Corea del Norte

El acercamiento entre las dos Coreas despierta inquietud en Japón

El presidente surcoreano, Moon Jae In, ha seguido con su apuesta por el acercamiento a Kim Jong Un sin condiciones previas. Incluso se ha acordado ya una cumbre histórica de las dos Coreas en abril

Negociadores surcoreanos rumbo a EE UU
Negociadores surcoreanos rumbo a EE UUlarazon

El presidente surcoreano, Moon Jae In, ha seguido con su apuesta por el acercamiento a Kim Jong Un sin condiciones previas. Incluso se ha acordado ya una cumbre histórica de las dos Coreas en abril.

Tras el «impasse» olímpico con Corea del Norte, el eje aliado, liderado por Estados Unidos y Japón, esperaba que Corea del Sur regresara a la estrategia conjunta de presión sobre el régimen Juche para frenar su programa balístico y nuclear. Lejos de cumplirse este deseo, el presidente surcoreano, Moon Jae In, ha seguido con su apuesta por el acercamiento a Kim Jong Un sin condiciones previas e, incluso, se ha acordado ya una cumbre histórica de lasdos Coreas en abril. Desde Washington desconfían de esta hoja de ruta y en Tokio alertan de los riesgos que conlleva este peligroso sendero. Por este motivo, fuentes diplomáticas niponas aseguran a LA RAZÓN que “todas las opciones siguen sobre la mesa” ya que este “parón olímpico sólo ha servido para que Kim gane tiempo y continúe desarrollando su letal programa balístico y nuclear”. “La amenaza de Corea del norte es crítica para Japón así como para la estabilidad y seguridad de la región. Durante años hemos estado avisando a la comunidad internacional de la velocidad a la que Pyongyang estaba desarrollando sus misiles y su programa nuclear. Nosotros nos hemos ido preparando pero solos no podemos hacer frente a esta situación. Es necesaria una fuerte coordinación con Corea del Sur y con Estados Unidos”, reconoce un alto funcionario del Ministerio de Exteriores japonés a LA RAZÓN. Desde Tokio confían en que la iniciativa del presidente Moon haya sido sólo una manera de asegurar que los Juegos Olímpicos se celebraran con calma y que, tras la clausura este domingo, Seúl regrese al triángulo de aliados que junto a Estados Unidos y a Japón conforman el principal freno a los delirios bélicos de Kim Jong Un.

“Necesitamos que Moon regrese a la coordinación con Japón y EE UU para presionar a Kim. Tras los Juegos, Pyongyang volverá a sus ensayos, reanudará sus lanzamientos de misiles y entraremos en un nuevo capítulo. Tenemos que convencer a Moon de que la unidad tripartita es la única forma de neutralizar a Corea del Norte, es arriesgado pero no hay otra vía”, dice Kunihiko Miyake, investigador del Instituto de Estudios Globales The Cannon.

