Política

I Guerra Mundial

Asuntos familiares

Dio igual que tres de los imperios implicados tuvieran un origen común: la reina victoria de Reino Unido. empeñaron todo en busca del honor y en contra de sus poblaciones.

Asuntos familiares
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Dio igual que tres de los imperios implicados tuvieran un origen común: la reina victoria de Reino Unido. empeñaron todo en busca del honor y en contra de sus poblaciones.

Tres imperios, tres coronas, tres hombres y una abuela en común: la reina Victoria de Reino Unido. Detrás de los diez millones de muertos, o más, que las cifras bailan en este punto y todavía existen discrepancias entre los historiadores, de la contienda de 1914 lo que había en realidad eran tres tronos ocupados por tres primos: el zar Nicolás II de Rusia, Jorge V del Reino Unido y el káiser Guillermo II. O sea, que gran parte del Viejo Continente, y otros territorios fuera de él, recaían en una familia, aunque eso no sirvió de mucho o, al menos, para detener las matanzas y el horror de los combates, y los campos de Europa siguieron erizándose con alambradas y regándose con la sangre de generaciones de jóvenes ante la indiferencia del parentesco de esos tres gobernantes, los tres primos. Los vínculos familiares, aunque ya se sabe cómo son muchas familias, no detuvieron la Gran Guerra, pero tampoco la responsabilidad que, se supone, los gobernantes deben guardar hacia sus vasallos, como se lee en el «Poema de Mío Cid», pero se ve que los hombres de esta dinastía eran inmunes al número de bajas, a las listas de muertos que cada día llegaban desde el frente y a ninguno se le ocurrió dejar de lado alianzas absurdas para frenar aquel descarado sinsentido. Vamos, que les daba igual o importaba bastante poco que todos esos hombres,sus súbditos, cayeran en las trincheras al lado de lo que se denominan los intereses internacionales, el honor, el equilibrio entre las potencias, el orgullo y otros asuntos patrios. Todos confiaban en la revolución armamentística que había traído la ciencia para hacer una guerra rápida, que es la que después desarrolló Hitler con aquello de la «Britzkrieg». O al menos eso es lo que pensaban entonces las diversas oficialías, los generales, esos señores que aplican al presente lecciones aprendidas en el pasado y que ya no sirven de nada cuando se aplican, como se demostró en el curso de la Primera Guerra Mundial con el evidente coste de soldados. Todos pensaban que iba a ser algo sencillo, pero lo único que era fácil era liquidar a regimientos enteros bajo el tableteo de las ametralladoras y el fuego de la artillería. Pero en la historia hay una regla y es que toda acción tiene una reacción. La Primera Guerra Mundial liquidó los tres imperios y, de paso, a sus titulares, monarcas o como se les prefiera llamar. En 1918 solo quedó en pie la corona de Jorge V. Al zar Nicolás II se lo llevó por delante la Revolución rusa y Guillermo II acabó abdicando y largándose al exilio. El tiempo de los reyes y los imperios había pasado. Arrancaba la época de las grandes potencias; la era que dominarían Estados Unidos y la URSS.