir Putin declarase la independencia de Donetsk y Lugansk es prueba de ello. Si el mandatario ruso acepta la petición y declara en nombre de Rusia la independencia de ambas regiones, esto supondría una grave violación de los acuerdos de Minsk, además de considerarse un paso más que daría Moscú para hacerse con el control de la zona.
También han resurgido esta semana las conversaciones acerca del armamento desplegado a ambos lados de la línea de contacto. El Gobierno ucraniano acusó el jueves a los separatistas de utilizar “armamento prohibido” por los acuerdos de Minsk. En la firma de 2014 las potencias implicadas acordaron “retirar el armamento pesado a distancias iguales” y “crear una zona de seguridad de al menos 50 kilómetros de ancho para los calibres de artillería con un calibre mayor de los 100 mm”. La distancia máxima que se acordó fue de 140 kilómetros para los sistemas de misiles Tochka y los lanzacohetes Tornado, Uragan y Smerch. A lo largo de los años,tanto Rusia como Ucrania se han acusado mutuamente de romper con estos límites establecidos en Minsk. La retirada del armamento pesado tras la firma de los acuerdos y la actual vigilancia de su cumplimiento corre a cargo de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), aunque todavía no han afirmado o rechazado las acusaciones de Kiev de la última semana.
Tres días especialmente intensos
Los observadores temen que, de ocurrir una verdadera escalada en el conflicto, esta venga originada por lo ocurrido en Donetsk y Lugansk. Al aumento en los enfrentamientos habría que añadirle lo sucedido este viernes en las repúblicas autoproclamadas, cuando comenzaron a organizar la evacuación civil de sus territorios, comenzando por “los ancianos, las mujeres y los niños”. El Kremlin reconoció a los refugiados y organizó su recibimiento en la localidad rusa de Rostov del Don. Las autoridades de Lugansk incluso anunciaron el sábado que todos los hombres en edades comprendidas entre los 18 y los 55 años debían quedarse en la ciudad por si la situación requiere de nuevos reclutas. En Kiev, el gobierno de Ucrania declaró que dos militares del ejército habían fallecido durante los enfrentamientos de la tarde del sábado. Ya son más de 14.000 víctimas las que se ha cobrado el conflicto en el bando ucraniano.
Mientras los observadores de la OSCE comunican que han notado una mayor intensidad en los bombardeos desde uno y otro lado, Stanislav, un operario de ferrocarril que se resiste a abandonar su casa, asegura refiriéndose a las explosiones que “siempre están igual” y que “no nota una escalada en los bombardeos” que llevan siendo su día a día desde hace ocho largos años. Stanislav está cansado. Teme que la guerra se intensifique en las próximas semanas y ya no quiere saber nada de Rusia ni de Ucrania ni de Putin ni de Estados Unidos porque, según comenta, “Ucrania y Rusia tenían relaciones excelentes” hasta la revolución de 2004 y “las malas relaciones de ahora son cosa del nuevo gobierno ucranio”. Escribe en la arena el calibre de los obuses que ahora mismo retumban a nuestro alrededor. No lo duda: “tanto los separatistas como el gobierno de Ucrania utilizan proyectiles de 120 mm y de 82 mm” pese a que no estén permitidos según los acuerdos de Minsk. “Mira a tu alrededor”, dice Stanislav, abarcando nuestro entorno con un gesto: “¿de verdad piensas que alguien va a cumplir las normas en un sitio así?”. Señala casas habitadas que parecen abandonadas, pinos de color carbón, caminos de tierra impresos con las huellas de los camiones cisterna.
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