Testimonio

Iryna, la paramédico ucraniana que evacúa a los soldados heridos en el campo de batalla

Esta voluntaria acude a los puntos más peligrosos de la guerra en Ucrania para llevar a los heridos al hospital en un trayecto en el que intenta darles esperanza

Iryna, de 24 años, es una voluntaria ucraniana que trabaja ayudando a los soldados heridos en el frente
Iryna, de 24 años, es una voluntaria ucraniana que trabaja ayudando a los soldados heridos en el frenteLa RazónLa Razón

“Cuando nuestra unidad militar se dirige a una nueva posición, nuestro automóvil la sigue. Ayudamos a los soldados a prepararse psicológicamente para el combate y los bombardeos”. Quien habla es Iryna “Cheka” Tsybukh, de 24 años, una paramédica militar que se ofreció como voluntaria para formar parte de “Hospitallers”, el grupo de evacuación médica que transporta a los soldados de Ucrania heridos a los hospitales de primera línea. Cada vez que tiene la oportunidad, esta periodista y gerente de medios comparte los detalles de su trabajo en su diario, con el que acerca la realidad cotidiana de la guerra, una mezcla de dolor y valentía, a los están lejos del frente.

“Mi cielo, lo estás haciendo muy bien, solo tienes que aguantar un poco”, le dice a un soldado ucraniano herido que grita de dolor. La camioneta del equipo de Iryna se apresura a través de un camino lleno de baches para llevarlo a un hospital. El soldado está sangrando, pero el trabajo de Iryna es averiguar qué le sucedió exactamente y ayudarlo a sobrevivir hasta que llegue al médico.

“¿Fue un disparo o una explosión, dígame?”, le pregunta al soldado. Queda claro que el soldado ha recibido un disparo. La bala ingresó por su muslo derecho, salió del mismo y luego penetró en la pierna izquierda. Le han aplicado un torniquete, pero la única forma de evitar que pierda más sangre es presionar contra el vaso sanguíneo y taponar la herida. En un parte de días, el soldado se recuperar en el hospital y llama a Iryna para explicarle cómo se encuentra.

En la grabación de la evacuación, la voz de Iryna suena tranquila y gentil mientras trata de calmar al paciente. “Cuando estoy transportando a los soldados heridos, trato de darles todo el amor y calor que puedo para distraerlo del dolor”.

Una vez que el soldado herido queda bajo supervisión de los médicos, el equipo de Iryna regresa a su base improvisada donde finalmente pueden quitarse la ropa, empapada en sangre, mientras permanecen atentos a las posibles llamadas por radio en caso de que otro soldado herido necesite su ayuda. Las explosiones continúan a varios kilómetros de distancia.

Cuando llega una llamada, Iryna nunca entra en pánico. Sabe que hará todo según el protocolo médico que se sabe de memoria. Lo que casi la hace llorar es cuando su coche se atasca o pincha una rueda. “¿Qué pasa si el tiempo que perdemos para volver a encarrilar el coche se vuelve fatídico para el soldado que espera su ayuda?”.

También se enoja cuando un vehículo blindado con 6 soldados heridos pasa volando por el punto de evacuación acordado y se detiene en un campo abierto en lugar de un pequeño bosque. Ahora se convierten en un blanco fácil para la artillería rusa si uno de los drones los detecta rápidamente.

“El transporte médico siempre es un objetivo atractivo para los rusos. Imagínate, de un solo golpe pueden acabar con todo el equipo médico y los soldados heridos que hay dentro”, explica Iryna.

Los seis heridos se dividen en tres categorías, según la gravedad. Solo tres de ellos pueden ser transportados al mismo tiempo. Iryna solo logra atender al grave y mediano, mientras que “el ligero” dice que está bien e incluso ayuda a cuidar al grave. Solo cuando llegan a otro transporte médico se dan cuenta de que su pecho está salpicado de pequeños agujeros de metralla. Sus pulmones probablemente están perforados. Rápidamente cierran las pequeñas heridas para prevenir el neumotórax.

Todos sobreviven. El miembro del equipo menos experimentado no puede dejar de hablar después de sufrir un subidón de adrenalina. Iryna dice en su diario. “No es una película. Cuando recibimos una llamada, no cambia a cámara lenta para darme tiempo de idear una estrategia sobre cómo lidiar con seis soldados heridos. Pero sé que tomaré la decisión correcta en el acto después de hablar con ellos”.

Está feliz de no haber tenido que hacer un “triage” esta vez. A veces tiene que priorizar ayudar a los heridos que tienen mayores posibilidades de supervivencia. La vida de un paramédico supone un gran cambio con respecto a su trabajo anterior como gerente en una empresa de medios que también trabajaba con niños afectados por la guerra en el Donbás.

“Es muy duro escuchar a los hombres adultos gemir. En esos momentos, entiendes que algo horrible debe haberle sucedido a la persona para que se comportara así y no pudiera soportar el dolor. Recuerdo a cada herido no por su rostro o por el lugar de donde lo evacuamos. Les recuerdo por su lesión y cuán valientemente soportó esta herida. Cómo gritó, lloró, aulló. Estos momentos permanecerán para siempre como parte de mí”.

Iryna explica que habla con un psicoterapeuta casi todos los días, lo que la ayuda a poner en orden sus emociones antes de que el estrés se convierta en un trauma. A pesar de la tensión, se siente fuerte. “Ayuda el hecho de saber lo que me esperaba aquí”, explica Iryna. La mujer ha estado recolectando ayuda como voluntaria para las tropas ucranianas en el frente incluso antes de que comenzara la invasión rusa a gran escala. Aunque no tenía un entrenamiento militar o médico completo, le enseñaron a disparar y a trabajar en equipo.

“Algunas de esas personas fallecieron. Ojalá me miren desde el cielo y vean que estoy actuando de una manera digna”. Los pequeños momentos en los que ve los resultados de su trabajo son muy importantes. Un día recibió una videollamada de uno de los soldados que ayudó a transportar desde el puesto. Vio a su pequeña hija a su lado en un hospital que solo dijo: “Gracias por rescatar a mi padre!”.