Estados Unidos
¿Debe salir de la cárcel el asesino de Lennon?
El 8 de diciembre de 1981 cumplió el repugnante propósito de su existencia. Lo proclamó él mismo, así que creamos al reo. Mark David Chapman «sólo quería hacerse famoso» y ya lo consiguió, así que seguramente se merezca permanecer congelado a la sombra de por vida, con su sueño hecho realidad. Al asesino confeso de John Lennon le van a revisar la condena por enésima vez el próximo 20 de agosto y es difícil encontrar razones para darle una segunda oportunidad. Chapman cometió una atrocidad que le sitúa en la frontera de la gran pregunta: ¿Lo suyo fue bajeza moral o enfermedad mental? Si es lo segundo, está claro: debería estar en un centro y bajo medicación. Pero como no lo está, habrá que asumir lo primero. Y entonces sólo las razones humanitarias le asisten, porque a tenor de sus declaraciones y de su comportamiento parece que ya ha dado lo que tenía tanto a sí mismo como a la sociedad en la que vive. A Chapman le han denegado nueve veces la condicional y, por ello, se despliegan en el debate los siempre equívocos conceptos jurídicos de la rehabilitación (al menos, esa es la función de la cárcel en España, y es de suponer que también lo será en EE UU) o el del máximo cumplimiento de una condena (Chapman lleva más de 36 años en la trena) pero en su caso es difícil saber cómo puede resarcirse alguien tras cometer semejante monstruosidad. Además, el infame Chapman mancilló «El guardián entre el centeno» sentándose a leerlo tras su crimen y proclamándose él mismo Holden Caulfield. También cometió la mayor blasfemia al decir que actuaba en nombre de Dios y todavía hoy se llama a sí mismo cristiano. Algunos de sus conocidos afirman que Chapman odiaba a Lennon desde que éste dijo que los Beatles eran «más famosos que Jesucristo». También le molestaba que en «Imagine» cantase a un mundo sin posesiones siendo millonario. Sin embargo, la tarde del asesinato, Lennon se detuvo al pie del edificio Dakota, saludó al que sería su asesino y le autografió un disco. Lo hizo sin saber que unas cuantas horas después el mismo hombrecillo despreciable le estaría esperando con un arma confiando en llevar a cabo la mayor obra de su vida: dispararle cinco tiros por la espalda. La pregunta es: ¿Le darían ustedes una segunda oportunidad?
✕
Accede a tu cuenta para comentar