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Asia

El control chino de las tierras raras vs. el poder militar de EE UU

El régimen de Xi Jinping ejecuta su carta maestra como medida de coerción en la guerra comercial

Xi Jinping XinhuaEp

ajo el inmenso cielo de Baotou, en Mongolia Interior, una ciudad más famosa por sus minas que por su legado cultural, Deng Xiaoping, en 1992, vislumbró un terreno árido que ocultaba un valioso tesoro. En ese momento, pronunció una frase que se convertiría en una profecía: «Oriente Medio tiene petróleo. China tierras raras». Esta proclama fue más que un alarde; representó una directriz a largo plazo. Mientras los países del Medio Oriente se aferraban al modelo tradicional de extracción y exportación de petróleo, Pekín optó por otra certera hoja de ruta. No solo extrajeron recursos del subsuelo, delinearon su futuro. Desde la mina hasta la producción de imanes, construyeron un imperio verticalmente integrado en torno a 17 elementos críticos.

Hoy, décadas después, el mundo está empezando a sentir las repercusiones de esa decisión táctica. Desde aviones de combate hasta varillas de reactores nucleares o smartphones, los minerales de tierras raras son esenciales para una vasta gama de productos clave. La dominación china en su explotación y procesamiento se ha transformado en un arma poderosa en su arsenal. Antes considerados secundarios, son ahora un garrote que Pekín utiliza para abatir a sus adversarios, redefiniendo las reglas del juego en la arena internacional. En el tumultuoso teatro de la guerra comercial, el régimen de Xi Jinping ha decidido ejecutar su carta maestra como herramienta de coerción con estos elementos.

Este movimiento en la lucha por la supremacía global no es un mero capricho, es una política deliberada que ilustra la posición hegemónica del gigante asiático en el suministro de estas materias primas. Más allá de su uso en tecnología de consumo, son la columna vertebral de la defensa nacional, el combustible que alimenta sistemas de armamento, plataformas de misiles y componentes de aeronaves militares. Sin ellos, la operatividad de las fuerzas armadas se desmorona.

Los óxidos de tierras raras ya saltaron a primera plana en 2019, cuando China, que controla cerca del 90 % del comercio mundial de estas materias, insinuó la posibilidad de restringir envíos a EE.UU. Esto encendió alarmas en Washington y puso a aliados tradicionales como Japón, Canadá y Australia en una posición precaria, temerosos de quedar a merced de las decisiones de Pekín. A pesar de los reiterados intentos de Trump de persuadir a Xi Jinping para lograr un acuerdo que mitigue unas fricciones insostenibles, Pekín ha reafirmado su firme determinación de «luchar hasta el final» contra el acoso sin cuartel de su «irracional» adversario. En este sentido, el Ministerio de Comercio chino lanzó a primeros de abril otro ataque directo a la economía estadounidense al imponer restricciones a la exportación de siete elementos de tierras raras e imanes. Esta maniobra ha revelado la vulnerabilidad estadounidense en sectores críticos como defensa, energía y automoción.

Las limitaciones afectan a elementos clave —samario, gadolinio, terbio, disprosio, lutecio, escandio e itrio— y obligan a las empresas a obtener licencias de exportación especiales.

Una zancada contundente que complica la producción de tecnología avanzada y pone en jaque la capacidad de innovación estadounidense en un momento en que la competencia global se intensifica. Es crucial no olvidar que, hace dos años, Pekín lanzó una advertencia contundente al mundo al restringir las exportaciones de galio y germanio, metales vitales para la fabricación de chips, radares y satélites. En diciembre, la situación escaló drásticamente con un veto total a las exportaciones de estos metales hacia la tierra del Tío Sam, además del antimonio, un retardante de llama indispensable. Desde entonces, los precios de estos recursos han experimentado un aumento vertiginoso, provocando una ruptura significativa en el mercado global.

La Agencia Internacional de la Energía (AIE) calcula que la segunda economía mundial concentra cerca del 61% de la producción de tierras raras y el 92% de su procesamiento.