Francia

75.000 euros para cenar con Marine Le Pen

Al partido que hace un año hizo temblar a la UE se le multiplican los problemas. La falta de financiación se suma a la fuga de miembros y al proceso abierto por la Justicia gala

Marion-Maréchal, la sobrina de Marine Le Pen, podría estar moviendo los hilos para tomar el control del FN. Está en cuestión el liderazgo del partido de ultraderecha
Marion-Maréchal, la sobrina de Marine Le Pen, podría estar moviendo los hilos para tomar el control del FN. Está en cuestión el liderazgo del partido de ultraderechalarazon

Al partido que hace un año hizo temblar a la UE se le multiplican los problemas. La falta de financiación se suma a la fuga de miembros y al proceso abierto por la Justicia gala.

En ocasiones la política toma rumbos impredecibles en un tiempo récord. Hace justo un año, Marine Le Pen era la gran amenaza populista que, en tiempos del Brexit y de Trump, podía llegar al Elíseo en una especie de tormenta perfecta internacional que hacía temblar los cimientos de toda la Unión Europea. Doce meses después, la situación del Frente Nacional ha cambiado radicalmente. Sumido en un mar de problemas que se multiplican cada semana, la formación ultraderechista tantea una refundación y un lavado de imagen radical que posiblemente acabe hasta con su propio nombre en los próximos meses. El punto culmen llegaba esta semana cuando la Justicia francesa decidía imputar a la formación de Le Pen por corrupción en el Parlamento europeo. La justicia sospecha que el FN se benefició de los fondos de la institución europea para pagar a sus propios trabajadores como asistentes de sus europarlamentarios.

Este episodio se suma a la escisión de una parte de sus filas encabezada por la que hasta ahora era la mano derecha de Le Pen, Florian Philippot, que abandonó el partido hace tres meses. Él era el cerebro de la estrategia de la «desdiabolización» del partido y de acercarlo a un discurso social antiglobalización que le hizo conquistar los feudos del norte desindustrializado del país. El idilio ha terminado con Philippot formando su propio movimiento «Los Patriotas» que ahora pretende hacer la competencia a los frontistas. En pocas semanas, Philippot se ha llevado con él a un buen puñado de miles de afiliados. Para colmo, el espectro político tradicional del Frente Nacional se ve amenazado por el nuevo líder de la derecha francesa, Laurent Wauquiez, elegido el pasado domingo por los militantes de Los Republicanos y que encarna una derecha sin complejos que preconiza mano dura con la inmigración y es contrario al matrimonio homosexual.

La competencia está en máximos para el FN, y sus fondos, en mínimos. Tras las últimas denegaciones de crédito por parte de varias entidades financieras, Marine Le Pen ha tenido que lanzar una campaña en internet para captar financiación. La donación mínima es de 1.500 euros, pero a partir de 15.000 la formación promete la asistencia del donante a un acto «de prestigio» en compañía de una de sus caras conocidas y a partir de los 75.000 el premio gordo: una cena privada en compañía de la mismísima Le Pen. El paradójico objetivo de la campaña del partido eurófobo está puesto en beneficiar a sus candidatos para las elecciones europeas de 2019.

Todos estos problemas se han traducido en una falta de confianza entre los militantes del Frente Nacional y en un perfil bajo mediático de sus principales figuras, otrora reyes de los platós de televisión. De momento, Le Pen es la única candidata a sucederse a sí misma en el congreso de marzo aunque el rumor de una posible candidatura auspiciada por la corriente de su padre, Jean-Marie Le Pen encarnada en su nieta, Marion-Maréchal Le Pen, no han dejado de circular desde el fracaso electoral frente a Macron. Tía y sobrinísima manejan una rivalidad nunca expuesta en público pero que muchos esperan que acabe aflorando. «El debate es muy complejo por una cuestión puramente sociológica: el FN del sur de Francia no se parece al del Norte desindustrializado», dice en su tribuna de este fin de semana el director del diario católico «La Croix», François Ernenwein. Dos sensibilidades distintas reflejadas en dos corrientes dentro de la formación que tarde o temprano tendrán que confrontar.

«Ante todo somos y seremos patriotas», cuenta René para LA RAZON, un jubilado de 67 años votante del Frente Nacional en Valras, uno de los feudos del sur, que parece más decidido a criticar a «un presidente que representa a los bancos y sus intereses», en referencia a Emmanuel Macron, que a hablar de los problemas internos y las dos corrientes del partido al que vota. Después de la derrota electoral, René, al igual que miles de votantes de Le Pen, se siente desnortado y sin respuesta fácil a cuestiones como el «Frexit» o el euro, algo que aprovecha Philippot en cada entrevista para lanzar anzuelos. «Ni ellos mismos saben lo que quieren», se lamenta.

La discusión sobre alianzas con otros partidos será clave en el congreso de marzo pero la «omertá» sobre el liderazgo de Le Pen ya se ha roto en el seno del partido. Robert Ménard, alcalde frontista de Béziers, abrió la veda en una carta en la que proponía una apertura a la derecha de Los Republicanos y caras nuevas: «Si bien Marine Le Pen logró sacar al FN de la actitud protestante a la que le confinó su padre, ¿está ahora en condiciones de llevar el partido al poder?», se preguntaba. De momento, el calvario frontista sigue al rojo vivo.