Sao Paulo
«El clamor es ahora tan grande que hay gente de derechas en la calle»
Madrid- Las protestas en Brasil no tienen un líder, ni tan siquiera una élite al frente de la gran movilización que se ha montado en el país en tan sólo dos semanas. El alcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad, ha hablado estos días de «militancia virtual», en referencia a los miles de jóvenes que se unen en las redes sociales a los indignados que salen a la calles para protestar contra la corrupción, el aumento del coste de la vida y la escasa inversión en servicios públicos.
Carlos Rollsing, periodista del diario «Zero hora», de la ciudad de Porto Alegre, explica por teléfono que en el estallido de descontento estaban solo jóvenes de izquierda y en menor medida de extrema izquierda y anarquistas: «El clamor de la protesta ha crecido tanto que ahora también hay manifestantes de derecha y algunos de extrema derecha que corean consignas contra la corrupción y los partidos políticos».
Éste es el motivo por el que el Movimiento Paso Libre, una asociación que desde hace años venía exigiendo el transporte público gratuito y que ahora es el grupo más visible, decidió ayer suspender las manifestaciones con el fin de evaluar la infiltración de grupos con otros intereses. Rollsing considera que la izquierda ha perdido el control de las manifestaciones y que el país está viviendo «un momento de gran inestabilidad». Según este reportero, que está cubriendo las manifestaciones para su periódico, «las protestas en Porto Alegre han estado lideradas desde el principio por los anarquistas. Son pocos, pero están bien preparados y actúan con violencia».
A pesar de estos choques, las manifestaciones son pacíficas y sus participantes repudian la violencia, explica Aldo Fornazieri, director académico de la Fundación Escuela de Sociología y Política de Sao Paulo, quien escribe que las causas de la actual crisis social hay que buscarlas en el injusto reparto de la riqueza económica que el país ha sabido generar en los últimos años: «Brasil, en el fondo, sigue siendo uno de los países más desiguales del mundo, un país en el que se les niegan los derechos y servicios a una parte importante de la población».
Lula, el «padre» de la crisis brasileña
«Hoy ya puedo decir que soy el presidente más orgulloso del mundo». Con estas palabras Luiz Inácio Lula da Silva describía el momento en que Río de Janeiro era elegida sede de los Juegos Olímpicos de 2016. Pero se olvidó de analizar los posibles daños colaterales. Lula es un tipo inteligente que sabe moverse entre las sombras del poder. Es así como convenció a los miembros del COI y de la FIFA para que Brasil albergase las dos máximas citas deportivas, pese a las escasas garantías que ofrece el gigante sudamericano. Quizás no era consciente del «monstruo» que estaba creando, una bola inflacionaria que ahora ahoga a sus principales votantes: la clases media y pobre, informa Ángel Sastre.
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