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Boston

Trump irrumpe en Europa con el órdago de los aranceles bajo el brazo

Su llegada a su resort privado en Escocia divide a la sociedad. Este domngo se reúne con Von der Leyen después de abroncar a Europa por su política de inmigración y de energías verdes

US President Donald J. Trump in Scotland TOLGA AKMENEFE

El autoproclamado mejor negociador del mundo ha llegado a Europa como César a punto de cruzar el Rubicón. Hace semanas que el presidente estadounidense, Donald Trump, acusa a los países del viejo continente de haberse aprovechado durante décadas de la buena voluntad de su país, motivo por lo que, en Escocia, espera cobrarse la factura con la imposición de unos nuevos aranceles que Bruselas siente como una soga al cuello, tras[[LINK:EXTERNO|||https://www.larazon.es/internacional/donald-trump-asegura-que-impondra-aranceles-30-union-europea_2025071268725aeb6e1ec26d312acf7e.html||| la amenaza de la Casa Blanca de establecer tarifas del 30 %]] a las importaciones a partir del 1 de agosto si no se llega a un acuerdo que, de momento, parece incierto. “Hay un 50 % de posibilidades, o menos, de lograrlo. Nos estamos jugando mucho dinero”, afirmó ayer el presidente.

La clave del viaje, que durará cuatro días, es la reunión y negociación este domingo con la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von Der Leyen. Aunque, desde que aterrizó el viernes en el aeropuerto de Glasgow Prestwick, las calles escocesas se han rendido a los vientos del tornado político que es el magnate neoyorkino. A favor, o en contra, allá por donde pasa despierta pasiones que hacen hervir la sangre. Ese es el gran sello del líder y patriarca de un dicho muy popular en Estados Unidos: my way or the highway (a mi manera, o a la carretera).

La visita de Donald Trump también tiene una vertiente lúdica y de negocios propios, algo muy inusual entre los anteriores líderes estadounidenses. Así, planea pasar tiempo en su resort de lujo en Turnberry y en su club de golf en Aberdeenshire. Los vecinos y trabajadores del complejo hotelero han aplaudido su llegada como si fueran extras del clásico del cine español de Luis García Berlanga, ‘Bienvenido Mr. Marshall’. Los residentes lo apoyan porque aseguran que sus inversiones han creado empleos y reavivado el dinamismo económico de una zona que estaba en decadencia.

“Soy un gran admirador de Trump. No hay mucho que hacer por aquí y Donald emplea a cientos de personas, directa e indirectamente: caddies, catering, personal del hotel, transporte, taxis o pintores. La lista es interminable. Incluso ha invertido en infraestructuras. Ha hecho más por la economía local en los últimos diez años que el Gobierno escocés en los últimos quince”, explicó a The Scottish Sun el empresario David Semple, de 71 años, que gestiona tres alojamientos vacacionales en la cercana Ayrshire. Asimismo, aseguró que el ministro de Finanzas, John Swinney, y el primer ministro británico, Kier Starmer, con quien el presidente se reunirá el próximo lunes, “podrían aprender mucho, incluso si no están de acuerdo con él. Su modelo de negocio funciona”.

Otra residente, Stephannie Campbell, de 30 años y camarera en la Balkenna Tea Room, representa el sentir contradictorio de algunos de los habitantes. No apoya las políticas y las opiniones de Donald Trump, pero asegura reconocer el impacto económico positivo que ha tenido en su comunidad. “Creo que la gente de Escocia no lo recibirá con los brazos abiertos, pero quienes viven aquí sí lo harán, y eso se debe a que la mayoría trabaja o ha trabajado para él. Como jefe es excelente. Si no hubiera comprado Turnberry habría sido devastador para la zona. En ese sentido, hay que felicitarlo”, explicó.

Por su parte, el jefe de cocina de su resort de lujo cerca de Aberdeen, Martin Lyon, de 43 años, también asegura que el presidente estadounidense “ha hecho mucho más por nosotros que el Gobierno escocés. Su campo de golf ha impulsado la economía local”. Una opinión compartida por muchos de los residentes como el ingeniero John Ingram, de 50 años. “Trump es un genio. No se anda con rodeos. Nuestro ayuntamiento ni siquiera puede arreglar las carreteras y él ha construido un gran negocio. Me alegraría que consiguiera la dimisión de Starmer y Swinney”.

Protestas y seguridad extrema

Los detractores de Donald Trump en Escocia son muchos y se cuentan por miles, motivo por el que las fuerzas de seguridad británicas se han preparado para protestas multitudinarias desplegando hasta 6.000 agentes de policía. Un operativo comparable al realizado durante el funeral de la reina Isabel II, algo que no ha gustado a los manifestantes que se concentran delante del consulado estadounidense en Edimburgo. Un estudio reciente de la empresa IPSOS asegura que el 71 % de los escoceses tiene una opinión desfavorable del presidente. El rechazo hacia el magnate neoyorkino está liderado por el Partido Ecologista Escocés.

“Donald Trump no es bienvenido en Escocia”, afirmó el colíder del partido, Patrick Harvie, que, además, hizo un llamamiento para organizar “una respuesta pública contundente y ruidosa” ante su nueva visita, como ya hicieron en 2018. Asimismo, aseguró que las inversiones de Trump en activos escoceses representan “unos valores tóxicos que el país no comparte”. Por este motivo, diversos sindicatos, grupos ecologistas y asociaciones cívicas que forman parte de la coalición “Stop Trump” planean movilizaciones en ciudades como Edimburgo, Aberdeen, Dumfries o Glasgow.

Por su parte, nada más aterrizar, Donald Trump se lanzó a la ofensiva dialéctica. En sus primeras declaraciones aseguró que los países europeos deben “ponerse las pilas en materia de migración porque está matando a Europa”, e instó a sus líderes a “detener los molinos de viento”, refiriéndose a los parques eólicos que asegura son “muy tristes” porque están “arruinando los hermosos campos y valles europeos, matan a sus aves y, si se quedan varados en el océano, arruinarán sus aguas”. Sin embargo, el motivo de su animadversión hacia los molinos es que, en 2019, su empresa, Trump International, perdió una larga batalla judicial para detener un importante proyecto de energía eólica que se estaba construyendo en el Mar del Norte, frente a Aberdeen, porque, según aseguró, las turbinas eólicas arruinaban la vista desde su campo de golf.