Guerra
Despidos de empleados e incertidumbre en algunas fábricas
«El Make America Great Again» pone a temblar la economía mundial
¨ ¡La operación ha terminado! El paciente ha sobrevivido y está recuperado. El pronóstico es que será mucho más fuerte, grande, mejor y más resiliente que nunca¨. Son las palabras de un presidente orgulloso de su estrategia para recuperar la economía de EE. UU. que ¨durante décadas ha sido saqueado, violado y desvalijado por naciones cercanas y lejanas, tanto amigas como enemigas¨. Así de positivo se mostraba Donald Trump tras el tsunami que ha provocado en la economía global su famosa tabla de ¨aranceles recíprocos¨. El mandatario norteamericano, fiel a su estilo de que lo que él no menciona no existe, ignoraba los resultados que sus medidas han provocado a nivel global y lanzaba un mensaje tremendamente positivo recordando que estos aranceles recíprocos permitirían ¨Make America Great Again¨.
La realidad, sin embargo, parece diferente. El jueves las Bolsas de valores de todo el mundo cayeron en picado, el petróleo se desplomó un 7% por temores a una guerra comercial, millones de empresas mostraban preocupación por los efectos inmediatos que traerán los gravámenes y algunas incluso se adelantaban a una posible crisis. La planta de ensamblaje de Stellantis Windsor, en Ontario, anunciaba una pausa en ¨la producción¨ de sus plantas en Canadá y México, y valoraba varios despidos de personal en Estados Unidos. Todo, en un momento donde ayer pasadas las 12 del mediodía entraron en vigor los aranceles a los automóviles. La compañía Ford Motor ya lanzaba su primer anuncio de captación de clientes y anunciaba que reducía los precios al mismo nivel que ofrece a sus empleados,
Donald Trump ha permitido que su vocación de empresario gane a su puesto de presidente, pero se ha olvidado que esta vez el negocio que está en juego es una recesión mundial que los expertos alertan que ahora podría estar más cerca que nunca. Algunos, quizá por incredulidad ante la situación, no descartan que el mandatario haya querido lanzar un órdago al resto del mundo, porque a pesar de mostrarse firme en su decisión, en los últimos días su equipo ha dejado claro que Trump siempre está dispuesto a negociar. Sin embargo, hasta que eso ocurra, y si ocurre, el daño posiblemente ya esté hecho, y quien más lo va a sentir es el consumidor final que está a punto de ver como los productos que rodean su vida cotidiana empiezan a subir de precio, sobre todo las familias de bajos ingresos.
Cuesta entender la lógica que Trump y su equipo de asesores han seguido a la hora de imponer los porcentajes arancelarios. Les han tocado gravámenes a sus socios del viejo continente, a Ucrania con quien se supone que tiene varias negociaciones en marcha para el fin de la guerra, pero se han librado en esta nueva ronda de reciprocidad países como Rusia, Bielorrusia, Corea del Norte y Cuba. Tampoco forman parte de la nueva lista sus principales socios comerciales, Canadá y México, pero sí las Islas Heard y McDonald, un archipiélago australiano que no está habitado por humanos, solo por pingüinos, y que obviamente no registra ninguna actividad económica con la que pueda hacer frente al arancel del 10% que se le acaba de imponer.
El miércoles por la noche, tras el anuncio de Trump, cuatro republicanos del Senado se unieron a los demócratas para frenar esta política de aranceles de Trump, pero parece que hay pocas cosas que puedan ofrecer una realista resistencia a la fuerza imparable del presidente. Él se ha puesto por bandera reactivar las regiones industriales devastadas por la pérdida y fábricas en el extranjero, pero no ha valorado los contrataques de los 185 países que poco a poco en las últimas horas han ido lanzando sus ofensivas en el preámbulo de lo que será una de las mayores guerras comerciales que se han vivido desde hace décadas.