África

Cómo volver ateo a un mozambiqueño: luchando contra los estigmas hacia los nacidos con diversidad funcional

El Gobierno mozambiqueño y las oenegés que actúan en el país trabajan de forma constante para erradicar los estigmas que afectan a niños nacidos con diversidad funcional

Niños en Khanimambo.
Niños en Khanimambo.Khanimambo

El artículo 37 de la constitución de Mozambique establece que “los ciudadanos con discapacidad gozan plenamente de los derechos enunciados en la Constitución y están sujetos a las mismas obligaciones, con reserva de aquellos derechos y obligaciones que no puedan ejercer o cumplir en razón de su discapacidad”. En el artículo 125, párrafo 1, se añade que “los ciudadanos con discapacidad tienen derecho a protección especial por parte de la sociedad y del Estado”. Aquí encontramos uno de los puntos de apoyo más importantes para el completo desarrollo de las personas nacidas con cualquier tipo de diversidad funcional, en uno de los estados africanos más comprometidos en esta asignatura crucial para el desarrollo. A lo largo de los últimos años se han promulgado una serie de leyes a nivel nacional acordes con la ratificación de la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de 2012, tales y como la Ley Nacional de Educación (que garantiza el derecho a la educación a todos los mozambiqueños, incluyendo los que vivan con una discapacidad), la Ley del Deporte (que también anima a que lo practiquen personas con diversidad funcional) o la Ley del Sistema de Protección Social (que asegura la protección de todas las capas sociales del país).

Sobre el papel, Mozambique es sin duda un país comprometido con el desarrollo de los individuos con diversidad funcional, aunque sus escasos recursos económicos obligan a pedir un compromiso a las familias, que en definitiva deben ser las encargadas de cuidar y mantener a sus hijos, al igual que fomentar su desarrollo social, educativo y profesional en la medida de lo posible. Aquí se tambalean los esfuerzos mozambiqueños por hacer efectiva una igualdad social que cumpla los estándares actuales. En las familias.

Vacíos emocionales

No hay mejor referencia para profundizar en la materia que Alexia Vieira, fundadora de la ONG Fundación Khanimambo, que entre otras actividades destinadas al desarrollo y la educación de mozambiqueños, se encarga también de formar a niños con diversidad funcional para procurarles opciones realistas de futuro. Alexia reconoce que todavía existen estigmas relacionados con el vudú y el animismo (esencialmente en las zonas rurales, donde algunos piensan que los niños con malformaciones están poseídos por espíritus malignos) que mueven a las familias a rechazar al hijo nacido con algún tipo de discapacidad. Y si no lo rechazan, es común que la madre sufra una tensa culpabilidad por haber dado a luz a un hijo “débil” a ojos del resto de la familia, mientras que muchos progenitores no saben gestionar el cuidado de una criatura con necesidades especiales. El ejemplo que pone Alexia es contundente y revelador: “Cuando el padre necesita ausentarse durante unas horas y su hijo está más excitado de lo normal, recurre a atar al niño a un árbol hasta su vuelta. No lo hace por indiferencia o por maltrato, es más, el padre estará preocupado por su hijo todo el tiempo que esté fuera de casa. Sencillamente, no sabe gestionar la situación de la manera adecuada. Quiere hacerlo pero no siempre sabe cómo hacerlo, aunque nosotros le ayudamos”.

Carola, con síndrome de down, en Khanimambo desde 2018.
Carola, con síndrome de down, en Khanimambo desde 2018.Khanimambo

Añade que estos estigmas y errores de trato han disminuido drásticamente en los últimos años. África, Mozambique incluido, cambia lenta pero constante al descompás del mundo. Si bien todavía queda mucho trabajo por delante (no es extraño que uno encuentre en los suburbios de Maputo, capital del país, a niños que deberían estar con cuidados especiales pero malviviendo en la mendicidad), la normalización del Internet entre las generaciones jóvenes y la concienciación social que ejercitan el Gobierno y diversas ONG internacionales permiten erradicar poquito a poco el doloroso estigma.

Según los datos arrojados por el Instituto Nacional de Estadística en 2017, en Mozambique viven 727.620 personas con una discapacidad, ya sea del tipo acústico, del habla y de la visión, psíquica o motriz. El alto número de niños nacidos con discapacidad se debe a un rango de causas tan diversas como habituales en cualquier país en vías de desarrollo. La ausencia de pruebas preventivas que determinen el estado del feto antes de su alumbramiento impide a los médicos tomar medidas que puedan mejorar el desenlace, mientras que apenas existe un historial genético que permita conocer si miembros anteriores de la familia sufrieron algún tipo de discapacidad que pueda pasarse a las generaciones siguientes. Además, la consanguineidad que se da en las zonas rurales aboca a la aparición de enfermedades endogámicas. El Gobierno mozambiqueño y las familias afectadas se apoyan en la concienciación social que transmiten oenegés como Khanimambo, donde se explica a los locales los riesgos de la endogamia y la importancia de la historia social para prevenir o, en última instancia, preparar a los padres para los requisitos que supone cuidar de un hijo con diversidad funcional.

Alexia tiene fe en estos sistemas. Desde su fundación piden a los padres un compromiso real con el desarrollo de sus hijos, de manera que, cuando alcanzan la mayoría de edad y deben enfrentarse al mundo, ciegos o mudos o sordos o en una silla de ruedas puedan participar en las actividades de su entorno de forma activa. Asegura que cada vez encuentra más padres y madres que se preocupan sinceramente por el bienestar de sus hijos, una preocupación que avisa que “viene de la mano de la educación que hayan recibido los progenitores”.