“No queremos cambiar el régimen de Corea del Norte por la fuerza, pero sí consideramos que es necesario aumentar la presión económica y aquí China juega un papel clave. Es cierto que las sanciones no han funcionado como se esperaba, pero el diálogo intercoreano que quiere implementar Moon no funcionará. Ya lo comprobamos en 1995 y en 2005, sólo sirvió para que Pyongyang ganase tiempo. Fuimos engañados. Desde Japón no confiamos en los pasos que ha dado el presidente Moon”, insisten los diplomáticos nipones. Sin embargo, el hecho de que tanto EE UU como Japón aseguren que todas las opciones están sobre la mesa, es decir que una guerra es posible, es más bien un arma disuasoria. Así lo confirma Narushigue Michishita, del National Graduate Institute for Policy Studies de Tokio: “Un ataque puede sonar sexy, pero es no realista”, sentencia . “La situación con Corea es algo cíclico, es siempre el mismo juego pero con diferentes misiles”, añade. Y en este juego siempre están los mismos actores tratando de aplacar a la dictadura de Pyongyang, pero cuyas diferencias internas también dan alas al régimen norcoreano. “Entre Seúl y Tokio no existe una relación muy fluida. Es más, nosotros estamos en Corea del Sur porque Estados Unidos nos lo pide, pero ellos realmente no nos aprecian demasiado”, apunta Michishita. A eso se suma la disputa histórica que ambos países mantienen por el control de Takshima un minúsculo peñón a unos 200 km de Japón, rico en recursos pesqueros y reservas de gas cuya soberanía reclama Seúl. A este choque territorial se añaden los que diversos países del mar del este de China, Japón entre ellos, mantienen con Pekín como el caso del archipiélago Senkaku. Según los expertos, estos desencuentros no hacen sino menoscabar la posibilidad de unir fuerzas contra Pyongyang. Kim, consciente de esta realidad, la utiliza a su favor. “China también intenta atraer a Seúl en detrimento de la relación que mantiene con EE UU y Japón. Lo hace a través de la presión económica. Esto es algo que hay que impedir, este acercamiento es negativo para nuestros intereses. Lo que está claro es que si EE UU reduce su influencia en la región quien ocupará ese hueco es China”, añade el experto. Pero Washintgon, pese a la política aislacionista y proteccionista impulsada por Trump, parece no estar dispuesta a dejar su liderazgo en la zona. Además, el sólido idilio entre el primer ministro japonés Shinzo Abe y el presidente norteamericano refuerzan el vínculo entre ambos países. “Con Trump estamos tranquilos, la relación entre nuestro primer ministro y el presidente es excelente, hay buena química. Hablan a menudo, Trump le pide consejos sobre política internacional y ambos comparten la estrategia para frenar a Pyongyang”, reconoce Shogo Toyota, coordinador de seguridad y relaciones entre Estados Unidos y Japón en el Ministerio de Asuntos Exteriores nipón. “Sí existe un pequeño problema y es que Trump solo entiende las relaciones bilaterales, no comprende la importancia de la multilateralidad ”, matiza Shin Kawashima, profesor de la Universidad de Tokio. “Al contrario, Abe que si es consciente de esa multilateralidad también ha abierto de manera inteligente la vía de conexión con China, eso sí con limitaciones y condiciones como por ejemplo en asuntos de medio ambiente Japón necesita económicamente a China (es su primer socio comercial y para Pekín, Tokio es el segundo), al tiempo que su poderío militar inquieta”, añade Shin. El primer ministro nipón trata también de establecer fuertes alianzas con países del sureste asiático, pero la inestabilidad política en estos países y su afán por políticas demasiado locales impide conformar una fuerte alianza para minimizar los avances chinos y el desafío norcoerano. Además, Pekín es clave en reducción de la tensión con Pyongyang y de ahí nace esa esquizofrénica relación entre Xi Jingping y Shinzo Abe. El 90 % del comercio de Corea del Norte se produce con China y el fenómeno de los “ship to ship cargo transfer”, es decir los intercambios de mercancías en aguas internacionales son ahora un asunto crucial para evitar que Kim Jong Un esquive el peso de las sanciones. “Xi ha estado “haciendo un esfuerzo en los últimos meses en esta materia”, reconocen fuentes diplomáticas niponas. “La intención última de Japón en este momento es socavar la confianza que tiene Kim en su propio programa nuclear, pero no a través de una guerra”, dice Michishita. Pese a que Hiroki Ichikawa, del Ministerio de Defensa de Japón, confirma que el sistema sistema de defensa misiles balísticos de Japón está altamente preparado gracias a los Patriot Pac 3 y Aegis, lo cierto es que expertos independientes aseguran que realmente el país del sol naciente no está preparado para una potencial guerra, al menos sin el apoyo de EE UU. “Nuestro gasto militar en los últimos 30 años ha decaído. Esto son malas noticias. No podemos renovar nuestros equipos los cuales necesitan una transformación de arriba abajo”, apunta el analista Miyake. A esto hay que añadir la apuesta personal de Abe de modificar el Artículo 9 de la Constitución que permita a Japón no solo responder si son atacados sino también participar en conflictos externos. “Nadie quiere ir a la guerra, pero sí defender nuestros fronteras y ser capaces de proyectar nuestro poder en la región. Es necesario adaptar la Constitución a la coyuntura internacional”, asevera el investigador. Y en medio de esta “crisis existencial” potenciada por la amenaza norcoreana, los japoneses están más divididos que nunca, entre los más mayores que huyen de cualquier confrontación real y los japoneses más jóvenes que están dispuestos a seguir a Abe en su aventura para armar a Japón para salvaguardar su “statu quo” y “ese aislacionismo que en ocasiones se confunde con pacifismo”, sentencia Michishita.