Asia

China

China prepara el mayor desfile militar de su historia en el 70 aniversario del régimen

El 1 de octubre Xi celebra la fundación de la República Popular bajo el liderazgo de Mao con una exaltación del sistema de partido único. El presidente pasará revista a 15.000 soldados, 160 aviones y 580 piezas de armamento

Desfile de soldados chinos en la plaza de Tiananmen en Pekín/ Archivo
Desfile de soldados chinos en la plaza de Tiananmen en Pekín/ Archivolarazon

El 1 de octubre Xi celebra la fundación de la República Popular bajo el liderazgo de Mao con una exaltación del sistema de partido único. El presidente pasará revista a 15.000 soldados, 160 aviones y 580 piezas de armamento

El pasado lunes, el presidente chino, Xi Jinping, visitó una exposición en la que quiso dejar bien claro que los logros hechos por el gigante asiático se deben únicamente al Partido Comunista chino (PCCh). El único capaz de «liderar a China», dijo. Sus palabras calaron en una orgullosa y sobrevigilada sociedad que presume de haberse convertido en la segunda potencia mundial gracias a una apertura económica a la que no acompañaron las reformas políticas. Pero le pese a quien le pese, totalitarismo para unos y modelo a seguir para otros, esta forma de gobernar ha hecho que China maneje parte de los hilos en la escena global y tenga por delante una carrera con algunos obstáculos pero con un futuro prometedor.

Nada tiene que ver la China de hoy, que acumula el 16% del PIB global, con la paupérrima nación que hace 70 años dejó una cruenta guerra civil. Fue en 1949 cuando Mao dijo: «El pueblo chino se ha puesto en pie». Desde entonces, la evolución de este país, que ha pasado por cuatro etapas, no se entendería sin la presencia del PCCh. Tras sentar las bases del nuevo sistema político y económico del país, el periodo de la Revolución Cultural estuvo lleno de grandes convulsiones internas y de aislamiento hacia el exterior. Hubo que esperar a que el Gran Timonel muriera para que Deng Xiaoping tomara las riendas del PCCh y emprendiera la reforma y la apertura al exterior que dispararon el crecimiento económico del país con una apuesta por la inversión, las exportaciones y el ahorro y se lograra sacar a millones de personas de la pobreza. Todo un milagro, como algunos analistas lo califican.

Pero las épocas doradas tienen, además de luces y sombras, fecha de caducidad y el menor crecimiento económico o los desafíos a su soberanía iban a asomar a sus puertas. Para hacer frente a estos retos, Xi Jinping, que llegó al poder en 2012, dio un giro en la dirección del partido y comenzó una política exterior más asertiva, una involución en la política interna y un cambio a un modelo económico que potencia el consumo, los servicios y la tecnología. «El desarrollo de nuestro país ha entrado en una etapa en la que todo tipo de riesgos y desafíos se acumulan y concentran», aseguró hace unos días en otro discurso pronunciado en la Academia Nacional de Gobierno, lugar donde se forman los altos cuadros del Partido Comunista Chino.

A los problemas con el Tíbet, Xinjiang o Taiwán, hay que sumar la guerra comercial que mantiene con Estados Unidos desde hace más de un año; y las protestas en Hong Kong, donde parte de la población se ha rebelado contra su poder, y la violencia está causando una gran división social. Todos ellos suponen amenazas para el presidente que más poder concentra desde los tiempos de Mao y que ya ha preparado a sus mandos para la «Dhouzheng», la lucha.

Y en esas anda China, en demostrarle al mundo ahora que celebra los 70 años de la creación de la República Popular que su fuerza y poder todavía son inquebrantables. Para ello, el martes Pekín se vestirá de gala y se las volverá a ingeniar para que sus cielos brillen azules y las calles rebosen clamor popular hacia la madre patria y el partido único.

Xi pasará revista a los 15.000 soldados, 160 aviones y 580 piezas de armamento que formarán parte del mayor desfile militar de su historia. Toda una muestra de poderío militar -con la exhibición de los últimos misiles de largo alcance y drones producidos por el Ejército local- que, como avanzaba el diario estatal «Global Times», enviará un claro mensaje a «aquellos alborotadores que intentan provocar a China y amenazan la soberanía territorial de China, y a aquellas potencias que intentan provocar problemas en la periferia de China (en clara alusión a EEUU). El DF-41 les hará pensar dos veces».

Se espera que en su discurso del martes Xi siente las bases de la actuación del PCCh para los próximos años, aunque la mayoría de los expertos no esperan grandes cambios. Consideran poco probable que se resuelvan las disputas comerciales con Washington; que haya una intervención militar en Hong Kong, donde el 1 de octubre hay prevista una gran manifestación en oposición a la celebración del día nacional de China; o en Taiwán, territorio que cuenta con el apoyo de Estados Unidos y en el que interesa más que ambas partes preserven el status quo.

Hong Kong volvió ayer a acoger una jornada de movilizaciones masivas. Los manifestantes de la ex colonia británica denunciaron un aumento de la represión policial de cara al 1 de octubre. La convocatoria tenía entre sus lemas la democratización de China y en su defecto la independencia de Pekín. «Es obvio que existe un problema de brutalidad policial», denunciaba Peter Sin, un joven universitario. La pugna entre las dos Chinas se ha convertido en uno de los principales quebraderos de cabeza del presidente Xi Jinping que recela de utilizar el poder militar para sofocar la revuelta con el fin de preservar su reputación internacional.

No obstante para algunos observadores como el profesor de la Universidad Bautista de Hong Kong, Jean-Pierre Cabestan: «Xi ha estado bajo presión desde que revisó la constitución del estado y se ha visto obligado a comprometerse con las empresas estatales, la reforma económica, la guerra comercial con Estados Unidos y también con Hong Kong, pero eso no significa que el sistema de un solo partido esté en peligro». Pese al descontento general ante los problemas actuales que pueden afectar a su vida diaria, no existe, salvo en los territorios de Hong Kong y Taiwán, un clamor social para democratizar el sistema.