Testigo directo
El drama en Kiev: «Nos protege uno de los mejores ejércitos del mundo»
Oleksandra, desde su refugio en un garaje de Kiev, reconoce que debido al pánico le fue imposible abandonar la capital
La conversación con Oleksandra se interrumpe varias veces con sobresaltos que, por suerte, resultan no ser de ninguna bomba. En Kiev (capital de Ucrania) hasta el más mínimo sonido poco descifrable acelera el corazón y el pesar de la incertidumbre se reconoce en las voces de todos aquellos que hablan en sus escondites. Oleksandra contesta a LA RAZÓN desde un refugio improvisado en un garaje porque para ella no había otra opción que quedarse y en su tono se revela una profunda herida provocada por el país vecino: “ellos siempre pensaron que nosotros no somos una nación completa, que no podemos conseguir nada y yo quiero que vean que sí podemos”.
En un perfecto español por una estancia que hizo en Burgos hace años y gracias a los teléfonos móviles que están dejando por primera vez el relato de una guerra en Europa en directo, Oleksandra cuenta cómo entró en el refugio el viernes a las cuatro del medio día y “de momento” no tiene pensado salir. “Estamos nerviosos, pero aquí nos sentimos seguros porque nos protege uno de los mejores ejércitos del mundo”, dice. El orgullo la invade al hablar de su país. “Confiamos en los que ahora mismo están combatiendo a nuestros enemigos que son nuestros supuestos hermanos, pero que nunca lo han sido y desde el jueves nunca lo serán”, sentencia.
Se enteró de que Rusia había entrado en Ucrania por una llamada de su tía que tuvo que comprobar encendiendo las noticias. Esa misma noche un misil explotó cerca de su casa. “Me desperté de un sobresalto y todo el cielo estaba naranja”, detalla. Fue entonces cuando después de una ducha y de coger comida y agua, se coordinó con unos amigos para bajar a un lugar bajo tierra. Un garaje en el que no quiere decir cuánta gente hay “por seguridad”, pero en el que les acompañan niños, perros y gatos.
No se planteó salir de Kiev porque las imágenes de estaciones de trenes colapsadas y carreteras con coches caminando a una velocidad media de 3 km por hora no eran muy alentadoras. Además, no tienen coche y “no sabíamos cómo podía desarrollarse todo”. Habla con incredulidad, como si todavía no hubiera digerido lo que está pasando. “Si me hubieran dicho hace unos días que los rusos estaban en Kiev yo diría que están locos”.
Colchones, mantas y comida es todo lo que tiene el “refugio”, aunque reconoce que en estos días en total habrá sumado tres horas de sueño completas. Las calles están absolutamente vacías, dice, y toda la ayuda que ellos como ciudadanos puedan prestar al gobierno de Volodímir Zelenski es poca. Estos días están alerta de cualquier infiltrado, la desconfianza se ha introducido en la sociedad ucraniana como un elemento más del combate. “Si ves a una persona rara, extraña, que está haciendo fotos de un objeto estratégico o poniendo algunas señales, lo reportas a la policía”, explica.
Sigue todos los consejos que les llegan de las autoridades porque reconocen que se pasan el día enganchados a Twitter para saber qué está pasando. En el parking hay enchufes, aclara preguntada por cómo hacen con los móviles, y se turnan de forma solidaria para cargarlos. Han quitado la geolocalización, por ejemplo. Además, explica que tienen todo el día la radio puesta. Todos los canales se han unido en uno, así que sintonice lo que sintonice escucha continuamente un hilo de información del minuto al minuto de la invasión. Oleksandra explica que los periodistas del país de diferentes cadenas de televisión y radio se han juntado y se turnan para trasladar las noticias veinticuatro-siete.
Por ahora no sabe más allá de lo que va a pasar al finalizar la conversación. Ni si va a volver a su casa, a su trabajo en una empresa de marketing o si podrá volver a Burgos para ver si la bandera rusa que ondea en la plaza de la capital de la provincia sigue allí. “Quiero que el ayuntamiento de Burgos quite la bandera tricolor para demostrar que no aceptan la actuación de Rusia”, remarca.
Lo que sí sabe es quién quiere que gane esta guerra: “los ucranianos al 200%”. “La idea de Rusia en 2014 [cuando se anexionó la península de Crimea] era proteger a los rusoparlantes. Aquí en Kiev un poco más de la población somos rusoparlantes y nosotros no queremos que nos protejan”, dice con toda la emoción que puede alojar una frase. “Queremos vivir en nuestro país”.
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