Muere Thatcher
Así fue el milagro económico
Los meses previos se llamaron «el invierno del descontento» como en el Ricardo III de Shakespeare y era muy desalentador. Había piquetes en los puertos, en las refinerías de petróleo y en las manufacturas de lo básico; el suministro de gas era interrumpido y las gasolineras estaban cerradas. Los conductores de ambulancias estaban en huelga -no respondían a las llamadas de emergencia; los empleados del hospital (no los doctores) decidieron a quién admitir y si la gente se moría, «amén». Los trabajadores de la limpieza y enterradores se pusieron en huelga para que la basura y los ataúdes se apilaran. Había escasez de comida y el British Rail (la compañía de ferrocarriles de Reino Unido) dio la rueda de prensa más corta de la historia: «Hoy no hay trenes». A las mujeres embarazadas se le negaban los medicamentos, los hogares de los minusválidos estaban bloqueados y los carritos que portaban alimentos a los ancianos fueron destrozados.
Reino Unido se encontraba en el puesto 19 de 22 en la tabla de la OCDE. El embajador francés dijo que sufríamos «degringolade» o la caída hacia la enfermedad; el embajador de Alemania Occidental dijo que teníamos la economía de la Alemania del Este. Y hemos disfrutado del doble dígito de inflación durante 5 de los últimos 6 años con una media de un 16% y llegamos a tocar el 24%. Duró desde el 3 de enero de 1979 hasta el 28 de marzo de 1979, cuando cayó el Gobierno socialista. La subsiguiente elección, el 3 de mayo de 1979, impulsó a Margaret Thatcher hacia el 10 de Downing Street al día siguiente. Vivió allí los siguientes once años y medio, seguidos por los seis y medio de John Major. ¿Qué pasó entre 1979 en el adviento de Blair de 1997?
Su primer audaz movimiento fue suspender los controles de intercambio para liberar a la libra. Los británicos ya no teníamos que ir con el pasaporte en la mano para suplicar a los gestores de los bancos por divisas extranjeras. Ella abolió una balsa de controles del dividendo y precios, límites en los alquileres, permisos de desarrollo, controles de pago y certificados de desarrollo industrial.
Veintiuna áreas deprimidas, víctimas de la socialización municipal por parte de ambos partidos, fueron transformadas en «zonas de empresas» en cuyas áreas la regularización y los impuestos eran menores.
La política económica cambió al usarse las tasas de interés y la política monetaria para controlar la inflación y el gasto público más que la renta. Ella se enfrentó a 364 economistas que querían que reinflara y trajera de nuevo el control a los salarios y a los precios. Cuando el archisocialista Michael Foot ondeó a los 364 en su cara a lo largo de los despachos y la retó a nombrar a dos que la apoyaran, ella replicó rápidamente: «Patrick Minford y Alan Walters». En su vuelta al 10 de Downing Street confesó: «¡Gracias a Dios que no preguntó por tres!». Ella persuadió a muchas ciudades a contratar firmas privadas para la provisión de servicios «públicos». Esto creó una nueva industria de 30 mil millones de libras al año que salva al contribuyente 20 millones de libras anuales. Pedazo a pedazo, ella reformó el movimiento sindicalista, y lo trajo otra vez bajo la ley y el orden y lo retomaron sus miembros alejados de los extremistas. Con su discurso sin florituras transformó la visión de la nación de una economía de mercado. Compañía a compañía, ella desnacionalizó los puestos de mando dominantes de la economía así como transformó sus fortunas y empezó un movimiento global. Ella enseñó a la nación la necesidad de una continencia monetaria y la importancia de vivir bajo tus propios recursos. Tres millones de familias pasaron de ser inquilinas de viviendas públicas de un solo dormitorio a ser dueñas de sus propios hogares bajo su brillante «Estrategia de derecho a comprar». Ella recortó las principales tasas de impuestos del 83% en lo devengado y un 98% de las rentas primero al 60% y después al 40%. Los británicos volvieron a caminar alto otra vez por su firme, robusta estrategia llena de principios en los asuntos exteriores. Con un gran riesgo personal, comenzó el proceso que ha llevado la paz a Irlanda del Norte. Ella se mantuvo hombro con hombro con el presidente Reagan, a quien ayudó a tirar el muro, sin un disparo, que destruyó el imperio del mal. Y, sobre todo, aseguró que todos los futuros gobiernos de Reino Unido tienen que ser mucho más amistosos con el mercado que lo que habían sido previamente. O sea, ¿cuáles fueron los resultados? Los exiliados fiscales, como la estrella cinematográfica Michael Caine, volvieron. La fama y la fuga de cerebros se invirtió. Reino Unido saltó del puesto 19º al 2º en la lista de la OCDE. Los trabajadores autónomos se doblaron de un 7 a un 14%. La aventura de la industria capitalista británica, que prácticamente no existía en 1979, era el doble del total de la industria de la CEE durante 6 años. La clase media dio un salto del 53% al 71%. Los dueños de acciones pasaron del 7% de la población al 23%, ¡y entre los miembros de los sindicatos se pasó del 6 al 29%! El porcentaje de los trabajadores en sindicatos cayó al pasar de ser más del 50% a menos del 20%. Y los días perdidos por huelgas al año pasaron de 29,5 millones a 0,5 millones de libras.
Fue una transformación asombrosa. Antes de Thatcher, una esclerótica unión sindical dominaba la economía y estaba tipificada por un servicio hosco, productos deteriorados y una clase empresarial cobarde. Después de Thatcher, incluso la institucional de izquierdas BBC tuvo que extender sus coberturas a la empresa privada por el interés en el capitalismo de empleados, emprendedores y accionistas. Y el servicio y la calidad británicos han mejorado por encima de cualquiera de nuestros sueños más locos. Por lo que saludamos a la gran dama que devolvió el «gran» de Gran Bretaña y lamentamos su pérdida.
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