Ataque yihadista en Francia
Así circulan los yihadistas por Europa
Los terroristas aterrizan en un país europeo donde no están fichados y después se mueven, sin dejar rastro de su origen, al país de destino
Dos de los terroristas que es inmolaron en las inmediaciones del Estadio de Francia el 13-N llegaron desde Siria a Europa vía Grecia sin que ninguna autoridad les diera el alto. De igual modo, el cerebro de dichos ataques, Abdelahmid Abaaoud, voló desde Raqa a Bruselas con total impunidad e incluso cruzó la frontera belga-francesa sin el menor impedimento. Esta situación ha puesto en jaque la capacidad de las autoridades europeas para controlar el acceso de los retornados a territorio Schengen. El propio ministro del Interior galo, Bernard Cazeneuve, reconoció esta semana que no supo que Abaaoud estaba en París hasta el lunes, tres días después de los ataques. Y lo hicieron no porque las autoridades belgas así se lo hicieran saber, sino a través del «pinchazo» de un teléfono de uno de los cómplices. Sin duda, unas declaraciones que ponen sobre la mesa la falta de colaboración entre los 26 países que integran Schengen y de igual modo la escasa cooperación con países como Turquía, país desde el cual los retornados europeos suelen emprender su viaje de vuelta. Esta situación abre dos debates paralelos, que no son nuevos, pero que sí toman especial importancia tras la situación de alerta que recorre Europa ante la amenaza yihadista: la libertad de los individuos frente al seguimiento y control que reclaman determinados legisladores.
La situación de descontrol actual es la siguiente. Dentro del espacio Schengen existe la libertad total de movimiento entre las porosas fronteras, se sea o no residente. Una vez dentro, no hay controles. De este principio básico se benefician aquellos europeos que han ido a entrenarse en las filas del Estado Islámico en Siria y que con su pasaporte ya sea francés, belga o español, por ejemplo, pueden entrar en la UE por cualquiera de los países miembros y de ese punto de llegada, cambiar de nación sin ser detectados. Puede que alguno de ellos esté fichado por la Policía, pero como no existen ficheros comunes entre las autoridades de los diferentes países, basta con elegir un país cualquiera en el que no se esté fichado y desde allí trasladarse a su destino final.
En cuanto al espacio exterior Schengen, sí que se realizan controles a aquellos que quieren ingresar en él. Sin embargo, se trata de inspecciones «light» en las que tan sólo se comprueba su documentación y los papeles de residencia. No se inspecciona su posible historial delictivo porque, una vez más, no existe un sistema de ficheros comunes entre los países miembros de Schengen. Ni siquiera en estas inspecciones se consultan las bases de Europol o Interpol, donde figuraría una posible orden de arresto internacional sobre un individuo determinado. Además, en el caso de Grecia, otro de los países preferidos para los terroristas para entrar en la UE, los retornados se han beneficiado de la situación de caos que reina en el país heleno ante la avalancha de inmigrantes.
Ante esta preocupante situación surge la pregunta de por qué esta escasa colaboración entre los países miembros. Pues bien, se trata de una cuestión de recelo patrio a la hora de compartir Inteligencia. Salvo en casos como Francia y España, que mantienen estrechos vínculos en esta materia por su histórica lucha contra el terrorismo, hay naciones que se niegan a compartir estos datos, especialmente los de Europa central y oriental. Así que de poco sirve la conocida «ficha S» con la que el país galo identifica a potenciales terroristas si en otras naciones como, por ejemplo, Polonia, no se tiene constancia de que dicha persona está bajo vigilancia.
Esta situación, a la que ahora se enfrentan las autoridades europeas, ha sido denominada como los «vuelos rotos», a través de los cuales se pierde el rastro de los retornados. Bien es cierto que en los últimos meses, los ministros del Interior de la UE se han comprometido a compartir más información en este sentido, sin embargo, la implementación de las nuevas medidas podría tardar en implementarse, como mínimo, tres meses. Entre estas medidas se encuentra el «PNR» (Passenger Name Record) –que ya existe entre EEUU y le UE–, que consistiría en la creación de un registro de nombres de pasajeros al tiempo que se establecen garantías de protección de los datos en el tratamiento. La propuesta fue presentada en 2011 y sigue sin llevarse a cabo.
En medio de este descontrol y ante las promesas de reconducir la situación por parte de los responsables europeos, los yihadistas empiezan a utilizar nuevas rutas a través de las cuales pasen desapercibidos. De hecho, para evitar la conexión siria, podrían estar empezando a utilizar Suramérica como destino intermedio y a antes de aterrizar en Europa. Ayer, un grupo de sirios con pasaportes falsos fueron detenidos en Uruguay antes de que embarcaran rumbo a Europa. En Honduras ocurrió algo similiar esta semana con un grupo de jóvenes sirios que pretendían viajar desde allí hasta EE UU. El debate sobre el control de fronteras sigue abierto.
Ejemplo de un ruta tipo
- Ida: París-Estambul con parada en Praga.
Los europeos que deciden sumarse a la yihad en Siria y viajan hasta Raqa para recibir formación realizan varias conexiones para no dejar rastro. Así, aunque esté fichado, por ejemplo en Francia, al realizar escala en Praga quedan fuera del rádar.
- Regreso: Estambul-París con parada en Bruselas.
Cuando quieren volver a su país de origen para atentar, realizan de nuevo conexiones en países en los que no están fichados. Así, no saltan las alertas ante su llegada, ya que además distancian los vuelos en el tiempo.
- Un viaje programado al milímetro
Los 26 países miembros de Schengen ofrecen libertad total de movimento en la zona; además, no comparten información sobre potenciales terroristas retornados, por lo cual, los yihadistas tienen vía libre para llegar a su destino final.
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